Asturias en 1962, la llama de la libertad a 450 metros bajo tierra
Jorge M. Reverte retrata las huelgas mineras que iniciaron los cambios pol¨ªticos
?C¨®mo se fue la dictadura a pique al morir Franco y pudo llegar la democracia sin demasiados traumas? ?Qui¨¦nes abonaron el terreno? ?Fue tarea de un grupo de pol¨ªticos del r¨¦gimen que supieron abrirse a la modernidad? ?O la batalla por las libertades fue un proceso lento que empez¨® mucho antes y en el que se implicaron los espa?oles corrientes y molientes? La furia y el silencio. Asturias, primavera de 1962 (Espasa), de Jorge M. Reverte, toca algunas de estas cuestiones. "El movimiento obrero fue esencial en la lucha por las libertades y la democracia en Espa?a", dice el escritor. "Y lo que ocurri¨® en Asturias, en las huelgas que se desencadenaron en las minas entre abril y junio de 1962, puso en marcha la apasionante lucha por espacios de libertad para horadar el edificio monol¨ªtico de la dictadura".
"El movimiento obrero fue esencial en la lucha contra la dictadura"
"Las mujeres participaron en esa pelea silenciosa y llena de s¨ªmbolos"
La furia y el silencio se abre con la caminata que tiene que hacer todos los d¨ªas Francisco Fern¨¢ndez para llegar a su trabajo en la mina San Nicol¨¢s (La Nicolasa). Le han cambiado el horario de trabajo y ya no puede utilizar el tren que antes lo acercaba desde Las Segadas, el caser¨ªo de la zona de Mieres donde vive, hasta el tajo. As¨ª que camina dos horas, luego baja al infierno durante ocho, y otras dos para regresar. Lo llaman El Toru, y es un falangista que estuvo con la Divisi¨®n Azul en Rusia en 1942. Pero est¨¢ tan harto de tanta explotaci¨®n que, junto a otros seis picadores, se niega a entrar al trabajo. Un trabajo que se desarrolla en la novena capa de la mina, a 450 metros de profundidad. As¨ª empieza todo.
"El movimiento se inicia de manera espont¨¢nea, nadie lo dirige", cuenta Jorge M. Reverte (Madrid, 1948). "Y tambi¨¦n va a terminar sin protagonismo alguno de los dirigentes. Lo que van a mostrar los mineros de Asturias durante el desarrollo del conflicto es que no son unos salvajes dinamiteros, como los pinta el r¨¦gimen, sino que su cultura est¨¢ hondamente enraizada en una tradici¨®n solidaria que heredan de sus mayores. No hay violencia. Todo se va produciendo a trav¨¦s de gestos silenciosos y acciones simb¨®licas. Si hablaban entre ellos, la represi¨®n pod¨ªa ser mayor. As¨ª que no entraban a trabajar si el picador de mayor prestigio no bajaba la percha con el mono y el casco. Entonces miraba a sus compa?eros, y ¨¦stos entend¨ªan. No fue, adem¨¢s, s¨®lo cosa de los hombres. Las mujeres ayudaban, y all¨ª donde hab¨ªa esquiroles sembraban su camino de granos de ma¨ªz para llamarlos gallinas. Hasta que se un¨ªan a los dem¨¢s".
Son siete tipos los que empiezan a cuestionar la explotaci¨®n, y la chispa se enciende. En una semana, todas las minas pr¨®ximas est¨¢n en huelga. A la siguiente son las de la cuenca que queda m¨¢s cercana, la del Nal¨®n, y las noticias (que entonces van muy lentas) ya llegan a La Camocha, de Gij¨®n, que tambi¨¦n se suma. Un mes despu¨¦s ya se han unido los Altos Hornos de Vizcaya, y van apunt¨¢ndose los trabajadores de Catalu?a, El Ferrol, Sagunto, Jerez, Madrid... All¨ª, en la Puerta del Sol, las mujeres son las primeras en manifestarse. Luego apoyar¨¢n a los mineros los intelectuales (con una carta que encabeza Men¨¦ndez Pidal). Evidentemente, poco a poco se han ido incorporando los sectores m¨¢s politizados. "Los primeros son militantes de la JOC (Juventud Obrera Cat¨®lica), y algunos de UGT, que se apuntan a t¨ªtulo personal contra las directrices del sindicato. Los comunistas son los que, tras superar los recelos iniciales (estaban preparando una gran huelga general y no quer¨ªan que se les estropease), se implican de manera m¨¢s entusiasta", explica el autor.
Como ya hiciera en su trilog¨ªa sobre la Guerra Civil (Madrid, el Ebro, la campa?a de Catalu?a), Reverte mezcla el testimonio personal (y ha hablado con muchos de los que estuvieron all¨ª) con la exploraci¨®n de fuentes primarias (la documentaci¨®n que procede de la Guardia Civil y de la Brigada de Investigaci¨®n Social, por ejemplo: "Apuntaron lo que pas¨® cada d¨ªa", comenta). Cuenta lo que hicieron los mineros, pero tambi¨¦n los empresarios, las autoridades del r¨¦gimen y sus esbirros, y otros sectores sociales. S¨²mese la mirada distante del historiador, que propone algunas claves de lectura, para tener una versi¨®n muy aproximada de lo que pas¨®.
En 1959, los sectores duros de la dictadura hab¨ªan tenido que aceptar las propuestas de los tecn¨®cratas del Opus, y empezar a liberalizar la econom¨ªa. Por ese min¨²sculo hueco que se abri¨® en el bloque gris¨¢ceo de la dictadura irrumpi¨® la furia silenciosa de cuantos quer¨ªan democracia y libertad. La llama la encendieron los mineros en Asturias.
Babelia
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