Baroja posmoderno
El radiante valor literario de estos diarios est¨¢ en una sutil basculaci¨®n entre el arrabal y el centro urbano, entre la periferia de las letras y las avenidas burguesas. La penumbra relativa de p¨²blico en la que viven es solidaria de su calidad y a lo mejor hasta parte de su causa: sin esa penumbra quiz¨¢ no ser¨ªan tan exhibicionistas de la libertad de burlarse de s¨ª mismo, cervantinizando, ni tan desacomplejados en la burla de los dem¨¢s, y esos dem¨¢s son siempre gentes de tron¨ªo y notoriedad. Al pobre Miguel el Loco (que fue personaje doloroso de muchos de los tomos del diario) lo reencuentra en ¨¦ste para despedirse casi, y no hay maltrato alguno ni parodia ni ensa?amiento, mientras que los peor malparados son casi siempre personas con alg¨²n poder y sobre todo con poder literario, o reguladores del tr¨¢fico p¨²blico de las letras. Puede ser un Juan Cruz como gestor hiperactivo (que sin embargo y al mismo tiempo escribe un buen libro como Ojal¨¢ octubre), puede ser Mu?oz Molina o Javier Mar¨ªas, o puede ser, todav¨ªa y otra vez, Luis Mar¨ªa Anson o la mism¨ªsima Real Academia, como tantas otras veces, o los vigilantes profesorales de la correcci¨®n del diarista, tratados con una discreta socarroner¨ªa. Los damnificados son m¨¢s poderosos que ¨¦l, porque ¨¦l se viste de Baroja articulista y algo posmoderno, o de neogaldosiano novelista del d¨ªa a d¨ªa, porque ¨¦sas son las materias que hacen los diarios: un inequ¨ªvoco don narrativo para lo humilde, una prosa hasta preciosista a ratos y sin embargo siempre plegada a la media sonrisa y a la precisi¨®n (para describir fastuosamente el palacio de la calle de Mej¨ªa Lequerica en Madrid o para atrapar los campos en conmovidos vistazos l¨ªricos).
La man¨ªa
Andr¨¦s Trapiello
Pre-Textos. Valencia, 2008
815 p¨¢ginas. 35 euros
La honradez de la voz est¨¢ hecha de veracidad y capricho, no de c¨¢lculo interesado o miedoso, y esa libertad es una forma brillante de la imaginaci¨®n verbal, cuando rebaja a Juan Benet, el ingeniero, o maltrata a Enrique Vila-Matas, cuando eleva a Ram¨®n Gaya o encumbra y con tanta raz¨®n a Carlos Pujol. Es lo que cree este narrador y ¨¦sas son sus convicciones, tan equivocadas o tan injustas como se quiera, pero son ellas las que van poblando de densidad moral y compromiso en el sentido m¨¢s estricto estos voluminosos cuadernos. Trapiello ha reinventado el g¨¦nero para instalarse en ¨¦l como contador incansable y valiente de historias que no se repiten nunca, como no se repite nunca nada en quien es observador atento, agudo, meticuloso y sentimental de la vida de los otros y de la suya propia. Por eso a otro lector tan adicto como yo de estos diarios novelizados, C. F. (para ponerlo como A.T.), le gusta decir que cuentan la andadura vacilante que tienen los d¨ªas en todos nosotros y tienen la humildad de no ocultar ni sus propios des¨¢nimos o decepciones ni tampoco las euforias o las man¨ªas, incluso cuando estas ¨²ltimas s¨®lo proceden de la buena fortuna de un libro propio o de la alegr¨ªa tranquila de estarse ah¨ª, tantas horas, contando y corrigiendo p¨¢ginas para que digan lo mejor posible lo que a uno lo agita o lo melancoliza. Y decirlo para muchos.
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