C¨¢ceres, ciudad pajarera
Aves, torres y veletas que dialogan con el aire
Visitar por primera vez una ciudad puede ser una experiencia apabullante. El viajero corre el riesgo de perderse, de no saber hacia d¨®nde mirar, de que le sobrevenga una taquicardia -si es del tipo hiperest¨¦sico-, de quedarse sin palabras para nombrar m¨¢s tarde las calles por las que anduvo. Sin embargo, revisitar un espacio es deleitarse en los placeres distantes del reconocimiento. Tras haber madurado las im¨¢genes, se elige revivirlas, contrastarlas con el impacto de la primera impresi¨®n. Regresar as¨ª a C¨¢ceres es un goce, porque C¨¢ceres es una ciudad para re-conocer, un lugar de palabras clave -adarve, Golfines, veleta, Moctezuma, torre albarrana...-, nombres comunes y propios que van formando una sintaxis personal en cada recorrido.
La figura tr¨¢gica de Isabel de Moctezuma sirve de hilo para adentrarse en un recinto on¨ªrico. Nidos de cig¨¹e?a en los pin¨¢culos, patios que huelen a hinojo o el aljibe hispano-¨¢rabe de un vetusto palacio.
Y con las frases se van escribiendo las historias. La nuestra comienza en las escalinatas que, desde la plaza Mayor, conducen al casco hist¨®rico atravesando el arco de la Estrella, flanqueado por las torres de Bujaco y de los P¨²lpitos. De la puerta hacia la izquierda, por el adarve, se accede a la plaza del palacio de los Toledo-Moctezuma, s¨ªmbolo del mestizaje, que fue reedificado en el siglo XVI por Juan de Toledo Moctezuma, descendiente de Isabel de Moctezuma, hija del emperador azteca.
Una historia terrible
Da escalofr¨ªos pensar c¨®mo el mestizaje pasa por el desarraigo y c¨®mo la s¨ªntesis procede de la ant¨ªtesis y a menudo tambi¨¦n de la violencia: Isabel de Moctezuma es un ejemplo de c¨®mo los muros se levantan con oro y de c¨®mo el oro es una ganancia espuria. Isabel presenci¨® c¨®mo Hern¨¢n Cort¨¦s asesinaba a su familia: Tecuichpo Ixcaxochitz fue una ni?a casada con caudillos aztecas con los que no consum¨® el matrimonio; fue arrancada de su comunidad y entregada a los conquistadores. Hern¨¢n Cort¨¦s la viol¨® y de esa barbarie naci¨® una hija, Leonor, a quien la madre no reconoci¨® jam¨¢s.
Historias escondidas en las palabras y en las edificaciones de C¨¢ceres: el palacio de Moctezuma actualmente es sede del Archivo Provincial. Si se evocaran los acontecimientos que duermen en la cimentaci¨®n de cada palacio, el paseo ser¨ªa atronador a causa de las voces de los fantasmas: nos quedar¨ªamos encerrados entre los imaginarios vidrios de un solo paraje. Sin embargo, podemos escaparnos de ¨¦ste por una callejuela-laberinto que se abre a la magn¨ªfica plaza de Santa Mar¨ªa.
Ser¨ªa estupendo poder alzar los pies del suelo como las cig¨¹e?as, los mirlos, los cuervos y las palomas de esta ciudad pajarera, y gozar de las vistas de la plaza de Santa Mar¨ªa sobrevol¨¢ndola: la fachada renacentista del palacio Episcopal con su entrada de arco de medio punto y sus escudos que son otra impregnaci¨®n de la historia en la arquitectura; el palacio de Hernando Ovando, con el ¨¢guila esgrafiada de los Vera como un cuadro puntillista que brota entre los materiales de la edificaci¨®n o como dibujo de tiza que va deshaci¨¦ndose; al otro lado, la iglesia concatedral impone con sus g¨¢rgolas de fieras y leones: el interior alberga un retablo de cedro que conserva su color original y que merece la pena contemplar durante un rato.
La torre de la concatedral est¨¢ rematada por cuatro flameros sobre los que cuatro cig¨¹e?as vigilan de pie. Son imponentes las cig¨¹e?as. Nos acompa?an en un paseo por el silencioso casco hist¨®rico de una ciudad de luz vespertina donde sobrecogen la tranquilidad y el olor a fresa, extempor¨¢neo, de los desinfectantes con los que los barrenderos dejan impolutos los pavimentos... Las cig¨¹e?as a una hora determinada vuelan todas hacia la misma direcci¨®n poniendo las tildes al fraseo del casco hist¨®rico. Espero que, por su sobreabundancia, no estigmaticemos a las cig¨¹e?as urbanas como hacemos cada d¨ªa con las palomas.
