?Agua va!
En Espa?a al o¨ªr este grito de "?Agua va!", hab¨ªa que apartarse con premura, porque se te ven¨ªa encima cualquier tipo de porquer¨ªa que los vecinos evacuaban por la puerta de su vivienda. Todav¨ªa lo viv¨ª en mi adolescencia, en el peculiar barrio sevillano de Bellavista, carente entonces de alcantarillas y pavimento y t¨ªpica concentraci¨®n humana de aluvi¨®n de la buena gente que ven¨ªa a la capital a buscar las oportunidades que no ten¨ªa en sus pueblos, o de los que se quedaban all¨ª despu¨¦s de cumplir condena de trabajos forzados en el vecino canal de los presos, o del Bajo Guadalquivir para la Espa?a oficial.
Las aguas residuales est¨¢n todas, o casi, canalizadas en esta Espa?a nuestra, pero las ¨²ltimas voces nos indican que tenemos que seguir atentos al famoso grito si no queremos ensuciarnos.
El agua necesita una pol¨ªtica de Estado que supere intereses locales y actitudes electoralistas
Tambi¨¦n hay que utilizar la soluci¨®n que nos viene del agua del mar
El agua despierta pasiones, provoca conflictos, es el bien m¨¢s preciado, por encima del petr¨®leo. Tambi¨¦n el m¨¢s abundante y escaso a la vez en este planeta Tierra compuesto de agua en sus cuatro quintas partes. Pero s¨®lo el 1% es potable. Y cambio clim¨¢tico, crecimiento y desplazamientos de poblaci¨®n agudizan el problema. As¨ª es en todas partes del mundo, con escasas excepciones.
Espa?a tampoco es una excepci¨®n, sino uno de los territorios afectados m¨¢s seriamente por estos factores. As¨ª lo fue hist¨®ricamente y lo es hoy en que la enfermedad de la escasez de recursos disponibles se ha agravado. Mucho antes de que Francia u otros pa¨ªses europeos pensaran en el agua como problema, en Espa?a se hac¨ªan obras hidr¨¢ulicas.
En los territorios m¨¢s afectados, las controversias sin soluci¨®n dieron lugar a f¨®rmulas de arbitraje, a tribunales del agua, que tienen una larga tradici¨®n y a¨²n subsisten. Por eso no es extra?o lo que nos ocurre hoy. Por eso todos tienen raz¨®n, aunque las razones sean contradictorias entre s¨ª. Por eso hay que evitar que se ensucie el debate del agua y nos lo arrojemos como anta?o al grito de "agua va".
En nuestro caso hemos visto el agravamiento del problema en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Se han hecho algunas cosas, m¨¢s de las que parece cuando se discute lo inmediato en las llamadas guerras del agua, pero ¨¦stas se muestran insuficientes ante la magnitud del reto. Cuando llueve nos calmamos, casi olvidamos la amenaza que subyace. Vienen las tormentas y se acaba la tormenta pol¨ªtica y medi¨¢tica. Luego es al rev¨¦s.
Los ciudadanos espa?oles se han ido desplazando de las zonas donde hay agua pero las condiciones clim¨¢ticas y socioecon¨®micas son m¨¢s dif¨ªciles y menos gratas para vivir, hacia las zonas m¨¢s c¨¢lidas, con menos agua y, parad¨®jicamente, con m¨¢s oportunidades. Desde all¨ª reclaman agua, y desde los territorios de origen los que
quedaron reclaman
expectativas con el agua que tienen, con el uso de la misma, con el potencial para su desarrollo. Tan delicado es el tema, tan politizado en el sentido negativo de la palabra, no en el positivo, que no quiero se?alar los m¨²ltiples ejemplos que se dan en nuestra geograf¨ªa.
Adem¨¢s, en los a?os que van de este nuevo siglo, los flujos migratorios y el aumento de poblaci¨®n consiguiente, se han concentrado, por las mismas razones, en estas zonas demandantes de agua de nuestro litoral.
Como siempre ha habido tensiones, no podemos dejar de preguntarnos sobre las sobrevenidas con magnitud especial por la decisi¨®n del Gobierno de llevar agua a Barcelona, como conducci¨®n, trasvase, traslado o como quieran llamarle, a partir de un excedente ya trasvasado y no utilizado, que va desde los receptores en las comarcas de Tarragona y procedente del Ebro, y tiene una base legal de comienzos de los a?os 80, en tiempos de UCD.
