Avanzando hacia el pasado
La izquierda abertzale intent¨® celebrar el pasado fin de semana los 30 a?os de la creaci¨®n de Herri Batasuna, su primera gran marca pol¨ªtica, cobijada bajo las siglas de ocasi¨®n de otra formaci¨®n m¨¢s antigua (ANV) con las que trata de capear penosamente su expulsi¨®n judicial de la plaza p¨²blica. El movimiento nacido en 1978 para impugnar, tras la estela de ETA, la salida reformista al franquismo en Euskadi, ha realizado en estas tres d¨¦cadas un recorrido que tiene dif¨ªcil parang¨®n y que no puede satisfacer siquiera a los m¨¢s convencidos: saltar a la actividad pol¨ªtica con el objetivo de sustituir al viejo nacionalismo, para regresar, tras un largo y penoso peregrinaje, a un punto situado detr¨¢s del de partida.
No era ¨¦ste el destino que se imaginaban quienes lanzaron HB
Se ufanan sus portavoces de que en el tiempo transcurrido, y pese a la incesante mutaci¨®n de siglas y estructuras organizativas, la izquierda abertzale ha sabido conservar sus esencias y retener un suelo de votos considerable. Sin embargo, por mucha ingenier¨ªa contable que se aplique, el balance de este largo periodo no puede ser m¨¢s ruinoso. Sobre todo si se compara lo que se tiene hoy con lo que lleg¨® a tener y lo que podr¨ªa haber conseguido si hubiera sido capaz de soltarse de la mano de ETA. O de conducir a esta al camino de la pol¨ªtica, como hizo el Sinn Fein con el IRA en Irlanda del Norte.
El negativismo que ha caracterizado a la izquierda abertzale se manifiesta en todo su esplendor cuando presenta como su gran conquista hist¨®rica el haber demostrado el "agotamiento de la v¨ªa estatutaria". Es cierto que la persistencia de la violencia pol¨ªtica aplicada sistem¨¢ticamente ha conseguido que alg¨²n sector del nacionalismo se cuestione la validez de ese modelo, pero dar por fenecida la f¨®rmula que ha dado cuerpo al Pa¨ªs Vasco por primera vez en su historia, y que sigue funcionando con eficacia y sin alternativa viable revela los problemas de conexi¨®n que sigue teniendo la comunidad del rechazo con la realidad que le rodea.
Con su pertinaz impugnaci¨®n de la autonom¨ªa, la izquierda abertzale ha sido m¨¢s capaz de suscitar contradicciones en el seno de las dem¨¢s fuerzas nacionalistas que de resolver las suyas propias. Y la principal no es otra que su dependencia umbilical de ETA. Hasta el punto de que lo que define la actividad de HB, EH, Batasuna y ahora ANV no es pretender una Euskal Herria independiente -una meta que comparten otras fuerzas-, sino contextualizar y justificar pol¨ªticamente la violencia que desarrolla ETA con ese pretexto; explicar esa violencia como consecuencia inevitable del conflicto existente entre Espa?a y los vascos.
Es este papel, desempe?ado con m¨¢s o menos entusiasmo, el que ha conducido a la izquierda abertzale a la actual situaci¨®n, tras dilapidar sus energ¨ªas y el caudal de votos que lleg¨® a tener en Euskadi y Navarra. Y despu¨¦s de agotar tambi¨¦n la capacidad de comprensi¨®n y solidaridad de la sociedad vasca, que se ha cansado de comprobar c¨®mo el victimismo expresado ante el dolor propio se transforma en distante indiferencia cuando su brazo armado siembra el sufrimiento en campo ajeno.
La ilegalizaci¨®n de las estructuras de la izquierda abertzale crea una situaci¨®n an¨®mala en una democracia parlamentaria: dejar a un sector de la poblaci¨®n que puede representar el 10% del censo electoral sin el cauce de participaci¨®n pol¨ªtica que desea tener y que tuvo en el pasado. Por tanto, es razonable que esta circunstancia origine dudas y chirridos en los engranajes democr¨¢ticos. Pero que se mantenga o no su exclusi¨®n depende esencialmente de quien oblig¨® a los poderes del Estado a responder con resortes extraordinarios a un ataque inaceptable contra los fundamentos de la convivencia democr¨¢tica.
En estos 30 a?os se ha vivido la consolidaci¨®n de una democracia que en 1978 era incierta, la construcci¨®n de la Uni¨®n Europea, la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn o la irrupci¨®n del terrorismo yihadista. Ninguno de estos acontecimientos ha suscitado una reflexi¨®n de fondo en ese mundo. La izquierda abertzale no ha sabido, no ha querido o no ha podido zafarse de la tutela fundacional de ETA, hasta que la deriva de la organizaci¨®n terrorista a partir de mediados de los noventa ha conducido al movimiento pol¨ªtico a un callej¨®n compartido.
A falta de resultados y esperanzas, ¨¦ste s¨®lo puede exhibir su capacidad acreditada para aguantar el temporal. El resistencialismo, sin embargo, constituye una forma como otra cualquiera de disfrazar la resignaci¨®n, como quiz¨¢ hayan aprendido Arnaldo Otegi y otros compa?eros que comparten su suerte. Desde luego, ese no era el destino que se imaginaban los hombres y mujeres que el 27 de abril de 1978 presentaron en p¨²blico Herri Batasuna.
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