El gris que invade la ciudad
Andaba Juan Urbano meditando sobre la tiran¨ªa del gris en la ciudad, porque Madrid cada vez es menos azul-Vel¨¢zquez y m¨¢s color tristeza, seg¨²n se llena de muros que parecen "un mar por media luna gris mandado" y suelos de granito por los que uno camina "sobre el tumulto gris de los azares", para decirlo con palabras robadas de dos poemas de Rafael Alberti. Con la misma eficacia siniestra con que se talan ¨¢rboles, se horadan t¨²neles o se recalifican zonas verdes, cada d¨ªa se construyen m¨¢s edificios del color del pesimismo, llenos de paredes sin vida y ventanas con cristales de espejo en cuyo hermetismo ve¨ªa Juan una met¨¢fora de la ceguera, aunque fuese la ceguera al rev¨¦s de las cosas invisibles, que consiste en ocultarse, en no dejar ver al otro. Cada vez hay m¨¢s aceras y pisos hechos con planchas de granito entre las que es imposible andar "entre espinas crep¨²sculos pisando", como escribi¨® uno de los maestros de Alberti, Luis de G¨®ngora. Y se suceden tantas plazas y hasta parques del mismo material, que algunos ya se preguntan si debajo de todo esto no habr¨¢ un fabuloso negocio de alguien que se estar¨¢ haciendo de oro a costa de pintarnos los ojos de gris a los dem¨¢s. Y, como remate a esta invasi¨®n del gris-l¨¢pida, est¨¢n esos espantosos bloques de hormig¨®n que separan los carriles de las autopistas y las carreteras, y que son una aut¨¦ntica apoteosis de la fealdad. Cosa que ocurre en nuestra Comunidad pero no en otras, y no hace falta m¨¢s que ir, por ejemplo, hacia Andaluc¨ªa para comprobarlo, porque en la A-4 lo que separa los carriles de la pista es una sucesi¨®n de unos hermosos arbustos que cambian de tono y flores con el paso de las estaciones y durante el viaje llenan de rojos y amarillos la mirada de los conductores. As¨ª que la disculpa de la seguridad no vale. ?No juraban sobre siete biblias que iban a plantar millones de ¨¢rboles y plantas en toda la regi¨®n? Pues que empiecen por las carreteras, que hay muchos kil¨®metros que podr¨ªan irle descontando a su promesa.
Tal vez un poco de culpa del poco inter¨¦s que se le da a las humanidades sea de la cultura del cemento
Pero, como se sabe, Juan Urbano es un hombre de mente asociativa, y si hablar de la influencia de G¨®ngora en Alberti le llev¨® a la palabra maestro, de ah¨ª salt¨® con toda facilidad a la huelga de ense?anza que se est¨¢ celebrando en la Comunidad de Madrid y con la cual los profesores de los centros p¨²blicos intentan mejorar sus condiciones de trabajo y protestan contra las privatizaciones de la ense?anza p¨²blica madrile?a. No se sabe muy bien si ¨¦sas dos cosas ser¨¢n las dos mitades de la misma manzana o una s¨®lo ser¨¢ la disculpa de la otra, porque desgraciadamente aqu¨ª hay, por lo general, muchas m¨¢s personas dispuestas a defender su empleo que su profesi¨®n; pero, en cualquier caso, el ataque despiadado que se le est¨¢ haciendo a la sanidad y la educaci¨®n p¨²blicas merece todas las manifestaciones del mundo.
Porque el gris tambi¨¦n puede ech¨¢rsenos dentro, y est¨¢ bastante claro que nuestro sistema educativo es una hormigonera de la que salen alumnos muy grises, tan poco preparados como demuestran los informes internacionales que hablan una y otra vez del baj¨ªsimo nivel acad¨¦mico de los estudiantes espa?oles. Hay quienes afirman que eso se arregla destruyendo la educaci¨®n p¨²blica y d¨¢ndoles doctrina, poniendo la religi¨®n en el centro de la clase y form¨¢ndolos como cristianos de vela y crucifijo. Los dem¨¢s, pensamos que si siguen arrincon¨¢ndose las humanidades, si cada vez se lee menos y se dedican menos horas a la literatura o el arte, y la historia se ense?a en dos minutos, y los idiomas se dan de manera superficial, es muy dif¨ªcil que podamos pasar del gris al blanco y de ah¨ª a los colores m¨¢s vivos. Tal vez un poco de culpa del poco inter¨¦s que se le da desde arriba a las humanidades y que le dan los propios alumnos se deba a la misma cultura del cemento, porque gracias a los negocios inmobiliarios en nuestro pa¨ªs hemos padecido tantos a?os de dinero f¨¢cil, empresarios multimillonarios en diez minutos y horteras con descapotable rojo y sin un libro en las estanter¨ªas, que muchos j¨®venes se habr¨¢n dicho: ?para qu¨¦ la cultura y la formaci¨®n intelectual? Si esa inquietud est¨¢ en el centro de los paros de los maestros, mejor que mejor.
Juan Urbano, que es fil¨®sofo, sentimental y del Madrid, ech¨® a andar hacia el Santiago Bernab¨¦u con esas dos ideas en la cabeza, aunque una y otra se fueron borrando seg¨²n se acercaba al estadio, que por cierto es muy bonito, con su arquitectura sin esquinas que encierra el verde m¨¢s victorioso de la ciudad. Y que adem¨¢s es, otra vez, la casa del campe¨®n o¨¦, o¨¦, o¨¦. Cultura, deporte y campos verdes: qu¨¦ sue?o de la raz¨®n. Hormig¨®n, cemento y privatizaciones, qu¨¦ pesadilla.
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