Malos pasos
En una de mis varias reencarnaciones anteriores, asist¨ª a muchas corridas de San Isidro, acompa?ado de Javier Pradera, Rafael S¨¢nchez Ferlosio, Alberto Gonz¨¢lez Troyano y otros amigos queridos. Era la ¨¦poca de los mayores triunfos de Paco Camino. He tenido la suerte de ver grandes faenas de Antonio Ord¨®?ez, Curro Romero, Antonio Bienvenida, Rafael de Paula... y no digo m¨¢s, como a?adir¨ªa Don Quijote. Pero creo que alguna de aquellas tardes de Paco Camino en Las Ventas fueron sencillamente tan buenas como la mejor del mejor. Y no digo m¨¢s, etc¨¦tera...
No s¨¦ c¨®mo ser¨¢n ahora las cosas, hace tanto que no voy, pero entonces el p¨²blico del coso madrile?o sol¨ªa pasarse de bronquista y alguacilesco. Muchos iban m¨¢s a censurar que a disfrutar... o s¨®lo disfrutaban censurando: a voz en cuello, claro. Sobre todo por el poco trap¨ªo y otros defectos reales o imaginarios del ganado. Admito que yo era de los que no iban a la plaza a ver toros inasequibles al desaliento (en lo referente a bestias feroces prefiero primero a los hipop¨®tamos y luego a los tigres), sino a ver torear. Y me impacientaba bastante perder media tarde en griter¨ªo y peticiones de acorralamiento (es decir, mandar toros al corral), mientras se enfriaba la perspectiva de ver buenos pases.
Sobre todo, cuando iba a torear Curro Romero. Sabido es que en el caldero de las brujas hay que mezclar sangre de doncella, h¨ªgado de sapo, esperma de ahorcado y cosas semejantes, todo en una noche de luna nueva y en a?o bisiesto: de otro modo, no sale el conjuro. Pues bien, a¨²n deb¨ªan coaligarse circunstancias m¨¢s raras e improbables para que Curro tuviese su tarde. Y, naturalmente, las broncas y los cambios de ganado pod¨ªan romper la magia incluso antes de que los astros comenzaran su favorable conjunci¨®n.
Recuerdo en especial una tarde, oscura y amenazando tormenta, o sea la t¨ªpica de San Isidro. Alberto coment¨®, l¨²gubre: "Es como ver una corrida en Hamburgo". Sali¨® el primer toro, que le correspond¨ªa al fara¨®n de Camas, y se mont¨® el cirio. El poco respetuoso respetable se levant¨® en un clamor un¨¢nime: "?Cojo, cojo!". El presidente se resist¨ªa a cambiar el morlaco y en la barrera Curro pon¨ªa cara de "si lo s¨¦, no vengo". Una desesperaci¨®n. Todos est¨¢bamos de pie, saltando unos de indignaci¨®n y otros de impaciencia. Entonces, Ferlosio, sublime como s¨®lo ¨¦l sabe serlo, bast¨®n en mano cual pastor tratando de reunir a su disperso reba?o, grit¨®: "?Dejarle en paz! ?No est¨¢ cojo! ?Es su forma de andar!".
Del resto de la jornada recuerdo poco, pero creo que todo fue un desastre. Se cambi¨® por fin al toro, pero ya Curro hab¨ªa decidido no acudir al trapo. Y no s¨¦ si incluso acab¨® lloviendo. Da igual, s¨®lo guardo en la memoria lo que dijo Rafael. Y ahora, en la frecuente bronca medi¨¢tica de este pa¨ªs, cuando a quien salta al ruedo con cualquier prop¨®sito inmediatamente se le etiqueta a voces -?fascista, traidor, populista, maric¨®n, hom¨®fobo, chorizo, cojo, cojo, etc¨¦tera!-, siempre siento ganas de gritar a mi vez: "?Dejadle en paz! ?Es su forma de andar!".
Babelia
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