?Para qu¨¦ sirve un libro?
Ayer se celebr¨® el D¨ªa del Libro. Ya saben, ese objeto prism¨¢tico con una c¨¢scara exterior dura, o cubierta, y una pulpa interior de consistencia m¨¢s fina. Si fuera un mejill¨®n servir¨ªa para paella, si un coco, para premio de tiropich¨®n en las ferias. Pero, les advierto, no es comestible. ?Para qu¨¦ sirve un libro? Cualquiera lo sabe. Hubo un tiempo en que el libro estaba bien visto. Por eso se vend¨ªa por metros para emperifollar las estanter¨ªas. En falsos libros se escond¨ªan botellas o juegos, como las damas. O quiz¨¢ nada, porque hab¨ªa libros huecos, de mero adorno. Las enciclopedias vest¨ªan tambi¨¦n mucho en el armario donde iba la tele. Pues bien, desde que se impuso la decoraci¨®n minimalista, ya no se ve un libro en los hogares. Para m¨ª, la culpa la tiene claramente el minimalismo. Me refiero a que nos hayamos olvidado de los libros. Lo que no impide que se vendan como bibliotecas, muebles destinados a poner dos o tres cacharros. No m¨¢s. Somos minimalistas. Otra cosa es que los libros sirvan para leer. Porque ya no lee casi nadie. Aunque se da la paradoja de que todav¨ªa hay m¨¢s casas sin libros que gente que no lee. Ser¨¢ por la escuela. Digo, porque se obliga a leer a los chavales, y los libros se pueden conseguir en las bibliotecas p¨²blicas. A menos que se compren, se lean (o no) y luego se tiren. ?Un libro? Quita, quita...
Se da la paradoja de que todav¨ªa hay m¨¢s casas sin libros que gente que no lee. Ser¨¢ por la escuela
Afortunadamente, esta mala costumbre est¨¢ desapareciendo. Cosas como la lectura y la lengua est¨¢n siendo borradas, menos mal, del curr¨ªculum escolar. ?Para qu¨¦ sirve la lectura o la lengua? Para nada, contestan sin pesta?ear los chavales. Y los adultos. Si les preguntaran. Pero a un adulto no se le preguntan semejantes bobadas. Estamos consiguiendo que la mayor¨ªa no entienda lo que lee. Con lo que queda contestada la pregunta de m¨¢s arriba. ?Para qu¨¦ sirve un libro? Como mucho, para arrasar bosques.
Menos mal que nos queda Zaf¨®n. Y Harry Potter. O Paulo Coelho. El mundo se divide en dos, los que leen eso y los que no leen nada. Entre medio queda una minor¨ªa ex¨®tica y exigua que suele leer por obligaci¨®n. Y, a veces, por propio gusto. O para que no desaparezca de la memoria humana gente como Cervantes o Shakespeare. ?Mande? S¨ª, dos autores que murieron el mismo d¨ªa del mismo a?o. Lo que motiv¨® que en Espa?a se decidiera conmemorar el evento celebrando el D¨ªa del Libro. No se preocupen, se trata de una onom¨¢stica sin consecuencias. Como cuando se celebra el D¨ªa del Agua o el D¨ªa sin Coche. Podemos vivir sin el D¨ªa del Libro.
Si yo tuviera que presentar un libro, me lo pensar¨ªa. No por nada, sino porque me sentir¨ªa culpable. Culpable por haber arrojado otro trasto in¨²til a este mundo lleno de cachivaches. Hombre, si barajara cifras millonarias ser¨ªa harina de otro costal. Tengan por seguro que estar¨ªa encareci¨¦ndoles a que se lo comprasen. De hecho, organizar¨ªa mi propio montaje de presentaci¨®n. Convencer¨ªa a Paris Hilton para que posara con ¨¦l. O sea, con el libro. Y encargar¨ªa una mu?eca port¨¢til para firmar ejemplares.
Al hablar de mu?eca hablo de lo que queda justo por encima de la mano y que se cansa mucho en las sesiones de firmado. Es por envidia. Lo confieso. Me corroe la envidia. Es decir, me corroer¨ªa si tuviera que presentar un libro de esos que no lee nadie. Ni siquiera el propio autor. Si le regalan un libro mire debajo. Podr¨ªa tratarse de una trampa.
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