Bush y su gabinete de guerra, un c¨®ctel letal
Durante la primera campa?a presidencial de George W. Bush, sus principales consejeros se autodenominaron los Vulcanos en honor del dios de la guerra, seg¨²n cuenta James Mann en su libro Bush y su gabinete de guerra. Quer¨ªan enfatizar una imagen de poder y durabilidad, aunque curiosamente una estatua de Vulcano ubicada en la ciudad natal de Condoleezza Rice -Birmingham, Alabama- tuvo que ser reparada porque empezaba a venirse abajo. Y cuando Bush no sab¨ªa c¨®mo responder a alguna pregunta sol¨ªa decir que lo importante no era su nivel personal, sino el de los miembros de su Gobierno -Cheney, Powell, Rumsfeld, Wolfowitz, Rice y Armitage, entre otros-, "uno", dec¨ªa, "de los equipos mejor preparados en pol¨ªtica exterior que se hayan reunido jam¨¢s".
Adem¨¢s de 'halcones', eran arrogantes, ignorantes e incompetentes
Lo m¨¢s digno que se puede hacer es distanciarse de alguen como Bush
En cambio, Graydon Carter, editor de la revista Vanity Fair, los calific¨® en un duro art¨ªculo de arrogantes, ignorantes e incompetentes. "No es", escribi¨®, "un buen c¨®ctel de personalidades ni siquiera en una buena situaci¨®n. Y mucho menos si hay que dirigir un Estado; en este caso es un c¨®ctel letal".
Y en efecto, en la guerra de Irak fueron arrogantes en la toma de decisiones, escuchando s¨®lo lo que les interesaba; ignorantes, como prob¨® su desconocimiento de c¨®mo aceptar¨ªan la invasi¨®n quienes la iban a sufrir, e incompetentes en casi todos los aspectos relativos a la forma de administrar la posguerra.
Una vez derrocado Sadam, en vez de apartar del poder exclusivamente a la camarilla del dictador, optaron por desmantelar el pa¨ªs, como si pudieran crearlo ex novo a su imagen y semejanza. Olvidaron -mejor dicho, desconoc¨ªan- su historia, no entend¨ªan a su gente si es que no la despreciaban u odiaban, e ignoraron el dif¨ªcil equilibrio necesario para mantener unido un pa¨ªs en el que hab¨ªa diferentes etnias y grandes tensiones religiosas.
F¨¢cil es ganar una guerra cuando se dispone de un ej¨¦rcito infinitamente m¨¢s poderoso y de una tecnolog¨ªa mucho m¨¢s avanzada que los del adversario, pero de poco sirve todo ello para administrar la paz.
Dif¨ªcilmente pod¨ªan haber encontrado un modelo de incompetencia mayor que el de Paul Bremer, el llamado virrey de Bagdad, a quien otorgaron todos los poderes para reconstruir el pa¨ªs. Bremer lleg¨® auspiciado por Dick Cheney, el vicepresidente m¨¢s poderoso y nefasto que haya tenido Estados Unidos. Ten¨ªa el virrey de Bagdad todas las cualidades posibles para haber triunfado como ejecutivo de una gran multinacional y todas las imaginables para crear en Irak un caos mayor de cuanto pudiera pensarse. No conoc¨ªa Oriente Medio y en ning¨²n momento tuvo en consideraci¨®n su
historia, tradiciones o complejidad. Pero nada de eso importaba, porque Bremer era alto, atractivo, atl¨¦tico, exquisito gourmet, hac¨ªa jogging, se levantaba temprano, trabajaba incansablemente y no ten¨ªa tiempo que perder. Hab¨ªa estudiado en excelentes universidades y, por si fuera poco, hab¨ªa sido asistente personal del mism¨ªsimo Henry Kissinger. Pero el ser un buen ejecutivo no es garant¨ªa de ser un buen pol¨ªtico, lecci¨®n que parece conoc¨ªa Zapatero e ignoraba Rajoy.
Nada m¨¢s poner pie en tierra, a Bremer no se le ocurri¨® otra cosa que disolver la totalidad de las Fuerzas Armadas iraqu¨ªes. La siguiente medida fue desbaasificar el pa¨ªs, expulsando de la Administraci¨®n a todos los miembros del partido de Sadam. Decenas de miles de personas fueron al paro de la noche a la ma?ana. Y el resultado no se hizo esperar, interminable fue el n¨²mero de soldados y funcionarios que se manifestaron una y otra vez protestando contra estas decisiones. Nada de esto hizo retroceder al virrey. ?l nunca se equivocaba. Y as¨ª la gran mayor¨ªa de los desempleados engrosaron la lista de los insurgentes.
