Sin comer para ver a los Reyes
Miles de mostole?os ocupan el centro de la ciudad y pasan varias horas bajo un sol de justicia para poder saludar a la familia real
Sillas plegables. Paraguas azul o pa?uelo floreado a la cabeza. Y paciencia. "Llevamos desde las dos. Y sin comer. Bueno, una madalena. Y mi hermana, un pl¨¢tano". Todo sacrificio es poco para las hermanas Cristina y Matilde Gonz¨¢lez, de 82 y 80 a?os, si consiguen su objetivo de ver "de bien cerca" a la familia real. Por eso aguantan con buen humor y en primera fila el sol que cae a plomo en la plaza del Ayuntamiento de M¨®stoles. "Van a salir por ah¨ª", se?ala Cristina en direcci¨®n al balc¨®n. Eso ser¨¢ a las cinco y media. Son las cuatro y el term¨®metro marca 28 grados.
Miles de mostole?os ocuparon ayer las calles m¨¢s c¨¦ntricas de la ciudad para recibir a la familia real, 200 a?os despu¨¦s del bando de los alcaldes Andr¨¦s Torrej¨®n y Sim¨®n Hern¨¢ndez que animaba a la subversi¨®n contra el ej¨¦rcito franc¨¦s. Muchos, la mayor¨ªa, apenas pudieron disfrutar de una vista fugaz de los Reyes, los Pr¨ªncipes o el resto de autoridades. "He visto las manos de Cristina", se queja Modes a su amiga Pepi, ambas en retirada tras el paso de los coches oficiales. "Ya lo veremos bien en la tele", la consuela Pepi.
"El Rey es campechano; vendr¨¢ en metro", bromea un vecino
Antonio, apostado en una esquina de la avenida de la Constituci¨®n, reparte banderitas de Espa?a hechas de cartulina. Llevan dibujada una paloma de la paz en el centro. "Las he hecho yo mismo", fanfarronea. En realidad, son cortes¨ªa del Ayuntamiento, que reparti¨® ayer 30.000 banderas y coloc¨® m¨¢s de 2,5 kil¨®metros de tela con los colores de Espa?a.
M¨¢s abajo, la plaza del Pradillo es un hervidero. "Llevamos desde las dos aqu¨ª para coger sitio. Los reyes no vienen todos los d¨ªas", explican Herminia y Luisa. Ambas sobrepasan los setenta y son vecinas veteranas, de las que han visto las calles de M¨®stoles sin asfaltar y sin alcantarillado. Minutos antes de las cinco suenan los primeros v¨ªtores y aplausos. No es la familia real. Es otro rey, el de M¨®stoles: Iker Casillas, convertido en ¨ªdolo y s¨ªmbolo de la ciudad en los ¨²ltimos a?os. "A este le van a aplaudir m¨¢s que a nadie, porque ¨¦ste es nuestro", grita entusiasmada una mujer.
Kati se define "polaca de M¨®stoles" y saca a pasear su peque?a bandera de Espa?a en cuanto se escuchan palmas. "Hoy se celebra el aniversario de la independencia espa?ola", responde sin dudar a la pregunta de si sabe qu¨¦ se festeja. Como ella, cientos de inmigrantes fueron, como cada d¨ªa, un vecino m¨¢s de M¨®stoles. Ousmane y Bintou, malienses, sostienen a su beb¨¦ de 15 meses, Amadou, que juega con una banderola espa?ola. "Ha sido tan emocionante. Me encanta la Reina", dice ¨¦l. Ebraim levanta la mano por encima de las cabezas y hace fotos con su m¨®vil a todo lo que se mueve. "Mira, tengo una de Rajoy", ense?a orgulloso mientras pasa el presidente del PP. Guas¨®n, un hombre se sube a un banco y grita: "Rajoy, ?hoy no vienes en helic¨®ptero?". Se corre la voz de que en un coche oscuro viaja el Rey. "No, que el Rey es campechano. Vendr¨¢ en metro", tercia Miguel Herranz, de 18 a?os. Sus amigos, algunos con bandera espa?ola al cuello, se tronchan.
El rato que pasan las autoridades dentro del Ayuntamiento se hace insoportable. Ni un triste ¨¢rbol bajo el que cobijarse. Las banderolas, de sombrilla. Algunos se apelotonan bajo la exigua sombra que da la plataforma de la c¨¢mara de Telemadrid. Otros, como Carolina, Enrique y Marisa se pasan a las ca?as. "Desde aqu¨ª controlamos", dicen se?alando a la tele del bar La Tasquita. "Cuando salgan al balc¨®n, saldremos nosotros".
A pocas calles de all¨ª, la ciudad parece otra. No hay ruidos, ni gente en los balcones. All¨ª se encuentra el centro okupado La Casika. Se espera alg¨²n movimiento de protesta de j¨®venes antisistema, pero nadie se mueve. "Hoy no es el d¨ªa. No queremos l¨ªos. Nosotros ya nos manifestamos el otro d¨ªa", explica un joven de est¨¦tica punk.
Mientras la comitiva se dirige a la inauguraci¨®n del Monumento de la Libertad, en el flamante barrio M¨®stoles Sur, el respetable enfila callejeando hacia el centro de arte Dos de Mayo. Se escuchan comentarios del tipo: "Pues no est¨¢ tan delgada Letizia". En la avenida de la Constituci¨®n no cabe un alfiler. Sale la familia real y saluda. La locura. Es la ¨²ltima oportunidad. Los que no los han visto ya, despu¨¦s de tres horas de visita, ya no lo conseguir¨¢n. La bandera que cubre las vallas acaba troceada y en casa de muchos mostole?os. Como recuerdo, o como premio de consolaci¨®n.
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