Resistencia pac¨ªfica
El combativo Benjamin H. Buchloh hablaba una vez de una cierta neovanguardia como lugar propicio a los "procedimientos aleg¨®ricos", dominados por la apropiaci¨®n y el fragmento, como los que Walter Benjamin hab¨ªa reconocido en el universo del barroco. En otro momento invocaba la sonrisa de Gerhard Richter mientras ¨¦ste le confirmaba, a instancias del propio historiador, la vigencia de la pintura. Es curioso, pero estas cosas parecen venir a prop¨®sito del trabajo de alguien tan distante del mundo de October como el artista del que aqu¨ª se trata.
De hecho, Manuel S¨¢ez (Castell¨®n, 1961) no s¨®lo no ha dudado nunca de la pintura, ni en broma, sino que ahora presenta 75 dibujos realizados -durante estos ¨²ltimos dos a?os- casi a t¨ªtulo de pinturas. En ellos se hace m¨¢s evidente que nunca la orientaci¨®n fragmentaria y aleg¨®rica de sus im¨¢genes: son objetos comunes, pero aislados, enf¨¢ticamente singularizados, trabajados con detalle; volum¨¦tricamente cuidados e iluminados. Son alegor¨ªas en la medida en que no significan lo que se ve en ellas, ni se ve lo que significan. Desde luego, la piedra de toque la pueden constituir sus numerosos auriculares telef¨®nicos -de ¨¦poca- sin tel¨¦fono propiamente dicho (aunque tambi¨¦n aparecen un par de m¨®viles), o ciertas herramientas o utensilios de cocina, o artilugios m¨¢s o menos enigm¨¢ticos. Hay adem¨¢s alg¨²n paisaje, alg¨²n que otro mueble, a veces descolocado, y hasta alg¨²n trozo bien trazado de cuerpo femenino. No es neosurrealismo lo que hace, aunque a veces lo parezca; ni es tampoco neopop. No es pintura o dibujo conceptualista, aunque sea conceptual e inteligente. Es, de alg¨²n modo, una pertinente llamada a la resistencia pac¨ªfica en el mundo del arte aut¨®nomo.
Manuel S¨¢ez
Sala Parpall¨®. Alboraia, 5. Valencia
Hasta el 15 de junio
En su mayor parte, la muestra se compone de obras en grafito sobre papel. Todas ellas, por cierto, de 50¡Á70 cent¨ªmetros. Supongo que porque as¨ª se facilita el artista el control sobre el dibujo. Y porque esa uniformidad de cada pieza refuerza la idea de la que nace. Y, en cuanto al uso del grafito, porque, como dice S¨¢ez, "el color puede ser un estado mental": algo que no es preciso explicitar demasiado. Ahora bien, dibujar con un l¨¢piz, y con tanto empe?o, podr¨ªa considerarse algo antiguo. Pero tal vez valga la pena insistir en ello.
En efecto, el autor viene a decir asimismo que lo malo del arte ligado a las nuevas tecnolog¨ªas es que envejece pr¨¢cticamente enseguida (como las nuevas tecnolog¨ªas, que hay que actualizar cada semana), mientras que el dibujo a l¨¢piz, mira por d¨®nde, es en s¨ª mismo t¨¦cnicamente perfecto y, por tanto, est¨¢ ah¨ª para quedarse. Y lo que uno puede preguntarse es esto: ?c¨®mo es que esa especie de neovanguardia, un tanto neobarroca anta?o preconizada por el a veces l¨²cido Buchloh -con su eventual fijaci¨®n en el fragmento, la apropiaci¨®n y la alegor¨ªa-, puede servirse de cosas tan antiguas como el l¨¢piz sobre papel? Pero si puede, ?por qu¨¦ no hacerlo? Estoy casi seguro de que el propio Benjamin lo hubiera aprobado. Si es que he entendido bien lo que dijo sobre el barroco... En cualquier caso, Manuel S¨¢ez tiene de barroco lo que Baltasar Graci¨¢n, salvando las distancias. ?l pinta -o dibuja- como si la historia no tuviera sentido. Aunque, en el fondo, ¨¦l sabe que s¨ª lo tiene. S¨®lo que -como suger¨ªa Kafka- no para nosotros...
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