Am¨¦rica Latina pasa p¨¢gina
Hacia d¨®nde va la literatura latinoamericana? Y el escritor extendi¨® el brazo derecho se?alando hacia un lado mientras exclamaba: "?Hacia all¨¢!". Todos giraron la cabeza y trataron de descubrir con la mirada el lugar al que apuntaba el ¨ªndice del autor uruguayo Pablo Casacuberta. Tantos a?os cercados por esa pregunta. Miles de reflexiones. Tantos a?os esperando la respuesta y ahora, por fin, estaba ah¨ª, a la vista de todos, reducida a un punto en el horizonte. Hacia d¨®nde va el propio Casacuberta junto a un n¨²mero sin precedentes de nuevos escritores de Am¨¦rica Latina, comprometidos con b¨²squedas est¨¦ticas innovadoras.
Avanza sin miedo. Sin prejuicios. Sin presiones. Explorando. Libres. Inaugurando un nuevo tiempo.
J. G. V¨¢squez: "Ya nadie tiene que justificarse por contar historias europeas o indias. Nuestra tradici¨®n es toda la literatura"
Oliverio Coelho: "Es una literatura en continuo devenir, que en cualquier momento puede engendrar algo que nunca fue le¨ªdo"
Claudia Amengual: "No siente que deba cumplir, necesariamente, con una funci¨®n social, tiene un valor en tanto arte"
Son de linaje absolutamente contempor¨¢neo. Hijos del mestizaje gen¨¦tico, cultural y literario. Viajeros, cosmopolitas que viven en diferentes ciudades del mundo, herederos de toda la literatura universal, de vocaci¨®n global en sus tem¨¢ticas, sin mundos totalizadores, con m¨¢s mujeres que en otras ¨¦pocas y unidos por la diversidad y la pluralidad de estilos. Estirpe de estos tiempos para quienes hablar hoy de si existe o no una literatura latinoamericana es una entelequia. Comparten pasado e idioma, pero su creaci¨®n no es homog¨¦nea, surge y avanza por una frondosa geograf¨ªa literaria sin fronteras que atraviesan sus autores en busca del lugar se?alado: "Hacia all¨¢".
?se es el presente. As¨ª lo ve ese grupo de latinoamericanos que en esta d¨¦cada ha debutado o publicado algunas de sus primeras obras de narrativa en las que se aprecian talento y semillas de prestigio. Forman una gran polifon¨ªa de voces procedentes de 19 pa¨ªses, varias de las cuales sonar¨¢n m¨¢s all¨¢ de este comienzo del siglo XXI, y cuyo paisaje literario describen hoy aqu¨ª Ena Luc¨ªa Portela, Juan Gabriel V¨¢squez, Lina Meruane, Claudia Amengual, Edmundo Paz Sold¨¢n, Andr¨¦s Neuman, Oliverio Coelho, Guillermo Mart¨ªnez, Wendy Guerra, Leonardo Valencia, Pablo de Santis, Antonio ?ngar, Diego Tr¨¦llez, Pablo Casacuberta y Santiago Roncagliolo.
Saben que muchos miran hacia Am¨¦rica Latina. Editores y lectores de medio mundo aguardan. Las expectativas son enormes tras el m¨ªtico ¨¦xito literario de los a?os sesenta y setenta conocido como el Boom. Demasiado etiquetado. Eclipsante para los lectores. Pero eso ya es una p¨¢gina pasada que los nuevos narradores han incorporado con naturalidad a la tradici¨®n literaria universal. No hay tendencias parricidas, y lo que mejor ha asimilado de aquel fest¨ªn creativo esta generaci¨®n es la libertad de rupturas tem¨¢ticas y est¨¦ticas. Crean el para¨ªso del riesgo donde todo es posible.
