?Ad¨®nde va Montilla?
El debate de la financiaci¨®n levanta siempre reacciones duras porque para hacerse fuerte en las disputas por el dinero todas las partes acuden al terreno m¨¢s proceloso de lo simb¨®lico y de lo identitario. Esta confrontaci¨®n de intereses es la prueba del ¨¦xito del estado de las autonom¨ªas. Si hubiese sido una mera descentralizaci¨®n de fachada, quiz¨¢ no tendr¨ªamos estos conflictos. Pero se crearon instituciones auton¨®micas que han crecido en significaci¨®n y legitimidad, con recursos y con valor a?adido pol¨ªtico, que dan lugar a l¨®gicas disputas por el pastel y por el fuero. Para eso existe la pol¨ªtica: para encauzar y aliviar estos conflictos.
La respuesta del presidente Montilla a Felipe Gonz¨¢lez, publicada en este peri¨®dico, hay que situarla en el contexto de este debate y en la perspectiva de la estrategia del presidente catal¨¢n ha corto y medio plazo. El art¨ªculo en que el ex presidente del Gobierno utilizaba la crisis econ¨®mica como coartada para pedir un aplazamiento del cambio de modelo de financiaci¨®n auton¨®mica reflejaba el estado de opini¨®n de un sector importante del PSOE. Poco importa que el art¨ªculo fuera espont¨¢neo o fuera escrito por encargo. Era un magn¨ªfico bander¨ªn de enganche para aquellos responsables socialistas que encajaron como una frustraci¨®n que el PSOE hubiese obtenido sus mejores resultados en Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco y que parecen querer tomarse su revancha en la discusi¨®n sobre los dineros.
Cunde la sensaci¨®n de que socialistas catalanes y espa?oles emiten en longitudes de onda distintas
Desde el 9-M, cunde una vez m¨¢s la sensaci¨®n de que socialistas catalanes y espa?oles emiten en longitudes de onda distintas. El art¨ªculo de Felipe Gonz¨¢lez le brind¨® la oportunidad de oro al presidente Montilla. Respondiendo al ex presidente -la figura incontestable del socialismo espa?ol-, Montilla daba la medida de la dimensi¨®n de su enfado, evitaba el duelo directo con los barones regionales y emplazaba al presidente Zapatero a dar una respuesta a la altura de las circunstancias. Zapatero cambi¨® el gui¨®n: tiene que haber acuerdo antes del 9 de agosto como dice la ley. Y los partidos catalanes no tuvieron otro remedio que ponerse al lado del presidente.
?Por qu¨¦ lo hizo Montilla? Por dos razones. Por exigencia del cargo y por estrategia pol¨ªtica. Montilla, como presidente de la Generalitat, ten¨ªa que hacer un gesto inequ¨ªvoco que le colocara al frente de la reivindicaci¨®n de la financiaci¨®n. Y a su vez no pod¨ªa permitir que con la excusa de la crisis se eludiera el cumplimiento de un texto legal vigente: el Estatuto. Lo hizo, y con contundencia. Pero al mismo tiempo, Montilla necesitaba recuperar la iniciativa pol¨ªtica. Y ¨¦ste ha sido el primer paso.
La clara victoria electoral socialista en Catalu?a provoc¨® recelos en el PSOE y aturdimiento en los dem¨¢s partidos catalanes. Esquerra Republicana, que vio c¨®mo los electores le regalaban una ducha de realidad, ha entrado en la en¨¦sima crisis de identidad entre su pulsi¨®n izquierdista y su pulsi¨®n nacionalista. Es un juego de equilibrios que determina que el partido camine siempre cojo, a veces apoy¨¢ndose en una pierna y a veces en la otra. Carod ha querido resolver la apor¨ªa, aparentemente sin ¨¦xito, con la atractiva idea de que el independentismo no tiene que ser nacionalista si quiere ser lo m¨¢s incluyente posible. Pero la presi¨®n de los creadores de opini¨®n afines hace tiempo que coloca la alianza nacionalista como prioridad ineludible.
