Terroristas del mar
El caso del atunero espa?ol debe propiciar un debate global sobre protecci¨®n mar¨ªtima
El Playa de Bakio debe llegar ma?ana a las Seychelles, escoltado por la fragata M¨¦ndez N¨²?ez, con sus 26 tripulantes, 13 espa?oles y otros tantos africanos, sanos y salvos. El secuestro que sufrieron el domingo pasado, cuando la embarcaci¨®n navegaba frente a las costas somal¨ªes, concluy¨® el s¨¢bado digamos que felizmente, porque s¨®lo han de lamentar el miedo que pasaron durante su cautiverio. Pero el problema, como precedente o no, apenas acaba de plantearse.
Parece evidente que los piratas s¨®lo abandonaron el pesquero espa?ol -que hab¨ªan asaltado el domingo anterior- una vez pagado el rescate exigido, probablemente a trav¨¦s de abogados intermediarios en Londres. El rescate habr¨ªa rondado los 750.000 euros, seg¨²n fuentes somal¨ªes, pero no es tanto la suma lo que cuenta como su procedencia. Si el dinero lo ha pagado el armador es dif¨ªcil formular una opini¨®n tajante. Es un particular, y todo lo que hubiera significado dejar a los marineros a su suerte habr¨ªa constituido para ¨¦l un grav¨ªsimo problema moral y de opini¨®n p¨²blica. ?Pero y si ha sido el Gobierno espa?ol, cuyos esfuerzos diplom¨¢ticos o de seguridad s¨®lo pod¨ªan ser de un alcance limitado, quien favoreci¨®, contribuy¨® o intervino directamente en el pago?
?Deben los Estados alentar de hecho ese terrorismo del mar recompensando a los piratas, al pagar o permitir que se pague un rescate? Hace unas semanas, Francia, que se vio en situaci¨®n similar cuando el superyate Ponant fue asaltado, se zaf¨® de responder porque su armada pudo recuperar gran parte del rescate y detener a los terroristas del mar. ?Pod¨ªa Espa?a haber hecho lo mismo? El PP quiere pregunt¨¢rselo al Gobierno en el Congreso.
Seguramente no se puede establecer una ley universal, ni la oposici¨®n debe convertir en tormenta pol¨ªtica una crisis que culmina bien. Los casos deben examinarse teniendo en cuenta el riesgo para los secuestrados, la viabilidad de un rescate militar o las posibilidades de acci¨®n diplom¨¢tica. Pero la vida humana ha de ser siempre el bien m¨¢s preciado para los poderes p¨²blicos. Lo que resulta claro es que esta resurrecci¨®n de las acciones de pirater¨ªa en zonas muy concretas no debe abordarse en orden disperso. Los organismos internacionales, la ONU b¨¢sicamente, y ante situaciones como la que nos ocupa la Uni¨®n Europea -una buena docena de cuyos pa¨ªses miembros poseen medios de guerra mar¨ªtimos de alguna consecuencia- habr¨ªan de estudiar muy seriamente el asunto.
No se trata de que potencias individualmente consideradas -Espa?a, Francia, Reino Unido- patrullen en sesi¨®n alterna o continua ciertos mares lejanos y peligrosos. El objetivo deber¨ªa ser, puesto que el riesgo es cierto y existen medios para ello, que una flotilla renovable y rotatoria de los pa¨ªses afectados se desplegara de manera permanente para proteger el trabajo en el mar y combatir hasta la extinci¨®n esta nueva plaga. La pax britannica, no por casualidad, se basaba en buena parte en esa acci¨®n de polic¨ªa mar¨ªtima.
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