La buena sombra
A grosso modo, digamos que hay artistas simp¨¢ticos y artistas antip¨¢ticos. Pero los taxonomistas deber¨ªan reservar una categor¨ªa especial para Lou Reed. Todo periodista que le haya tratado m¨ªnimamente puede contar y no parar sobre su agresividad verbal, su arrogancia abrasiva, la renuencia a discutir su propia m¨²sica. Los m¨¢s adictos se lo disculpan: el tratamiento de electroshock que le atizaron en su juventud debi¨® da?arle el rinc¨®n del cerebro donde se aloja el sentido de la empat¨ªa.
Aseguran sus apologistas que Lou se ha moderado, que se ha humanizado en el proceso de convertirse en una instituci¨®n neoyorquina. Pero no lo crean. Hace unos d¨ªas, se estrenaba Berl¨ªn en el Tribeca Film Festival, ya saben, la filmaci¨®n del concierto de Brooklyn donde recreaba su amargo disco de 1973.
Hay artistas simp¨¢ticos y artistas antip¨¢ticos. Y luego est¨¢ Lou Reed
Se celebr¨® luego un coloquio con Lou y el realizador, ese autoproclamado hombre-del-renacimiento llamado Julian Schnabel. A un espectador se le ocurri¨® preguntar por la valoraci¨®n de Berl¨ªn que hizo Lester Bangs: "el disco m¨¢s deprimido que se haya hecho nunca". Mala idea. Se le cruzaron los cables a Lou, que respondi¨®: "?qui¨¦n es Lester Bangs?". Schnabel, muy en su papel de buf¨®n en la corte del Rey Cool, hizo un chiste: "?no es el tipo al que Chris Walken ahogaba en Hombres frente a frente?".
Lester Bangs (1948-1982) fue un cr¨ªtico musical que utilizaba esa variante del Nuevo Periodismo llamada gonzo: textos intensamente personales, visceralmente sinceros, empapados de alcohol y drogas. Una figura reconocida: existe una solvente biograf¨ªa (Let it blurt, de Jim DeRogatis) y hay un par de antolog¨ªas de sus vigorosos escritos. Es mencionado en canciones de REM o los Ramones; Philip Seymour Hoffman le interpretaba en Casi famosos, la pel¨ªcula de Cameron Crowe.
Para entender la relaci¨®n de Bangs con Lou Reed, conviene recordar que el cantante nunca ha sido realmente popular en EE UU, aparte de Nueva York y otras metr¨®polis. Apoyarle, tras el resplandor de Walk on the wild side, equival¨ªa a apostar por un caballo perdedor, paradigma de la decadencia neoyorquina. Lester Bangs se convirti¨® en un palad¨ªn de la m¨²sica que Lou sacaba ante la indiferencia general, defendiendo incluso su indigerible Metal machine music. Pero no ejerc¨ªa de hincha: prefer¨ªa la admiraci¨®n cr¨ªtica.
Empe?ado en ser la conciencia de Lou Reed, sus entrevistas regulares con el cantante se transformaban en feroces torneos de ingenio, donde Lou demostraba su inagotable capacidad para dar cortes e insultar. Lester aguantaba el castigo y hurgaba en la llaga de sus poses. Se desquitaba describiendo el circo de freaks y lacayos que rodeaba entonces a la estrella, aunque tuvo la decencia de disculparse posteriormente por burlarse de Rachel, el transexual que acompa?aba al cantante a mediados de los setenta.
Lester era la buena sombra que acompa?aba la zigzagueante carrera de Lou. Estoy seguro de que, de no haber muerto a los 33 a?os, hubiera resultado una influencia positiva sobre la m¨²sica de Reed, al fiscalizar todo lo que hac¨ªa tras dinamitar sus aceradas defensas. Aqu¨ª es aplicable el concepto de enemigo ¨ªntimo: una sola evaluaci¨®n rigurosa hace m¨¢s por el arte que mil alabanzas.
Aunque ning¨²n ruise?or acepte tal vigilancia. Lester Bangs tambi¨¦n fue patrocinador de Patti Smith: public¨® sus folios primerizos en la revista Creem y luego defendi¨® su reinvenci¨®n como la Rimbaud del rock. Pero la amistad naufrag¨® cuando Lester tritur¨® Radio Ethiopia, un disco que -ahora- Patti reconoce como un error. Estamos hablando de un ser bondadoso que fung¨ªa como cr¨ªtico feroz: fue despedido de Rolling Stone por ser despiadado con los artistas.
Pero siempre volv¨ªa a su vieja pasi¨®n. Seg¨²n recordaba una antigua novia, "a Lester le costaba entender que yo me enfadara cuando llevaba cinco horas habl¨¢ndome exclusivamente sobre Lou Reed". Tiene l¨®gica que Lou quiera ahora ignorar a Lester: realmente, no se merec¨ªa semejante seguidor.
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