Fusiles calientes
He tenido una pesadilla. Una pesadilla que va desde la avalancha de aquellos perritos calientes que lanzaron desde Coney Island, para arrasarnos el duodeno, hasta el arsenal de fusiles calientes que anuncia Umberto Bossi, para "cazar a los clandestinos". De la mostaza a los 300.000 m¨¢rtires que ha reclutado la Liga del Norte para no s¨¦ qu¨¦ pelea, hay prote¨ªnas, mucho esperpento y m¨¢s ret¨®rica fascista. Si la Uni¨®n Europea se ha metido los perritos calientes entre pecho y espalda, ?por d¨®nde piensa meterse esos fusiles calientes? Como una pesadilla desbarata los m¨¢s solemnes tratados, no entra en sutilezas diplom¨¢ticas y se permite las licencias que le vienen en gana, la Uni¨®n Europea, que era, en el angustioso ensue?o, una dama ordinaria y mandona, se los meti¨® por el culo al se?or Bossi y lo ha dejado hecho un tost¨®n. Pero al despertar, me he dado cuenta de que la Uni¨®n Europea no es ninguna dama ordinaria, sino un elegante club de financieros, capitanes de industria y pol¨ªticos de charol, que ante cualquier conflicto, miran hacia otro lugar. Pero, eso s¨ª, son tolerantes, sensibles, permisivos y les complacen las ocurrencias y amenazas de algunos de sus socios. Sin duda, m¨¢s de uno se alboroz¨® cuando el saltar¨ªn Silvio Berlusconi celebr¨® su victoria, en medio de una multitud de j¨®venes que hac¨ªan el saludo fascista, mientras el primer ministro exclamaba: "Al verlos, he pensado: la nueva falange romana somos nosotros", en un exaltado revival de aquella marcha de camisas negras sobre la capital italiana de 1922. Los residuos del compromiso hist¨®rico entre Berlinguer y Andreotti se est¨¢n utilizando para montar una escenograf¨ªa penosa, que salpica a la Uni¨®n Europea y anuncia la devastaci¨®n de los campamentos gitanos y una carga contundente sobre los inmigrantes. El ap¨®stol de estas presumibles haza?as es Gianni Alemanno, el actual alcalde de Roma, quien ya ha vaticinado que expulsar¨¢n a cuantos han cometido cr¨ªmenes en la capital, unos 20.000 ciudadanos, no italianos, por supuesto, para aligerar la situaci¨®n, ni se permitir¨¢ la entrada a los ¨¢rabes, porque todos parecen terroristas.
Aqu¨ª, en vez de repartir estopa, se quieren repartir contratos de integraci¨®n. Por fortuna, a¨²n no ha saltado a la arena ning¨²n temerario Alemanno, aunque no hay que rasgarse las vestiduras ni perder las esperanzas. Todo se andar¨¢. De momento, una adhesi¨®n inquebrantable a las buenas costumbres espa?olas y valencianas, parece suficiente. Pero, ?cu¨¢les son las buenas costumbres espa?olas y valencianas?, ?las de Rajoy?, ?las del se?or Rouco?, se preguntaba P¨¦rez Rubalcaba en el primero de los supuestos, es decir, en el de todo el territorio. ?Las de Camps?, ?las del se?or Garc¨ªa-Gasco?, me pregunto, en el segundo de los supuestos, es decir, en el auton¨®mico. Seguro de que, con esos modelos, muchos abor¨ªgenes no estampaban su r¨²brica en una adhesi¨®n tan extravagante ni a punta de pistola. ?C¨®mo se le va a exigir tanto sacrificio a un inmigrante? Los sindicatos, el Primero de Mayo, ya le dedicaron pedorretas al Consell por tanto desatino. Acaso el Consell que toca a Alemanno con sordina, ?tambi¨¦n tiene fusiles calientes? Pues ya sabe.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.