Un problema de peluquer¨ªa
La moda del thriller americano contempor¨¢neo por experimentar con el tiempo real tiene un claro punto de partida: el ¨¦xito de la serie televisiva 24. As¨ª, aunque el recurso tenga poco de novedoso (cl¨¢sicos como Solo ante el peligro, La soga o Doce hombres sin piedad ya se basaban en el juego entre tiempo real y tiempo cinematogr¨¢fico, entre su plasmaci¨®n y su enmascaramiento), 88 minutos constituye una nueva vuelta de tuerca a un fen¨®meno que, a principios de a?o, ya sufrimos con la infame En el punto de mira. Sin embargo, todo es susceptible de empeorar. De modo que habr¨¢ que ir buscando un calificativo m¨¢s denigrante que infame para la nueva pel¨ªcula de Jon Avnet, veterano director de Tomates verdes fritos, encabezada nada menos que por Al Pacino. Quiz¨¢ hist¨®rica, en sentido peyorativo, pues es probable que se trate de la peor pel¨ªcula que se haya filmado en el cine reciente por parte de una productora de Hollywood, con un director reconocido y una estrella como protagonista. A la altura de la inolvidable Gigli (Martin Brest, 2003), con Ben Affleck, Jennifer L¨®pez y, caprichos del destino, de nuevo Pacino.
88 MINUTOS
Direcci¨®n: Jon Avnet.
Int¨¦rpretes: Al Pacino, Alicia Witt, Amy Brenneman, Leelee Sobieski.
G¨¦nero: thriller. EE UU, 2008.
Duraci¨®n: 108 minutos.
De thrillers rocambolescos andamos sobrados casi cada semana. Tambi¨¦n de truculencias narrativas que enmascaran acciones imposibles; de di¨¢logos necios disfrazados de trascendencia; de desenlaces tan improbables que se cargan todo lo narrado anteriormente; de discursos falaces sobre la necesidad de fre¨ªr en la silla el¨¦ctrica al malvado de turno, y hasta de espor¨¢dicos acelerones de imagen al estilo Matrix para dar (falso) ritmo en fase de montaje a lo que no lo ten¨ªa en fase de rodaje.
Aunque lo que no hab¨ªamos visto nunca es un cardado de pelo como el que luce Pacino en 88 minutos... un plano s¨ª y otro no. Una pel¨ªcula basada en lo que se supone que es el tiempo real, y resulta que el protagonista tiene un peinado y una longitud de pelo radicalmente distinto al coger un taxi y al bajar de ¨¦l, al entrar en un edificio y al salir, al esperar un sem¨¢foro y al cruzar la calle. Los fallos de raccord (continuidad) no hacen que una pel¨ªcula sea buena o mala; hay montones de cl¨¢sicas obras maestras (de Extra?os en un tren a Casablanca) en las que alg¨²n risible error de la script da juego para jugosos comentarios retrospectivos. La calidad art¨ªstica no depende de detalles tan nimios. Sin embargo, la curiosidad en torno a la fase de peluquer¨ªa convierte a 88 minutos en una gloriosa comedia involuntaria y se alza como loable raz¨®n para que sin duda pase a la antolog¨ªa del desprop¨®sito.
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