Si no hubiera sido Catalu?a la reacci¨®n ser¨ªa tensa, como siempre, pero dentro de un orden, sin la aspereza y la demagogia que acompa?a a la que estamos viviendo. Es el fruto de una mala cosecha de enfrentamiento territorial que entre todos tenemos que cortar. Digo entre todos, para no excluir voluntades necesarias, porque las responsabilidades son compartidas, aunque no sean de la misma naturaleza y dimensi¨®n.
S¨®lo quiero atenerme al agua, ahora que se pone de moda hablar de balances de otra naturaleza entre los territorios, para decir algunas cosas que han pasado y otras que pienso pueden y deben pasar, con el prop¨®sito de recuperar el sentido com¨²n y encauzar (nunca mejor expresi¨®n) las posibles y m¨²ltiples respuestas que hay que ir articulando.
La precondici¨®n, tal vez lo m¨¢s dif¨ªcil, es que la pol¨ªtica del agua se haga con may¨²sculas, atendiendo a los ciudadanos en el conjunto del territorio, alej¨¢ndola de la cosecha inmediata de votos, manteniendo las mismas actitudes en el Gobierno y en la oposici¨®n, en el centro o en las comunidades. Es una forma como otras de definir lo que deber¨ªa ser una pol¨ªtica de Estado, con la m¨ªnima incidencia oportunista electoralista.
Hace dos d¨¦cadas ten¨ªa la responsabilidad de gobernar y con ella la conciencia de que el problema del agua era, sustancialmente, una responsabilidad del Gobierno que presid¨ªa, porque afectaba a todo el espacio p¨²blico que compartimos como espa?oles. Los r¨ªos, los acu¨ªferos, las aguas del mar, en la pen¨ªnsula y en las islas, configuraban el problema como de todos, sin capacidades locales para darle respuesta de fondo.
Ya sonaban voces ecologistas razonables, junto a gritos irracionales. Ya se criticaban decisiones con argumentos oportunistas por el mero hecho de estar en la oposici¨®n, para cambiar despu¨¦s, radicalmente, desde el Gobierno. Ya soport¨¢bamos descalificaciones e incluso burlas por las presas, como la de La Serena. Ya vimos el rechazo total al ¨²nico plan hidrol¨®gico nacional que mereciera ese nombre, de los que despu¨¦s bautizaron otros con la misma denominaci¨®n pero sin contenido nacional porque solo afectaba al Ebro.
Sobre todo esto ha ca¨ªdo lluvia y sequ¨ªa, adem¨¢s de olvido de los antecedentes. Lo que el Gobierno hace estos d¨ªas lo hemos hecho varias veces, todos los gobiernos de la democracia, urgidos por la necesidad y por las imprevisiones o las previsiones que las circunstancias no permitieron cumplir. Por eso hay que hacer una reflexi¨®n seria y sosegada. Mejor sin prisas porque el asunto es urgente y pasar¨¢ facturas a todo el mundo. La gobernanza de Espa?a est¨¢ afectada por este desaf¨ªo, aunque haya otros.
Para empezar, hay que decir que tenemos poca agua disponible y despilfarramos mucha. Por mala infraestructura en las conducciones, por sistemas obsoletos de riego, por aventuras excesivas en urbanismo y campos de golf, por malos h¨¢bitos de consumo. Por responsabilidades, en fin, p¨²blicas y tambi¨¦n c¨ªvicas de las que tenemos que hacernos cargo. Se haga lo que se haga con la pol¨ªtica del agua, este tipo de comportamientos han de ser corregidos y las medidas de racionalizaci¨®n y ahorro van a seguir siendo imprescindibles en la mezcla final.
Los curiosos, o los deseosos de no perder la memoria, pueden ver en las hemerotecas y en el ministerio de Fomento el porcentaje de capacidad de embalse sobre el total nacional que se construy¨® durante el periodo en que fui presidente del Gobierno. Encontrar¨¢n la respuesta a la pregunta de por qu¨¦ Extremadura no tiene problemas en esta sequ¨ªa.
