83 minutos de sensibilidad
Wayne Wang, al igual que tantos esp¨ªritus inquietos y experimentadores vocacionales del cine independiente norteamericano, gente como Steven Soderbergh y Gus van Sant, e incluso directores mexicanos con afanes trotamundos y prestigio internacional como Guillermo del Toro y Alfonso Cuar¨®n, descubri¨® las ventajas de alternar el cine que deseaba hacer, las pel¨ªculas inconfundiblemente personales, con los productos made in Hollywood, calculados, millonarios, de f¨®rmula infalible, con la ¨²nica prioridad del ¨¦xito. Esa leg¨ªtima y pragm¨¢tica actitud imagino que preserva a la vez la integridad art¨ªstica y la salud de la cuenta corriente.
Algunos de estos creadores logran moverse con transparente dignidad entre el proyecto personal y el mercenario. No es el caso de Wang. Sus coqueteos con la gran industria no han dejado ning¨²n t¨ªtulo memorable, pero s¨ª pel¨ªculas relamidas, pretenciosas, rutinarias y vacuas como El club de la buena estrella, Sucedi¨® en Manhattan y Mi mejor amigo.
MIL A?OS DE ORACI?N
Direcci¨®n: Wayne Wang.
Int¨¦rpretes: Henry O, Faye Yu,
Vida Ghahremani, Pasha Lychnikoff.
G¨¦nero: drama. EE UU, 2007.
Duraci¨®n: 83 minutos.
Sin embargo, cuando este t¨ªo habla con tono intimista de lo que le importa, cuando se vuelca en los peque?os dramas de gente solitaria o sola, en la catarsis de los conflictos familiares, puede realizar joyitas, un cine tan sensible como sugerente, retratos tragic¨®micos de seres estupefactos o perdidos. Otorga a sus personajes autenticidad y sentimiento, solidaridad en la desdicha, involuntario humor. Ocurr¨ªa en la preciosa, l¨ªrica, agridulce y generosa Smoke. Tambi¨¦n era muy apreciable el ins¨®lito y gracioso documental sobre el rodaje de ¨¦sta en Blue in the face, reivindicando los placeres que dona el tabaco, algo transgresor, ya que en esa ¨¦poca se abr¨ªa la veda en Estados Unidos para acorralar a los infames fumadores.
En ambas andaba por medio Paul Auster, escribiendo el gui¨®n de la primera y codirigiendo la segunda. Doce a?os despu¨¦s, Auster preside el Festival de San Sebasti¨¢n que le otorga la Concha de Oro a Mil a?os de oraci¨®n. Y no es un favor al colega. Supone el reconocimiento al talento y el pulso de Wayne Wang para contar de forma ¨¢cida y tierna la compleja relaci¨®n entre un anciano chino que visita en Estados Unidos a una hija que intuye infeliz. El contraste y el desencuentro entre este superviviente de la Revoluci¨®n Cultural y la resignada desolaci¨®n de su americanizada hija est¨¢n descritos con sutileza y profundidad, con aroma y sabidur¨ªa.
Lo que cuenta es triste. Habla de los secretos y las mentiras que uno llega a creerse para justificar o soportar su existencia, del sentimiento colectivo de soledad, de la angustia y la impotencia ante el sufrimiento de lo que m¨¢s quieres. Pero tambi¨¦n posee humor y gracia mostrando el desconcierto de este hombre ante el nuevo mundo, su humanidad en sus intentos de comunicaci¨®n con los extra?os, una po¨¦tica no subrayada, un actor al que llegas a querer. Y te despides de ella conmovido, con sabor agridulce, agradecido.
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