Lo que hace el hambre...
S¨®lo el hambre (es decir, la necesidad y las ganas de ser torero) justifica la merit¨ªsima actuaci¨®n de Joselillo en su confirmaci¨®n de alternativa. Lleg¨® a Las Ventas como un completo desconocido y ha cortado una merecida oreja que ojal¨¢ se convierta en un pasaporte para su futuro.
Pero el hambre, s¨®lo el hambre, explica su pundonor, su raza y su entrega, rayana en la heroicidad, ante un primer toro de mala condici¨®n, violento, ¨¢spero, manso, huidizo y bronco. Un aut¨¦ntico t¨ªo que miraba por encima del hombro, embest¨ªa a oleadas y lanzaba ga?afones de miedo. Pero ah¨ª estaba Joselillo, bien plantado, dando la cara de verdad, aguantando lo inaguantable, valent¨ªsimo. Y lleg¨® a robarle alg¨²n natural largo y con gusto. ?Qu¨¦ m¨¦rito! Hay que ver lo que es capaz de hacer un torero con hambre...!
Aguirre / Roble?o, Aguilar, Joselillo
Toros de Dolores Aguirre, muy bien presentados, serios, con cuajo, mansos, violentos, broncos y muy deslucidos.
Fernando Roble?o: pinchazo y estocada baja (silencio); estocada baja (silencio).
Sergio Aguilar: pinchazo, estocada perpendicular, cinco descabellos -aviso- y descabello (algunos pitos).
Joselillo, que confirm¨® la alternativa: estocada ca¨ªda (ovaci¨®n), estocada (oreja).
Plaza de las Ventas. 11 de mayo. Cuarta corrida de San Isidro. Lleno.
Y se vaci¨® en el ¨²ltimo, tan serio y astifino como toda la corrida, pero el m¨¢s blando de todos. Joselillo brind¨® al p¨²blico y en su mirada se vislumbraba su af¨¢n de triunfo. Para empezar, lo cit¨® desde el centro del anillo con un pase cambiado por la espada, y si no llega a encoger el trasero lo coloca el toro en el palo de la bandera. El animal claudic¨® varias veces, pero la fe del torero hizo el milagro, de tal modo que le cogi¨® la distancia, embarc¨® la embestida y se invent¨® naturales de exquisito gusto. No fue una faena de peso porque no pod¨ªa serlo, pero de muchos quilates fue la entrega, el pundonor y la torer¨ªa de un sorprendente Joselillo. Culmin¨® su actuaci¨®n con una gran estocada. Se perfil¨® con decisi¨®n y se tir¨® encima del morrillo como si en ello le fuera la vida, dispuesto a matar o morir. Se jugaba el ¨¦xito o el ostracismo. Y su sacrificio tuvo un honroso premio. Agarr¨® la oreja con fuerza porque la hab¨ªa arrancado de verdad. Sin filigranas, sin pellizco, pero con el sentimiento torero por excelencia: la raza y el pundonor. Honor y gloria a los h¨¦roes.
No tuvieron el mismo reconocimiento Roble?o y Aguilar. Pero una aclaraci¨®n previa: hab¨ªa que tener muchas agallas para estar delante de la corrida; habr¨ªa que ver a las figuras actuales con toros de tan mala condici¨®n como los de Dolores Aguirre. Por tanto, ante todo, respeto y consideraci¨®n para ambos, aunque de poco les sirva.
Poco torea Aguilar y se afligi¨® ante el tercero, quiz¨¢ el menos ¨¢spero, pero tan soso como los dem¨¢s. Sin confianza y muy dubitativo, tir¨® pronto la toalla, desbordado, quiz¨¢, por su oponente. Se jug¨® el f¨ªsico en el otro, al que mulete¨® sin mando y escasa t¨¦cnica, pero con la decisi¨®n de quien se juega el ¨²ltimo cartucho. Estuvo a merced del toro, que no lo enganch¨® de puro milagro, pero el torero salv¨® su dignidad, puesta en entredicho en el toro anterior.
Menos suerte tuvo Roble?o, torero hecho a jirones de toros duros, quien mantuvo una honesta y bald¨ªa porf¨ªa con su primero, un toro basura, loco por encontrar el camino de la dehesa, y no pudo ni justificarse en el otro, asesinado por el picador de turno.
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