M¨¢s les gustar¨¢ conocer o reconocer los feroces ataques al Plan Hidrol¨®gico Nacional que present¨® Borrell siendo ministro del ramo. El que despu¨¦s fuera presidente del Gobierno lleg¨® a decir que hab¨ªa agua o no la hab¨ªa donde Dios -con may¨²sculas- quer¨ªa y que no se deb¨ªa actuar contra la voluntad divina. Menos mal que no aplic¨® el mismo argumento al gaseoducto que viene de Argelia.
Con esto quiero decir que los PNH, o los trasvases, no son de izquierdas o de derechas, como ahora se pretende, sino oportunos o no, necesarios o no. Depende de razones t¨¦cnicas, de coste, oportunidad, medioambientales, etc. Por eso, a?os despu¨¦s de haber fracasado con aquel ambicioso Plan Hidrol¨®gico, que era Nacional porque pretend¨ªa la articulaci¨®n de todas las cuencas, no volver¨ªa -si pudiera- a proponerlo. Las condiciones tecnol¨®gicas muestran respuestas m¨¢s adecuadas econ¨®micamente y con menos impacto medioambiental.
No hay que demonizar ni sacralizar ninguna f¨®rmula para arreglar el desaf¨ªo, para evitar la irracionalidad en un debate cargado siempre de sentimientos. Si alg¨²n trasvase fuera necesario y mejor que otras medidas en t¨¦rminos econ¨®micos, medioambientales y sociales, ?por qu¨¦ excluirlo? Tampoco podremos excluir la regulaci¨®n y aprovechamiento de nuestros cauces con los mismos requerimientos.
Esto no avala el que ahora se reclama como Plan Hidrol¨®gico de los primeros a?os de esta d¨¦cada. Muchos t¨¦cnicos, no todos, han mostrado alternativas m¨¢s operativas y razonables que ese trasvase del Ebro, incluyendo los costes energ¨¦ticos y los ecol¨®gicos. Pero no se enga?en. Estos d¨ªas se dice que para huir del espect¨¢culo de los pol¨ªticos hay que acudir a los t¨¦cnicos. El esfuerzo conducir¨¢ a la melancol¨ªa, porque opiniones t¨¦cnicas las hay de todo tipo, incluso las tiene el primo de Rajoy, y despu¨¦s de contrastar la mejor informaci¨®n t¨¦cnica disponible, volveremos inexorablemente a la pol¨ªtica, que para eso est¨¢.
Hay que tener presente la soluci¨®n tecnol¨®gica que nos viene del agua del mar. Recuerdo que un amigo, de excepcional cabeza, me dec¨ªa cuando lo trataba de convencer del drama del agua en el mundo, que el problema era de desarrollo tecnol¨®gico, no de recursos. Creo que ten¨ªa y tiene una parte sustancial de raz¨®n dada la composici¨®n del planeta que habitamos. El progreso en la utilizaci¨®n del agua del mar ha sido enorme y seguir¨¢ avanzando en costes y en reducci¨®n del impacto. ?Por qu¨¦ negarse a su uso preferente en la mezcla de soluciones que necesitamos?
Tenemos que ser muy rigurosos con los acu¨ªferos y el rigor est¨¢ en aplicar las leyes. Porque hay leyes, y se pueden mejorar, pero su aplicaci¨®n exigir¨¢ una toma de conciencia de todos y no una burla permanente o un mirar para otro sitio como ocurre con frecuencia. Y tambi¨¦n debemos seguir actuando sobre la capacidad de embalse, de nuevo teniendo en cuenta los requerimientos medioambientales y econ¨®micos que han cambiado radicalmente.
Todas las medidas, con dosificaci¨®n adecuada, van a ser necesarias, en todo el territorio y en cada rinc¨®n. Por eso, siento recordar que el Parlamento de la naci¨®n, sobre el que pasar¨¢n las iniciativas del Gobierno, ser¨¢ el gran ¨¢rbitro del desaf¨ªo del agua. Si no, no tendr¨¢ soluci¨®n de verdad.
?Manos a las obras!
Felipe Gonz¨¢lez es ex presidente del Gobierno espa?ol.
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