"Te hacen sentir como un delincuente"
Aunque sorprenda, la mujer que aparece en la fotograf¨ªa tiene antecedentes penales. Nunca ha robado, ni ha cometido un asesinato; no ha pisado la c¨¢rcel, pero de cuando en cuando a casa le llegan cartas de los Servicios Penitenciarios de la Generalitat y acaba de cumplir una condena. En sentido estricto es una delincuente. Tiene 29 a?os, vive en un pueblo de la provincia de Barcelona, es licenciada en Ciencias Audiovisuales, se dedica al mundo de la publicidad, y pide que se la identifique como Mar¨ªa.
Una copa de vino en una cena con amigos, tres cervezas y un chupito la llevaron ante el juez. "Cuando nos pararon en el control me dije: ?la hemos pringado! Me puse a correr y a beber agua, a ver si consegu¨ªa bajar la alcoholemia, los t¨ªpicos mitos, las cosas que dicen que funcionan, pero nada, primero di 0,70 (miligramos de alcohol por litro de aire espirado) y despu¨¦s me qued¨¦ en la raya del penal (0,60)", recuerda.
"Al principio segu¨ª cogiendo el coche porque aqu¨ª no hay transporte p¨²blico"
Cuando a los pocos d¨ªas sali¨® del juzgado, ten¨ªa encima una pena de retirada del carn¨¦ de ocho meses, una multa de 720 euros y 22 d¨ªas de trabajos sociales. Despu¨¦s de una noche sin dormir, confiesa, se imagin¨® pintando paredes o "en una residencia de abuelitos haciendo camas". "Estaba un poco desesperada", asegura. La idea le provocaba un desasosiego que s¨®lo desapareci¨® muchos d¨ªas despu¨¦s.
A punto de recuperar su carn¨¦ de conducir y deseosa de ponerse de nuevo al volante, recuerda aquellos d¨ªas como una pesadilla: "Cuando llegas al juzgado, te desmoronas, y cuando me dijeron que ten¨ªa que estar ocho meses sin conducir se me cay¨® el mundo encima. Te machacan a saco, encuentro el castigo un poco bestia porque yo necesitaba el coche para trabajar". Cada d¨ªa se tornaba m¨¢s desagradable que el anterior: "Sonaba el tel¨¦fono y ya temblaba".
Una vez asumida la pena, y con una discreci¨®n que ha mantenido incluso en su propia familia -"en mi casa no todo el mundo lo sabe. No encuentras la manera de explicar c¨®mo la ni?a buena est¨¢ en un juicio", reconoce-, sigui¨® conduciendo durante un tiempo.
La osad¨ªa no le dur¨® mucho: "Al principio segu¨ª cogiendo el coche porque aqu¨ª en mi pueblo no hay transporte p¨²blico. Despu¨¦s te vas acojonando, el castigo si te pillan sin carn¨¦ es peor, y comenc¨¦ a utilizar a todo el mundo de taxista".
Logr¨® que los servicios sociales de Prisiones aceptasen un proyecto de trabajos en beneficio de la comunidad que consist¨ªa en dar un curso de fotograf¨ªa en un centro cultural cercano a su casa. All¨ª acudi¨® durante los pasados enero y febrero. Lunes y mi¨¦rcoles, de nueve a once de la noche, y el domingo, por la ma?ana. As¨ª redimi¨® parte de su pena.
Se queja de que no se premia el buen comportamiento y, en cambio, se apuesta por castigos muy duros. "Yo con el coche soy prudente total, no ten¨ªa multas, ni de velocidad ni de nada, nunca he tenido accidentes... me he sentido como una delincuente; te lo hacen sentir, pero en realidad no lo somos: cuando vas al juzgado, cuando recibes las cartas... Cuando fui a los servicios sociales de Prisiones para ver qu¨¦ tipo de trabajos ten¨ªa que hacer es cuando m¨¢s delincuente me sent¨ª".
Asegura que la retirada del permiso es la parte m¨¢s aleccionadora de la condena, mucho m¨¢s que los trabajos sociales o que la multa. Ahora arrastra unos antecedentes penales que le impedir¨¢n, entre otras cosas, presentarse a cualquier convocatoria de oposiciones. "Al principio, pensar en eso me pesaba mucho, pero ahora casi me he olvidado".
La condena, de momento, parece haber surtido efecto: "?Claro que me ha cambiado la mentalidad!".
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