Aquel Mayo del 68 en California
Par¨ªs fue el foco de la conmoci¨®n de 1968 desde una perspectiva europea. Pero California fue m¨¢s lejos: si eras un radical ten¨ªas que serlo no s¨®lo pol¨ªticamente, sino en todos los aspectos de la vida cotidiana
Corre mayo de 1968. No estoy en Par¨ªs sino a casi 10.000 kil¨®metros de distancia, en California, conduciendo de Vancouver a Los ?ngeles. Acabo de poner fin a nueve meses de lectorado en la ciudad canadiense y voy a pasar un a?o y medio en un puesto similar en la Universidad de California-Los ?ngeles. Dos d¨ªas despu¨¦s de ponerme en camino, llego a mi destino a media tarde y me dirijo a Venice, una localidad costera en la que he alquilado un apartamento.
Al llegar al mar asisto a una escena como extra¨ªda de la Biblia. Hasta donde se pierde la vista, toda la playa est¨¢ llena de personas con largas t¨²nicas de m¨²ltiples colores, que sin embargo est¨¢n gastadas y descuidadas. Todos son blancos, no se ven minor¨ªas ¨¦tnicas. En lugar de respirarse aire puro, apesta a marihuana. Detr¨¢s de la multitud, sobre la acera, hay una fila de coches de polic¨ªa y en cada uno de ellos un agente que saca su ametralladora por la ventana. En la atm¨®sfera se palpa una incipiente violencia. Hasta ese d¨ªa, del mismo modo que nunca me hab¨ªa topado con la marihuana, tampoco hab¨ªa escuchado la palabra hippies, que me dijo un transe¨²nte al preguntarle qui¨¦n era esa gente. En ese momento, el t¨¦rmino apenas se utilizaba en Gran Breta?a o Europa. Para m¨ª fue la bienvenida a la revoluci¨®n a la usanza californiana.
Hasta llegar a Venice no me hab¨ªa topado con la marihuana ni escuchado la palabra 'hippies'
Conoc¨ª a un profesor que lo dej¨® todo y se fue de artesano a una comuna de Nuevo M¨¦xico
Desde una perspectiva europea podr¨ªa parecer que Par¨ªs fue el foco principal de 1968, pero cr¨¦anme que no fue as¨ª. En Europa los radicales eran bastante tradicionales. Se proclamaban heraldos de una nueva era, pero se comportaban de forma muy similar a la de los radicales de toda la vida. Eran estudiantes que asolaban todo a su paso y su radicalismo no profundizaba. En California, al menos para mucha gente, si eras radical ten¨ªas que serlo hasta el fondo, no s¨®lo pol¨ªticamente, sino en casi todos los aspectos de tu forma de vida. Incluyendo la educaci¨®n. Lo que estaba de moda era no poner notas y concederle a todo el mundo la m¨¢xima calificaci¨®n, porque cualquier otra pr¨¢ctica habr¨ªa sido discriminatoria; mayormente, las lecciones se abandonaron y se opt¨® por grupos de discusi¨®n abiertos.
Conoc¨ª a un estricto profesor de matem¨¢ticas, con su t¨ªpica camisa de cuello abotonado, pelo bien cortado y saludable vida matrimonial, que desapareci¨® del campus durante varios meses. Un buen d¨ªa iba caminando a clase cuando una especie de Cristo apareci¨® por encima de una colina. La melena rubia le ca¨ªa por debajo de los hombros, luc¨ªa una larga barba y llevaba una t¨²nica amplia y sandalias abiertas. Hasta que no se par¨® y me salud¨® no le reconoc¨ª. Hab¨ªa dejado las matem¨¢ticas y la universidad, tambi¨¦n a su esposa y sus hijos, y se hab¨ªa trasladado al desierto de Nuevo M¨¦xico, donde trabajaba como artesano en una comuna. Muchos otros hicieron cosas parecidas.
Los experimentos con la forma de vida, la sexualidad, las relaciones, las comunas y las drogas tambi¨¦n cundieron entre quienes pertenec¨ªan a grupos pol¨ªticos m¨¢s comprometidos. Sin embargo, en Estados Unidos los sesentayochistas eran un grupo muy diverso en lo tocante a sus credos o filiaciones de ¨ªndole pol¨ªtica. Fue una ¨¦poca en la que surgieron multitud de movimientos sociales; 1968 tuvo su origen en el movimiento sure?o de defensa de los derechos civiles, iniciado unos a?os antes, y tambi¨¦n en el que abogaba por la libertad de expresi¨®n, cuyo epicentro fue la Universidad de California-Berkeley, situada al otro lado de la bah¨ªa de San Francisco.
Esos movimientos se continuaron o fundieron con el de oposici¨®n a la guerra de Vietnam, catalizador de muchas propuestas radicales. Se solaparon con el de los hippies, aunque ¨¦stos estuvieran en su mayor¨ªa en contra del poder pol¨ªtico y de toda clase de autoridad. Hab¨ªa tambi¨¦n grupos de mao¨ªstas, aunque ten¨ªan menos influencia que en Europa. Estaban adem¨¢s los Panteras Negras y otros grupos disidentes negros, que en ocasiones se hab¨ªan convertido al islam. Y por supuesto el feminismo, de una tendencia mucho m¨¢s incluyente que las vistas hasta entonces. Fue m¨¢s una derivaci¨®n de 1968 que una parte de ¨¦l. Varias de las feministas m¨¢s destacadas de esta nueva vertiente se radicalizaron al contacto con los sesentayochistas, aduciendo que la revoluci¨®n se estaba haciendo por y para los hombres.
