La peor gesti¨®n de la historia
No es f¨¢cil escalar lo m¨¢s alto de un podio, de cualquier podio, incluso el de la incompetencia o el infortunio. Siempre hay una pl¨¦tora de candidatos a figurar en la n¨®mina de los distinguidos, por peregrino o mortificante que sea el m¨¦rito. Sin embargo, Juan Bautista Soler, el ex presidente y todopoderoso accionista del Valencia CF, lo ha conseguido. Esta semana la Agrupaci¨®n de Pe?as le ha otorgado el aflictivo galard¨®n que califica su gesti¨®n como "la peor de toda la historia del club", una entidad que acumula 89 a?os y 27 mandatarios, incluido el que en 1986 tuvo que padecer el descenso a la segunda divisi¨®n.
Ni siquiera la reciente conquista de la Copa del Rey ha servido para atenuar el contundente dictamen de un p¨²blico por lo general indulgente y aun exultante cuando se conquistan trofeos.
"Empresario ganador se mete a futbolero y se da un morr¨®n"
"Cal¨® enseguida que el f¨²tbol solo requiere audaces con ¨ªnfulas"
Describir c¨®mo ha llegado a este trance requerir¨ªa bucear en el acervo biogr¨¢fico del mentado directivo y considerar las circunstancias que le abocaron a meterse en este azaroso y pasional universo balomp¨¦dico que le ca¨ªa m¨¢s bien a trasmano. No es tal nuestro prop¨®sito, pues basta para el caso con hilvanar los hechos comunes y conocidos de un empresario ganador que se mete a futbolero y se da un morr¨®n que le deja socialmente tan tundido como a un desventurado Quijote que va por lana y sale trasquilado.
?Qui¨¦n le aconsejar¨ªa dejar la dorada mediocridad de su opulento estatus de burgu¨¦s venido a m¨¢s con los tr¨¢ficos inmobiliarios, acreditado a mayor abundamiento por su buen tino mercantil? ?Acaso urd¨ªa, como se dice en los mentideros, una operaci¨®n que acabar¨ªa siendo el pelotazo padre de todos los pelotazos? Meras temeridades y maledicencias.
M¨¢s pertinente se nos antoja que este discreto y gris caballero mordi¨® la manzana del poder y el elixir de la fama que lo situaba en el turbi¨®n social y medi¨¢tico, emancip¨¢ndolo asimismo de la alargada sombra paterna.
Ah¨ª es nada eso de sacudirse el anonimato y renacer en la cresta de la popularidad, no obstante las patentes limitaciones ret¨®ricas y gestuales que le afligen.
Pero el f¨²tbol, como la industria del ladrillar, no requieren ¨¦mulos de Cicer¨®n, sino audaces con ¨ªnfulas para alentar euforias, lo que el novel presidente cal¨® enseguida. Sobre todo cuando constat¨® que los gobiernos tanto auton¨®mico como municipal le allanaban el camino, incluso cisc¨¢ndose en la legalidad, para acumular ingentes recursos financieros mediante la prestidigitaci¨®n urban¨ªstica a costa del patrimonio com¨²n.
Y ojito que ning¨²n partido pol¨ªtico objetase la probidad del m¨¦todo porque se arriesgaba sufrir el castigo electoral de una afici¨®n debidamente movilizada. Craso error presidencial, por cierto, fruto -a nuestro juicio- de la soberbia e inepcia m¨¢s que de la maldad democr¨¢tica.
Y con tales triunfos en la mano ?c¨®mo ha podido trabarse tan descomunal fracaso deportivo y gerencial? ?C¨®mo ha sido posible que un presidente con pinta de haber llegado para dejar huella en el club y marcharse entre aplausos, cumpliendo as¨ª el verso de Gil de Biedma, haya tenido que huir de tapadillo entre la rechifla y el vituperio general?
No, no es f¨¢cil comprender ese sesgo, trat¨¢ndose sobre todo de un individuo avezado a tomar decisiones de largo alcance y trabajar al amparo de buenos asesores. Una explicaci¨®n simple -y por ello veros¨ªmil- podr¨ªa ser que, due?o determinante del capital societario, a horcajadas de la prepotencia y obnubilado por la exaltaci¨®n le trastabillasen las neuronas y emprendiese ese molinete de decisiones alocadas que, adem¨¢s de haber nutrido de pasto fresco a cronistas y tertulianos deportivos, ha dejado hecho unos zorros el cr¨¦dito deportivo y la tesorer¨ªa de la entidad, v¨ªctima de la crisis econ¨®mica sobrevenida, pero sobre todo de su desatino personal.
Lo parad¨®jico del caso es que, en un pr¨®ximo futuro, apaciguado este sobresalto hist¨®rico y recuperado el pulso financiero, quiz¨¢ haya reconocer que este desventurado gestor puso los fundamentos de la futura prosperidad del Valencia CF y pari¨® el nuevo estadio que crece prodigiosamente sin noticia clara de quien pecha con el gasto.
Hasta entonces quiz¨¢ pueda consolarse pensando que ¨¦l no ha cometido una golfada infame como el presidente del Levante, como Pedro Villarroel. Y ya es una desdichada casualidad que, qui¨¦rase o no, se le asocie con tal bergante.
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