El empe?o del mundo
El gesto no pod¨ªa ser m¨¢s claro y contundente. Bush viaja a Israel por segunda y ¨²ltima vez como presidente y evita los territorios palestinos. El Estado jud¨ªo celebra su 60? aniversario, que es tambi¨¦n el de la Nakba, la Cat¨¢strofe, que llev¨® a m¨¢s de 700.000 habitantes de la antigua Palestina al exilio y a su desposesi¨®n de tierras y propiedades. Y el hombre m¨¢s poderoso del planeta ha querido estar con unos, dirigirse a su Parlamento, y eludir en cambio la compa?¨ªa de los otros.
No es una casualidad. Para la derecha cristiana, que tiene en Bush al mejor presidente de la historia, Israel es un hallazgo, con el que Estados Unidos comparte casi todo, como si se tratara de dos naciones mellizas, que s¨®lo difieren en tama?o: un destino manifiesto dictado por Dios, un espacio vac¨ªo otorgado por la Providencia, una poblaci¨®n inmigrante originaria de todos los continentes, una filiaci¨®n b¨ªblica, su vocaci¨®n militar, la tendencia a la acci¨®n unilateral y al aislacionismo... No ha sido siempre as¨ª. Hace 60 a?os hab¨ªa mucho antisemitismo en EE UU y ahora ha aparecido en cambio el sionismo cristiano, que necesita la plenitud de Israel para el cumplimiento de sus profec¨ªas apocal¨ªpticas.
Buena parte de los hitos que marcan la presidencia de Bush son realidades fabricadas
La centralidad de Israel en el relato de la derecha americana no tiene, en cambio, correspondencia con la realidad electoral. Los jud¨ªos norteamericanos votan a los dem¨®cratas en una proporci¨®n muy alta, que puede acercarse al 80%. Ahora mismo, un 58% simpatiza con los candidatos dem¨®cratas, con ligera preferencia por Clinton por encima de Obama (54% frente a 44%) ante un escaso 15% que prefiere al candidato republicano.
En este viaje sigue con las ceremonias de los adioses, concentrado en el legado que debe dejar al pr¨®ximo presidente. Para el momento final de enero, hab¨ªa prometido que todo quedar¨ªa solucionado con un Estado palestino en paz al lado del Estado de Israel, o el acuerdo definitivo para que lo hubiera. Con motivo de la conferencia de Annapolis, ya se?al¨® que iba a implicarse personalmente en el nuevo proceso. Y lo est¨¢ haciendo, pero a su manera. Sin empujar. "No aspiro a que me den el premio Nobel de la Paz", ha dicho estos d¨ªas.
El petr¨®leo est¨¢ por las nubes. La siembra de cad¨¢veres crece otra vez en Irak. L¨ªbano se halla al borde de la guerra civil. Gaza es el polvor¨ªn de siempre. Siria no afloja, e Ir¨¢n consolida posiciones: sigue su programa nuclear y avanza sus peones en la regi¨®n. Pocos conf¨ªan en que salga algo del proceso de Annapolis, aunque de vez en cuando se sigue cumpliendo con un tr¨¢mite de la agenda de paz que marc¨® la conferencia. Deb¨ªan conseguirla dos l¨ªderes debilitados hasta la extenuaci¨®n, Abu Abbas y Ehud Olmert, uno sin autoridad y con la mitad del territorio, el otro con una mayor¨ªa fr¨¢gil y un peligroso dossier judicial. Nadie se mueve porque todos est¨¢n a la espera del pr¨®ximo presidente.
El actual est¨¢ convirti¨¦ndose en un presidente virtual. Lee los discursos, dice lo que sus asesores le dicen que hay que decir, viaja, declara, abre conferencias de paz, pero los hechos no le siguen. El primero de mayo fue el quinto aniversario de la pantomima que mejor simboliza esta presidencia. Declar¨® vencida y terminada la guerra de Irak a los cuarenta d¨ªas de su inicio y bajo el r¨®tulo pomposo de Misi¨®n Cumplida, despu¨¦s de aterrizar en un caza sobre el portaviones USS Lincoln, frente a la costa de San Diego, y vestido de piloto de caza militar.
Buena parte de los hitos que marcan su presidencia son realidades fabricadas, declaraciones que deb¨ªan producir efectos, y que luego se han revelado dram¨¢ticamente fallidas. Todo se debe a un ya famoso principio fundador de la hegemon¨ªa neocon, enunciado por uno de los consejeros de Bush, probablemente Karl Rove, y recogido por el periodista Ron Suskind en su libro El precio de la lealtad: "Ahora somos un imperio y cuando actuamos creamos nuestra propia realidad. Y mientras vosotros estudi¨¢is esa realidad, de forma racional, nosotros actuamos de nuevo creando otras realidades, que tambi¨¦n pod¨¦is estudiar, y as¨ª es como son las cosas. Somos protagonistas de la historia, y vosotros, todos vosotros, os quedar¨¦is ah¨ª estudiando lo que nosotros hagamos".
Pobre presidente. Este gui¨®n ha dejado de funcionar hace ya mucho tiempo. El mundo, por fortuna, se empe?a en seguir siendo real. ?l mismo se est¨¢ convirtiendo en un factoide. Su derrota ante la comunidad basada en la realidad es ya clamorosa.
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