No conviene dramatizar
En el ¨²ltimo n¨²mero de The New York Review of Books publica un art¨ªculo Thomas Power con el sugestivo t¨ªtulo: Iraq: Will We Ever Get Out (?Nos iremos alguna vez de Irak?), en el que arranca poniendo de manifiesto que, aunque muchos ciudadanos ingenuamente puedan pensar y aunque desde el punto de vista de la teor¨ªa constitucional no cabe duda de que cualquier nuevo presidente puede corregir por completo el rumbo marcado por el presidente anterior en cualquier terreno, es altamente improbable, por no decir imposible, que pueda hacerlo en lo que a Irak se refiere. El mundo no empieza cuando un nuevo presidente llega a la Casa Blanca, sino que la pol¨ªtica tiene que hacerse a partir del status quo generado por las decisiones del o de los presidentes anteriores no s¨®lo en pol¨ªtica internacional, sino tambi¨¦n en muchos aspectos de la pol¨ªtica interna.
Me parece que, en este momento en que se est¨¢ iniciando el debate predecisorio del nuevo modelo de financiaci¨®n auton¨®mica, ser¨ªa bueno que record¨¢ramos que, aunque muchos ciudadanos puedan pensar y aunque desde la perspectiva del Derecho Constitucional no quepa duda de que el modelo de financiaci¨®n auton¨®mica puede ser modificado por el legislador con la m¨¢s absoluta libertad, es sumamente improbable, por no decir imposible, que pueda hacerlo.
El margen de maniobra del que se dispone para reformar la financiaci¨®n auton¨®mica es reducido. Mucho m¨¢s reducido del que se ha dispuesto en el pasado. Los cambios que se han ido introduciendo en el modelo de financiaci¨®n a partir de 1993, en el que se hizo la primera gran reforma de la Ley Org¨¢nica de Financiaci¨®n de las Comunidades Aut¨®nomas de 1980 (LOFCA), han sido numerosos y de mucho calado. El modelo de 1980 descansaba en la capacidad tributaria casi exclusiva del Estado y en la participaci¨®n de las comunidades aut¨®nomas en lo recaudado por ¨¦ste, mientras que en la actualidad, mediante la cesi¨®n parcial pero significativa de determinados tributos de un gran potencial recaudatorio, las comunidades aut¨®nomas o no dependen o dependen en mucha menor medida de la participaci¨®n en los ingresos del Estado.
Estos cambios en la financiaci¨®n auton¨®mica se han producido en medio de tensiones muy fuertes. No s¨¦ si los lectores recordar¨¢n lo que ocurri¨® tras el cambio del modelo en 1996, tras la victoria por una mayor¨ªa muy reducida del PP en las elecciones generales de ese a?o, que oblig¨® a Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar a viajar a Barcelona y cerrar el llamado Pacto del Maj¨¦stic, por el que se acord¨® reformar el modelo de financiaci¨®n. Dicha reforma no fue aceptada por varias comunidades aut¨®nomas, entre ellas Andaluc¨ªa, que qued¨® fuera de la misma y que la recurri¨® ante el Tribunal Constitucional. Fueron tambi¨¦n los a?os en que no se reconoci¨® la cifra oficial de la poblaci¨®n del censo definida por el propio Gobierno de la naci¨®n mediante Real Decreto y que hizo que desaparecieran 400.000 andaluces a efectos de financiaci¨®n de nuestra comunidad.
Quiere decirse, pues, que no conviene dramatizar. En lo que a la financiaci¨®n se refiere, hemos pasado por situaciones mucho peores que la actual. Hay que prepararse, hay que articular bien la propia posici¨®n, que tiene que contemplar la financiaci¨®n de nuestra comunidad, pero no s¨®lo de ella, sino del conjunto del Estado, y hay que defenderla en el Consejo de Pol¨ªtica Fiscal y Financiera, buscando las alianzas necesarias para hacerla prevalecer.
Creo que deber¨ªamos tener una razonable confianza en nosotros mismos, en nuestra capacidad de persuasi¨®n, porque no hay nada de lo ocurrido desde la puesta en marcha del Estado auton¨®mico que justifique que no la tengamos. En peores garitas hemos hecho guardia.
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