Rajoy y la estabilidad democr¨¢tica
Dos crisis se cruzan en Espa?a en estos momentos: la crisis financiera con repercusiones serias en toda la econom¨ªa nacional y la crisis del PP. Asistimos estupefactos a la falta de debate sobre la primera, mucho m¨¢s importante para los espa?oles que la segunda; la crisis financiera pende sobre la cabeza de cientos de empresas que ven limitadas sus andanzas y expectativas ante el cierre de las ventanillas bancarias para que las empresas puedan disponer de recursos financieros que les permitan seguir manteniendo o ampliando sus negocios y el empleo. La empresa espa?ola puede sucumbir en cadena si no se toman medidas que permitan devolver el cr¨¦dito financiero al sector empresarial espa?ol.
Hay una derecha montaraz y otra respetuosa, moderna y europe¨ªsta
El PP pretende atribuirse el monopolio de lograr el final de ETA
Y asistimos expectantes al debate que el PP ha iniciado con vistas a su congreso de junio. Aqu¨ª resulta m¨¢s f¨¢cil y menos comprometida la opini¨®n. Los ciudadanos ven con divertimento la pelea partidaria y con preocupaci¨®n, hasta el punto de que la psicolog¨ªa tiene campo para el estudio, la situaci¨®n econ¨®mica. A todos nos importa poco lo que pasa en el PP, aunque muchos deseamos que ese partido se oriente hacia la moderaci¨®n y la aceptaci¨®n de las reglas democr¨¢ticas.
Si exceptuamos el periodo en el que gobern¨® UCD, que naci¨® y muri¨® con la transici¨®n, la democracia de verdad, estabilizada y normalizada, empieza a contar desde las elecciones de 1982. Han pasado, pues, 26 a?os de democracia en Espa?a. De esos 26 a?os, durante ocho ha gobernado el PP y 18 ha gobernado el PSOE.
Existe una derecha montaraz, muy patri¨®tica pero nada constitucionalista, que pide m¨¢s madera a Rajoy en su labor de oposici¨®n o, de lo contrario, que deje el puesto a alguien que sepa seguir la estrategia de la dureza y la confrontaci¨®n. Hacerle caso, desde el PP, es caer en la tentaci¨®n de pensar -si no lo piensan ya- que este juego de la democracia no es bueno para que ellos lo jueguen, por la sencilla raz¨®n de que casi siempre ganan los mismos. Han cambiado de jugador en varias ocasiones y el resultado no es el que ellos esperaban cuando, a trancas y barrancas, decidieron participar en democracia.
Afortunadamente, existe otra derecha que s¨ª quiere jugar -y ganar limpiamente- al juego democr¨¢tico. Conservadores democr¨¢ticos, modernos, europe¨ªstas y respetuosos con las reglas. Esos conservadores, que tienen todo el derecho a alternarse en el poder, deben ser los que se impongan en la definici¨®n de un partido de centro-derecha similar a lo que fue la UCD, que, por cierto, le gan¨® dos elecciones al PSOE.
Para ello se tienen que olvidar de la pretensi¨®n que el PP tuvo en la legislatura pasada de romper las reglas del juego con las que hemos llegado hasta aqu¨ª.
Solo cuando el PP apareci¨® como un partido de centro-derecha democr¨¢tico y moderno, consigui¨® obtener el apoyo mayoritario de los ciudadanos en forma de mayor¨ªa absoluta que Aznar se encarg¨® de echar a perder cuando volvi¨® por la senda m¨¢s intranquilizadora de la derecha cerril. Esa derecha moderna, democr¨¢tica, europea, y eso depender¨¢ mucho de quien la lidere, tiene la oportunidad de demostrar a los ciudadanos que vuelve a jugar limpio con el deseo de gobernar en Espa?a sin romper nada.