Tambi¨¦n deben de habitar el cielo cacere?o mochuelos y lechuzas, b¨²hos, porque se descubren egagr¨®pilas, restos de la digesti¨®n de roedores deglutidos por las aves nocturnas. Detr¨¢s de la concatedral, por la calle de la Amargura, impresiona el cilindro de la torre de Carvajal; tambi¨¦n un patio que huele a hinojo y deja entrever olivos y un ¨¢rbol de enormes flores blancas. La forma de la plaza de Santa Mar¨ªa es la de la letra de un alfabeto lunar, marciano o venusino; sobre una de sus volutas, el palacio de Mayoralgo es una mole rectangular en la que destacan su n¨ªtida fachada renacentista y su escudo partido dimidiado de un ¨¢guila y una torre: un nuevo enigma her¨¢ldico. En el umbr¨ªo arremetimiento de la cuesta de Aldana queda la Casa de los Moraga y, pegado a la iglesia de Santa Mar¨ªa, el palacio de la Diputaci¨®n Provincial.
La letra de la plaza de Santa Mar¨ªa se convierte en s¨ªlaba, palabra y frase en la plaza de los Golfines: no se necesita ni plano ni diccionario para disfrutar de ella; all¨ª se asienta el edificio del Ministerio de Fomento y el palacio de los Golfines de Abajo: son bell¨ªsimas su ventana plateresca, su balaustrada curvil¨ªnea de piedra gris -las otras piedras de C¨¢ceres son manchas anaranjadas, amarillas, barrosas...- y su torre con una balconada sobresaliente que casi amenaza con desplomarse sobre la calle. De la plaza de los Golfines se sale a la de San Jorge, patr¨®n de esta ciudad cuyo casco hist¨®rico fue declarado patrimonio de la humanidad en 1986 y opta a ser capital europea de la cultura en 2016.
El encanto de la inaccesibilidad
M¨¦ritos hist¨®ricos, art¨ªsticos, culturales, gastron¨®micos, vitales -su gente es simp¨¢tica, conversadora y est¨¢ dispuesta a ayudar- no le faltan: lo que le falta son transportes... O a lo mejor es que la inaccesibilidad es uno de sus encantos. En la plaza de San Jorge, al pie de las escalinatas, hay una placa conmemorativa de Rub¨¦n Dar¨ªo y una peque?a estatua que representa la imagen del santo en el momento en el que traspasa con su lanza el cuello del drag¨®n: se aprecia la escama del reptil justo alrededor de su herida.
Arriba queda la iglesia barroca, apuntada y lechosa, de San Francisco Javier, uno de esos puntos ¨¢lgidos de C¨¢ceres en los que resulta imprescindible la contemplaci¨®n desde distintas perspectivas: la magnificencia del palacio de los Golfines de Abajo se hace m¨¢s asequible desde la altura de las escalinatas de San Francisco Javier. Con la visi¨®n menguante de los Golfines a la espalda, el viajero sube por la cuesta de la Compa?¨ªa entre muros desnudos que se rompen con la luz que penetra por el callej¨®n de Don ?lvaro: al final de la cuesta aparecen las plazas encadenadas de las Veletas, San Pablo y San Mateo.
Desde la plaza de las Veletas se achaparran las airosas torres de San Francisco Javier y el casco antiguo se funde con el verdor del paisaje extreme?o. El palacio de las Veletas, que cobija el Museo de C¨¢ceres, exhibe una balaustrada de azulejos verdes y blancos. Pero lo m¨¢s sobrecogedor es su aljibe hispano-¨¢rabe, que sigue recogiendo el agua de la lluvia a trav¨¦s de un sumidero del patio.
Revivir la visita
?ste es el lugar que elige esta viajera para revivir su primera visi¨®n de C¨¢ceres, el punto que se qued¨® asentado en mi memoria por su secreta condici¨®n, oscura y h¨²meda. Un enclave concebido para saciar la sed y ayudar a la fertilidad. El hueco del aljibe se sustenta en columnas que dan una sensaci¨®n de fragilidad acentuada por el sonido del goteo, el sonido infrecuente de las aguas estancadas, por la sospecha de la erosi¨®n.La plaza de San Pablo es al mismo tiempo amplia y recogida: el palacio de las Cig¨¹e?as y su torre, la ¨²nica que no fue desmochada por Isabel la Cat¨®lica, son imponentes y convierten casi en miniatura el convento g¨®tico de San Pablo: parece que se pudieran alcanzar con la mano las dos campanas de su espada?a.
