No hay enfermedad
Cuando la noticia de horrores como los cometidos por Josef Fritzl conmociona a la opini¨®n p¨²blica, los profesionales de la salud mental nos vemos requeridos a responder qu¨¦ tipo de mente enferma puede haberlos guiado. La respuesta es descorazonadora: no hay enfermedad a la que atribuir un comportamiento as¨ª.
Pensar que un comportamiento contrario a lo que consideramos humano es producto de una enfermedad nos evita el trance de aceptar la maldad en nuestra especie. Pero lo hace a un coste alto: el de negar la responsabilidad que tienen los individuos de sus actos y el de asociar, una vez m¨¢s, por un motivo falso, la enfermedad mental grave con la violencia.
A veces, un trastorno psic¨®tico puede llevar a cometer delitos: el individuo que cree que el enfermero que le ayuda es un miembro de la Gestapo que se propone arrancarle la informaci¨®n que ¨¦l tiene para destruir el mundo, no debe ser considerado culpable de apu?alar al enfermero -cosa que nunca se propuso- sino de haber intentado defenderse a s¨ª mismo y a la humanidad. Y s¨®lo debe ser tratado para evitar que vea miembros de la Gestapo.
Pero no hay enfermedad mental que coarte la libertad de un Josef Fritzl, que ha demostrado una capacidad de manejo certer¨ªsima de la realidad y que, con seguridad, sab¨ªa lo reprobable de su conducta, que, por eso se preocup¨® de ocultar. No hay objeto de tratamiento psiqui¨¢trico aqu¨ª. El mal que caus¨® a sus hijos es irreparable. Que su caso no sirva para que, al explicarlo, causemos mal a inocentes. Porque empezamos a querer ver enfermos mentales donde s¨®lo hay malvados y acabamos viendo malvados donde s¨®lo hay enfermos mentales.
Alberto Fern¨¢ndez Liria es presidente de la Asociaci¨®n Espa?ola de Neuropsiquiatr¨ªa.
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