Ensayo f¨ªlmico
En determinadas ocasiones, los comentarios cinematogr¨¢ficos se llenan de palabras mayores e ideas pretendidamente trascendentes acerca de ciertas pel¨ªculas. Y ah¨ª caben tantas churras como merinas. El intangible pero reconfortante "verdadero compromiso" se suele mezclar con algo tan banal como "las buenas intenciones", y cuando el estruendoso y m¨¢s bien falsario calificativo "necesario" acompa?a a un producto art¨ªstico, algunos cr¨ªticos nos echamos a temblar. Un lugar en el cine, ensayo f¨ªlmico del joven vallisoletano Alberto Morais, ni tiene buenas intenciones ni va de necesaria. Simplemente tiene intenciones y est¨¢ comprometida con un discurso art¨ªstico: el de la b¨²squeda. Y eso, en los tiempos que corren, ya es mucho.
UN LUGAR EN EL CINE
Direcci¨®n: Alberto Morais.
Intervienen: V¨ªctor Erice, Theo Angelopoulos, Tonino Guerra, Ninetto Davoli, Nico Naldini.
G¨¦nero: documental. Espa?a, 2007. Duraci¨®n: 107 minutos.
V¨ªctor Erice, Theo Angelopoulos y Tonino Guerra, entre otros, cavilan en voz alta sobre la semilla que constituy¨® la obra de Roberto Rossellini, en particular, y el neorrealismo, en general, adem¨¢s de acercarnos a la conciencia, marcada por el dolor, de la obra de Pier Paolo Pasolini. Morais busca (y quiz¨¢ no encuentra) un camino por el que entender una determinada forma de hacer cine. Las entrevistas con los cineastas, las im¨¢genes de las pel¨ªculas, los experimentos educativos con adolescentes, los juegos metaling¨¹¨ªsticos y la nostalgia retrospectiva se mezclan en una pel¨ªcula que tiene mucho m¨¢s de ensayo que de documental. Cierto que el resultado es disperso y que, con el material recogido, se podr¨ªan haber compuesto infinitas f¨®rmulas quiz¨¢ m¨¢s atractivas que la desplegada por el autor. Pero su reflexivo recorrido por un determinado tipo de cine, tan distinto como revelador de una mirada muy concreta, contiene algunas bell¨ªsimas conjunciones de texto, imagen y silencio; de pasado y de presente; de introspecci¨®n hacia el futuro del cine.
Contar con dos personalidades art¨ªsticas como las de Erice y Angelopoulos para guiar una pel¨ªcula es un verdadero lujo, aunque lo m¨¢s llamativo de su aportaci¨®n sea que sus discursos y, sobre todo, la forma de expresarlos (dicci¨®n, tono de voz, cadencia, expresividad...) sean tan parecidos a sus propios trabajos. Erice fascina desde una prosa reposada y una fisonom¨ªa elegante; desde una pose que inspira calma y un acompa?amiento en perfecto orden, como esos libros perfectamente ordenados en simetr¨ªa con la mesa donde se desarrolla la charla. Angelopoulos habla con semejante acompasamiento que sus historias. Su tempo de conversaci¨®n es tan moroso como su majestuosa obra. Su homil¨ªa es tan seductora y eterna como algunos de los planos de sus pel¨ªculas.
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