Pero no todo fue culpa de Paul Bremer. Bush y su equipo validaron sus decisiones. Estimaron, adem¨¢s, que hab¨ªa que implantar una econom¨ªa de mercado, en un pa¨ªs cuyo sistema estaba totalmente centralizado. Democracia y libre mercado eran inseparables, dec¨ªan. La reconstrucci¨®n econ¨®mica se convirti¨® en una pesadilla. Ni siquiera cumplieron las reglas del buen gobierno corporativo, que exige que la casa matriz se ocupe en todo momento de las filiales. El propio Rumsfeld reconocer¨ªa que hab¨ªa prestado poca atenci¨®n a la reconstrucci¨®n de Irak.
En su megaloman¨ªa, Bush y los suyos olvidaron que cuando se ha destruido el aparato del Estado y se quiere sustituir una econom¨ªa centralizada por una econom¨ªa de mercado, nada funciona, se hunden los servicios p¨²blicos y tambi¨¦n las empresas, que tardan a?os en reflotar. Finalmente, sobreviene el caos. Los ejemplos estaban al alcance de la mano. Gorbachov hundi¨® a Rusia en la miseria. La reunificaci¨®n de las dos Alemanias requiri¨® tiempo y fue muy costosa. China aprendi¨® la lecci¨®n. Y si a ello le a?adimos la terrible guerra civil que la invasi¨®n desat¨®, no es extra?o que los iraqu¨ªes echen de menos tiempos pasados. Sin duda, Sadam era un tirano, implacable y cruel con quienes no se doblegaban a sus exigencias, pero la econom¨ªa funcionaba y el pa¨ªs era uno de los m¨¢s seguros del mundo.
Al cabo de cinco a?os el balance no puede ser m¨¢s tr¨¢gico: decenas de miles de civiles iraqu¨ªes y unos 4.000 soldados norteamericanos muertos, dos millones de refugiados y las infraestructuras destruidas, sin que nadie sepa realmente c¨®mo salir del atolladero. Y mejor no hablar del coste econ¨®mico. Cuando el consejero de la Casa Blanca Lawrence Lindsay estim¨® el coste de la invasi¨®n de Irak en 200.000 millones de d¨®lares, Rumsfeld se ri¨® y Wolfowitz lo ridiculiz¨® diciendo que los ingresos del petr¨®leo costear¨ªan la reconstrucci¨®n del pa¨ªs. Ahora sabemos que la guerra de Irak va ya por los 600.000 millones de d¨®lares, y el premio Nobel Joseph E. Stiglitz considera que alcanzar¨¢ los tres billones de d¨®lares. Descorazona pensar cu¨¢nta riqueza se pod¨ªa haber generado con esta ingente cantidad de dinero y es l¨ªcito preguntarse hasta qu¨¦ punto este despilfarro no tiene una incidencia mayor en la crisis financiera actual que las hipotecas basura.
Incluso feroces halcones, como Richard Perle y Kenneth Aldeman, han terminado por entonar el mea culpa. Hay que haber perdido el sano juicio para afirmar, como el ex presidente Aznar, que "la situaci¨®n en Irak es muy buena. Hay libertad en el pa¨ªs y existe la posibilidad de establecer una democracia".
La mayor parte de los Vulcanos han desaparecido. S¨®lo quedan Rice, Cheney y el propio Bush, que pronto se ir¨¢n. Dijo Shakespeare que "el mal que hacen los hombres les sobrevive". Desafortunadamente, as¨ª es. Posiblemente nadie les pueda pedir responsabilidades a estos nefastos personajes por el da?o y el dolor causados.
Aunque algunos medios hayan criticado duramente la soledad del presidente Zapatero en la reciente cumbre de la OTAN, uno se siente reconfortado por las im¨¢genes que pretenden probar esa tesis. Quiz¨¢ porque lo m¨¢s digno que se puede hacer es distanciarse de un presidente como Bush, que nos deja un mundo mucho peor del que exist¨ªa cuando, desafortunadamente, fue elegido presidente de Estados Unidos hace ocho a?os.
Jer¨®nimo P¨¢ez es abogado y director de la Fundaci¨®n El Legado Andalus¨ª.
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