De la plaza de San Pablo a la de San Mateo: rodeando su iglesia, asentada sobre una mezquita, por el callej¨®n de la Monja, se alza otra torre cuadrangular, con su balc¨®n a punto de recibir las g¨¢rgolas de San Mateo, que de un salto podr¨ªan cruzar la calle o echar a volar entre la confusi¨®n de los p¨¢jaros... El callej¨®n conduce a las casas del ?guila y del Sol; en esta ¨²ltima sobresalen los matacanes y el escudo de un sol con cara como el que pintan los ni?os. En la salida a la cuesta de Aldana tropezamos con la Casa del Mono, sede de la biblioteca Zamora Vicente.
Si subimos por la cuesta de Aldana, encontramos la Casa de Aldana y las bell¨ªsimas casas de los n¨²meros 14 y 16: el trazado del ladrillo tiene reminiscencias moz¨¢rabes y dentro se oyen zureos que parecen gru?idos de bestia encerrada. En la calle Ancha, tres joyas m¨¢s de la arquitectura cacere?a: la Casa Solar de los Ulloa, la de los Paredes Saavedra y el palacio de los marqueses de Torreorgaz, actual parador.
Tanto silencio y tanta belleza hacen que de pronto se necesite el bullicio, la aglomeraci¨®n, incluso un poco de esa fealdad o de ese tufo a comida que humaniza los lugares. La plaza Mayor, los mesones y las calles aleda?as, Godoy, Zapater¨ªa, Pintores, el Gran Teatro, la plaza de San Juan, Donoso Cort¨¦s, el local de la Despensa cacere?a con las tortas del Casar, los botes de criadillas de la tierra, la morcilla patatera y los sacos de legumbres, o el bulevar de la avenida de Espa?a, cuentan con ese reparador toque mundano y ayudan a aterrizar a un viajero que en su paseo por el casco hist¨®rico ha vivido en una ciudad de p¨¢jaros y de subterr¨¢neos aljibes, desplazada en el tiempo, probablemente ¨²nica en el mundo, hermos¨ªsima.
MARTA SANZ (Madrid, 1967) acaba de publicar su novela La lecci¨®n de anatom¨ªa (RBA)
GU?A PR?CTICA
Dormir
- Iz¨¢n C¨¢ceres (www.izanhoteles.es; 927 21 58 00; 902 14 15 15). Plaza de San Juan, 11. La habitaci¨®n doble, sin desayuno, a partir de 100 euros.
- Parador de C¨¢ceres (927 21 17 59; www.parador.es). Calle Ancha, 6. Habitaci¨®n doble, desde 142,31 euros.
- AH Agora (www.ahhotels.com; 927 62 63 60). Parras, 25. Tienen una oferta de la habitaci¨®n doble para fines de semana por 75 euros. Paquete de fin de semana para dos personas con alojamiento y circuito de spa, 150 euros.
- Hotel Alfonso IX (927 24 64 00; www.hotelalfonsoix.com). Moret, 20. La habitaci¨®n doble, desde 66 euros.
Comer
- Fig¨®n de Eustaquio (927 24 81 94). Plaza de San Juan, 12. Entre 30 y 40 euros. Men¨² de mediod¨ªa, 19 euros.
- La Tahona (927 22 44 55). Felipe Uribarri, 4. Alrededor de 35 euros.
- Torre de Sande (927 21 11 47; www.torredesande.com). Calle de los Condes, 3. Precio medio, entre 40 y 70 euros. Men¨² degustaci¨®n, 50 euros.
- Atrio (927 24 29 28). Avenida de Espa?a, 30. Men¨²s de 85, 95 y 105 euros (incluye IVA, bebidas aparte).
Visitas
- Museo de C¨¢ceres (927 01 08 77; www.museosextremadura.com). Plaza de las Veletas, 1. Abre de martes a s¨¢bado, de 9.00 a 14.30 y de 16.00 a 19.15. Domingos, de 10.15 a 14.30. Entrada gratuita.
- Museo Vostell (927 01 08 12; www.museovostell.org). En Malpartida de C¨¢ceres. Entrada, 2 euros. Hasta el 20 de junio, el horario es de martes a s¨¢bado de 10.00 a 13.30 y de 17.00 a 19.30, y los domingos de junio, de 10.00 a 14.30.
Informaci¨®n
- Oficina de turismo de C¨¢ceres (927 01 08 34; www.turismo.caceres.es).
www.turismoextremadura.com.
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