Diez a?os despu¨¦s recib¨ª una carta del conocido que hab¨ªa experimentado la conversi¨®n. Hab¨ªa vuelto con su esposa, a su corte de pelo de siempre y a su ropa pija, tambi¨¦n a su antigua casa, y buscaba trabajo en su antiguo departamento. ?C¨®mo fue posible que todo ese radicalismo y las grandes esperanzas de 1968 desaparecieran tan pronto como hab¨ªan surgido? Las razones son tan diversas como el propio fen¨®meno. El fin de la guerra de Vietnam priv¨® a la disidencia de una importante fuerza motriz. A los Panteras Negras los disolvieron las autoridades por las buenas o por las malas. Se conoci¨® el car¨¢cter represivo y homicida del mao¨ªsmo. Y en cuanto a los hippies, muchos de sus experimentos personales y sociales acabaron mal. La explotaci¨®n sexual continu¨® existiendo bajo el nombre de amor libre; las comunas se disolvieron y sus integrantes se enfrentaron entre s¨ª, y las drogas generaron m¨¢s adicciones que v¨ªas de liberaci¨®n del esp¨ªritu.
Lo m¨¢s importante es que los sesentay-ochistas pasaron por alto, o trataron de eliminar, algunos de los rasgos principales que hacen civilizada a una sociedad y, dentro de l¨ªmites bastante amplios, tambi¨¦n justa y equitativa. Se envolvieron en un manto antiburocr¨¢tico (que, contra toda l¨®gica, retom¨® despu¨¦s la derecha), pero en las sociedades complejas es indispensable cierto grado de coordinaci¨®n administrativa. Las universidades caer¨ªan en el caos si los trabajos y ex¨¢menes no recibieran calificaciones justas y rigurosas, y sin la autoridad que tienen los profesores en sus especialidades. Ninguna sociedad puede funcionar ampar¨¢ndose ¨²nicamente en los derechos por los que entonces pugnaban multitud de movimientos sociales. Para que la solidaridad social no zozobre, los derechos siempre deben compensarse con obligaciones.
De los movimientos que sobrevivieron a 1968, el principal fue el feminismo, y ello se debe a que ese momento hist¨®rico, m¨¢s que integrarlo en su seno, lo provoc¨®. Lo importante de 1968 no fueron s¨®lo sus movimientos, sino la amplitud de los cambios soterrados que la sociedad ven¨ªa experimentando desde finales de la d¨¦cada de 1950 y de los que dichos movimientos eran un reflejo. Hoy apreciamos en toda su extensi¨®n la profundidad de dichos cambios y seguimos tratando de lidiar con ellos. Afectan a la naturaleza de la familia, que ha dejado de girar en torno al matrimonio para hacer hincapi¨¦ en la calidad de las relaciones, y conceden una renovada importancia a la sexualidad, que ahora, al tiempo que entra en decadencia el doble rasero, es un aspecto cardinal del proceso de cambio. Tambi¨¦n se manifiestan en una entrada masiva de la mujer en el mercado de trabajo, en un descenso de los ¨ªndices de natalidad y en el fen¨®meno del "hijo m¨¢s deseado": los hijos ya no "vienen", sino que ahora elegimos si los tenemos y cu¨¢ntos queremos. Por ¨²ltimo, est¨¢ no s¨®lo la posibilidad sino la necesidad de elegir una forma de vida, y no de heredarla, junto a la aparici¨®n de la pol¨ªtica de la identidad, el declive de la deferencia y un enfoque m¨¢s cr¨ªtico de la elecci¨®n pol¨ªtica.
Para la izquierda 1968 tiene una m¨ªstica que no se merece, pero los derechistas que le echan la culpa de todos nuestros males tambi¨¦n se equivocan. De todos sus movimientos, los de m¨¢s ¨¦xito fueron los que ten¨ªan m¨¢s claro su objetivo; fue muy importante, por ejemplo, que hubiera protestas bien articuladas contra la guerra de Vietnam. Podr¨ªamos optar por detenernos aqu¨ª y dejar de lado a quienes quer¨ªan radicalizarlo todo, consider¨¢ndolos rom¨¢nticos est¨¦riles o incluso peligrosos. Sin embargo, yo les tengo algo m¨¢s que una ligera simpat¨ªa. Su liberaci¨®n era falaz, pero cuestionaba la vida cotidiana, algo que la mayor¨ªa d¨¢bamos por sentado. Hasta los que, como yo, discrepaban de sus ideas se vieron obligados a pensar y discutir algunos de sus presupuestos, y con frecuencia para defenderlos, aunque de otra manera.
Anthony Giddens es soci¨®logo brit¨¢nico. Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo.
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