La primera ocasi¨®n de demostrarlo se va a presentar en el congreso de junio. Ser¨ªa deseable que el discurso de la derecha que salga de ese congreso se situara en la defensa cerrada de la acci¨®n del gobierno en aquellos asuntos donde los ciudadanos no admiten ni medias tintas ni juego sucio. El PP debe saber y hacer saber a sus militantes y a los ciudadanos que sin su contribuci¨®n leal ser¨¢ dif¨ªcil acabar definitivamente con ETA. La pol¨ªtica de excitaci¨®n de los bajos instintos que ha practicado en los ¨²ltimos cuatro a?os ha imposibilitado que el Gobierno arriesgara algunas medidas, sobre todo las relacionadas con los presos etarras, que hicieran posible el avance hacia el final de ETA. El PP sabe que ning¨²n gobierno podr¨¢ ampliar el campo en relaci¨®n con la lucha antiterrorista si ese partido no lo apoya y consiente.
En democracia, los partidos tienen dos o tres misiones hist¨®ricas que realizar; cada uno de ellos representa lo que representa y es visto por los ciudadanos como aptos para llevar adelante determinadas misiones. Los hay que piensan que la lucha contra ETA y su exterminio es cosa de la derecha; para muchos el PP no es sospechoso cuando negocia con la banda mientras que el PSOE no es leal con la democracia y con Espa?a cuando pretende lo mismo. Aunque el presidente Zapatero, cuando decidi¨® el contacto con ETA, se encaden¨® al Parlamento para evitar cualquier tentaci¨®n de sucumbir a los cantos de sirena al estilo Aznar y, a pesar, de no haber dado ni un solo paso que pudiera haber hecho creer a la banda que las llaves de la c¨¢rcel pasaban de las manos de los dem¨®cratas al bolsillo de los terroristas, el PP, y quienes le apoyan medi¨¢ticamente, han conseguido hacer creer a una parte significativa de la poblaci¨®n que Zapatero y el PSOE se han entregado de pies y manos a los asesinos de ETA.
Y no era dif¨ªcil hacer pasar esa falsedad cuando la derecha espa?ola considera patrimonio suyo la tarea hist¨®rica de terminar con ETA; ya lo dej¨® escrito Antonio Hern¨¢ndez Mancha, que fue presidente nacional del PP, en un art¨ªculo en EL PA?S del 26 de junio de 2006, en donde escribi¨® literalmente: "Ya hemos dado por perdida una baza que s¨®lo al PP correspond¨ªa: la de haber acabado con ETA. No demos por perdida la segunda, que es la reforma de la Constituci¨®n".
De igual forma que la pol¨ªtica de reconversi¨®n industrial llevada a cabo por el gobierno socialista en los a?os 80 hubiera sido imposible haberla realizado por un gobierno de derechas, un final negociado de la banda ETA resultar¨¢ imposible sin el apoyo de la derecha. Ofrecer ese apoyo al presidente del gobierno es certificar definitivamente el final de ETA y jugar a la democracia limpiamente, aceptando sus reglas y abriendo una posibilidad cierta de poder gobernar.
El PP, adem¨¢s, deber¨ªa dejar constancia de que su voluntad pasa por aceptar la propuesta de Zapatero para que el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Constitucional gocen de la estabilidad, independencia y credibilidad que se les ha arrebatado a lo largo de la ¨²ltima legislatura. Los dem¨®cratas espa?oles estamos deseando saber y comprobar que esos ¨®rganos fundamentales para la democracia han dejado de ser un instrumento al servicio de los partidos para convertirse definitivamente en instrumentos al servicio de los ciudadanos; la credibilidad de nuestra democracia se asienta en la capacidad de la Justicia para transmitir objetividad e independencia en la toma de decisiones que afectan a nuestros derechos. Un alineamiento partidario como el que se ha producido estos ¨²ltimos a?os en el Consejo y en el Constitucional es una bomba de relojer¨ªa puesta en las aspiraciones de justicia que todos deseamos en un sistema de derecho como el espa?ol.
Por ¨²ltimo, ser¨ªa de gran ayuda a la estabilidad democr¨¢tica que desde el PP y el PSOE se evitaran los ataques que, desde determinados medios, se han hecho contra la monarqu¨ªa parlamentaria, base del acuerdo institucional que nos ha permitido llegar hasta aqu¨ª. Si todo eso se desarrollara as¨ª, es decir, dentro de la limpieza del juego democr¨¢tico, podr¨ªamos concluir que estas elecciones las perdi¨® el PP y las gan¨® Rajoy si sabe conducir a su partido al terreno de la utilidad democr¨¢tica.
Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra ha sido presidente de la Junta de Extremadura.
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