En La Moncloa, Zapatero ha seguido emitiendo las se?ales que viene repitiendo desde que Montilla se hizo con la presidencia de la Generalitat, contra la voluntad del presidente. La peque?a historia muestra que Zapatero es implacable con los que le contradicen. Montilla lo sabe. En relaci¨®n con Catalu?a, Zapatero sigue seducido por la fantas¨ªa que habita a todos los ocupantes de La Moncloa. Los gobernantes espa?oles ven en CiU al mejor aliado posible en Catalu?a: sus demandas son razonables y, al precio de mantener siempre viva la llama de la reivindicaci¨®n, garantiza que las pulsiones nacionalistas no se desborden. ?ste fue el sistema que, con Pujol, funcion¨® con todos los gobiernos democr¨¢ticos espa?oles. Pero los tiempos cambian y Pujol ya no est¨¢ y el mapa pol¨ªtico catal¨¢n tampoco es el mismo, con lo cual la capacidad moderadora de Artur Mas est¨¢ por demostrar.
Pillado entre estos dos fuegos, y con la amenaza de la sentencia del Tribunal Constitucional en el aire, el presidente Montilla corr¨ªa y corre el peligro de que otros le marquen la fecha de caducidad del tripartito: Puigcerc¨®s o Zapatero. Con lo cual, no le queda otro remedio que tomar la iniciativa pol¨ªtica si quiere pon¨¦rselo realmente dif¨ªcil a uno y a otro. ?Cu¨¢l debe ser el objetivo del presidente? Crear las condiciones para ir a unas elecciones con posibilidades reales de ganarlas. Para ello necesita tomar la iniciativa pol¨ªtica, sostenerla y encontrar el momento exacto para jug¨¢rsela.
El PSC sale en mejor posici¨®n que nunca para intentar llegar primero, por fin, en unas elecciones en Catalu?a. La situaci¨®n de sus adversarios ayuda. CiU sigue metida en su crisis de identidad, entre las dos almas de la familia, pero tambi¨¦n dentro de la propia Converg¨¨ncia, donde el efecto campo de Esquerra Republicana sigue provocando contorsiones en la doctrina del partido que pueden acabar rompi¨¦ndole la cintura. No es f¨¢cil querer ser el partido de la moderaci¨®n y apuntarse, al mismo tiempo, a la autodeterminaci¨®n. Iniciativa per Catalunya, muy tocada por la gesti¨®n de la crisis del agua, ha pasado de ser una garant¨ªa de estabilidad a ser el partido que m¨¢s obst¨¢culos pone al buen gobierno. Y Esquerra Republicana sigue pendiente de resolver su duda met¨®dica, pero en la medida en que lo ti?e todo de derecho a decidir su perfil de izquierda no progresa. En estas circunstancias, Montilla tiene espacio para crecer tanto en el sentido de la moderaci¨®n como en el de la izquierda.
?C¨®mo puede salir Montilla de este laberinto? Un pol¨ªtico m¨¢s dotado para el liderazgo medi¨¢tico, m¨¢s exhibicionista, m¨¢s contundente, menos retra¨ªdo y menos prudente, lo resolver¨ªa con un ¨®rdago: convocar elecciones para pedir apoyo a la ciudadan¨ªa para gobernar con las manos libres. Es decir, sin la puntillosa ICV y sin la ruidosa ERC. Para que la apuesta tuviera ¨¦xito, sin embargo, Montilla necesitar¨ªa algo fundamental: la complicidad del presidente Zapatero. Una buena resoluci¨®n de la cuesti¨®n de la financiaci¨®n es la bandera imprescindible para que Montilla no quede atrapado en la pinza. Por eso, el presidente ha decidido tomar la iniciativa. Si no quiere extraviarse por el camino necesitar¨¢ utilizar todas sus armas, incluidos sus 27 diputados, para doblegar las resistencias en el PSOE. Y mucha persuasi¨®n, porque Zapatero siempre pensar¨¢ que aunque Montilla no gane las auton¨®micas, con CiU se puede contemporizar bien, y que, en cualquier caso, volver¨¢ a ganar las generales en Catalu?a. Hasta que un d¨ªa el c¨¢ntaro se rompa.
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