Lo que queda por vivir
Ma?ana por 9,95 euros, con EL PA?S, "Una partida de campo", de Jean Renoir
Vladimir Nabokov dec¨ªa que si pudiera viajar atr¨¢s en el tiempo, le habr¨ªa gustado asistir a uno de los pic-nics de Lewis Carrol. A m¨ª me hubiera gustado disfrutar de un d¨ªa de campo con la familia de Jean Renoir. Para quienes querr¨ªamos aprender a disfrutar de las cosas, no se me ocurre mejor maestro que un amante de la vida como ¨¦l. Como muchas personas, recuerdo la primera vez que vi Una partida de campo, de Jean Renoir (1936). Hay cosas que nos maravillan por su aparente sencillez. Nos descubren la belleza de cosas que estaban siempre ah¨ª, delante de nuestros ojos, aunque no nos hubi¨¦ramos molestado en fijarnos.
El punto de partida no podr¨ªa ser m¨¢s maravilloso: finales del siglo XIX. Una joven parisiense disfruta de su d¨ªa en el campo sin importarle lo escandalosa que pueda ser su familia y su prometido. No muy lejos de ella, un joven esc¨¦ptico que no desea enamorarse y su amigo, un fr¨ªvolo vitalista que desea entablar conversaci¨®n con las damas que han llegado de Par¨ªs. La joven parisiense se sienta en un columpio y se deja llevar. El viento le arrebata su sombrero, que ir¨¢ a parar a los pies del joven y su amigo. A pesar de ser una pel¨ªcula aparentemente inconclusa, muchos hablan de ella como la obra maestra de Jean Renoir, como el homenaje al pintor Pierre Auguste Renoir, su padre, y a todos los fundadores del impresionismo. Basada en el relato de Guy de Maupassant, para rodarla, Jean Renoir reuni¨® a un grupo de amigos y familiares. ?l quer¨ªa recrear una atm¨®sfera de "vacaciones" de verano, esa ¨¦poca del a?o propicia para el despertar de los sentidos, para emprender viajes, aventuras, o simplemente para disfrutar no haciendo apenas nada.
Luminosa y sensual, rodada en un precioso blanco y negro, la pel¨ªcula busca, como en la pintura, aprovechar al m¨¢ximo la profundidad de campo para ver los brillos en el agua, el viento sobre la hierba, o un columpio a trav¨¦s de una ventana abierta. Un columpio que a la joven parisiense le hace sentirse muy cerca del cielo, en un precioso plano que nos hace flotar a su lado. Ese vitalismo de Renoir acabar¨¢ hechizando a la joven y a todos nosotros gracias a su humor, al significado que toma la pesca y la comida, las im¨¢genes en barca por el Sena... El amor surgir¨¢ en esa excursi¨®n de campo de manera inocente. Y la lluvia y el paso del tiempo har¨¢n que ese d¨ªa quede como un recuerdo lejano. ?Qu¨¦ fue de aquel amor de juventud, qu¨¦ hubiera pasado si hubiera tenido un final diferente, qu¨¦ fue del lugar de aquel verano...? "He estado pensando en eso cada d¨ªa", dice la joven parisiense, tiempo despu¨¦s. Recuerdos que nos traen tanta felicidad como tristeza. Al final perdura el sabor a la verdadera nostalgia, aquella que nos atrapa no porque cualquier tiempo pasado fuese mejor, sino porque entonces quedaban muchas cosas por vivir.
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