"Quiz¨¢ la literatura latinoamericana se sinti¨® obligada a retratarse a s¨ª misma. Como si se mirase a trav¨¦s de lo que otras culturas esperaban de ella. Pero desde hace varios a?os aspira a simbolizar cualquier espacio, a ser una metonimia del mundo. La sensaci¨®n es de desprejuicio territorial", asegura el argentino Andr¨¦s Neuman (autor de t¨ªtulos como Una vez Argentina). Si hay una tendencia clara tiene que ver "con el desembarazamiento de las caracter¨ªsticas m¨¢s notorias que identificaron para el lector europeo lo que significaba Latinoam¨¦rica: tropicalismos, barbarie, realismo m¨¢gico, representaci¨®n de la gran escena del poder y la sociedad a trav¨¦s de dictadores y patriarcas", explica el argentino Guillermo Mart¨ªnez (Los cr¨ªmenes de Oxford).
Adi¨®s al t¨®pico tropical y exuberante que insiste en ver el mundo y ensombrece el resto del panorama creativo.
Lejos ya de fulgores y liberados de prejuicios y presiones, se trata de una literatura m¨¢s emigrante y n¨®mada que nunca. Todos avanzan, exploran, pero de manera individual y con micromundos que albergan el universo. Se sabe de sesenta, setenta..., un incontable n¨²mero de escritores recientes que no paran de adentrarse en un territorio que tiene el aire fresco dejado tras una gloriosa tempestad. "Ya nadie tiene que justificarse, como les toc¨® a Borges o a Cort¨¢zar, por contar historias europeas o indias o norteamericanas con personajes norteamericanos o indios o europeos. Nuestra tradici¨®n es toda la literatura", sentencia el colombiano Juan Gabriel V¨¢squez, autor de Historia secreta de Costaguana, al reflexionar sobre el derecho a trabajar con toda la literatura universal como ped¨ªa Jorge Luis Borges. Este grupo de escritores invoca las palabras libertad y ruptura, porque "un narrador latinoamericano de ahora mismo no tiene que circunscribir sus relatos a la contemporaneidad, o a la historia, o a su pa¨ªs. Tampoco es obligatorio escribir sobre pol¨ªtica. No hay 'compromiso social' que valga; s¨®lo el compromiso consigo mismo", afirma la cubana Ena Luc¨ªa Portela (Cien botellas en una pared).
M¨¢s que manifiestos, lo que ha cambiado es la percepci¨®n. Con esas coordenadas ha echado a andar este grupo de escritores. Buscan ese lugar se?alado aquella noche de agosto pasado en Bogot¨¢ 39 -el encuentro que reuni¨® a algunos de los mejores autores latinoamericanos menores de 39 a?os, convocados por el Hay Festival y la Unesco dentro de los actos de Bogot¨¢ Capital Mundial del Libro-. Y cuentan que tan pronto como Pablo Casacuberta revel¨® que "hacia all¨¢" era el lugar de destino de las letras latinoamericanas, empez¨® a correrse la voz, y que cuando lleg¨® a o¨ªdos del argentino Pedro Mairal, ¨¦ste s¨®lo atino a advertir: "Y ap¨²rense porque va corriendo".
La traves¨ªa no es f¨¢cil. Para entenderla mejor, J. Ernesto Ayala-Dip, uno de los cr¨ªticos de Babelia, se remonta al pen¨²ltimo cap¨ªtulo de esta historia: "Despu¨¦s del sarampi¨®n del posboom (a?os ochenta), y sus enormes secuelas, en cuyo v¨¦rtice funcionar¨ªa como paradigma una novela como La casa de los esp¨ªritus, de Isabel Allende, un sarampi¨®n que dur¨® mucho y que supuso un grave malentendido en torno a los acuerdos entre imaginaci¨®n, escritura y realidad social (tanto que se tuvo que volver sobre la importancia de una novela capital como Cien a?os de soledad, escrita por Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez en 1967, uno de los or¨ªgenes involuntarios de ese malentendido), despu¨¦s de ello, en los ¨²ltimos a?os, tal vez d¨¦cadas, parece que se transita por soluciones de transversalidad en las tendencias narrativas. Hay un proyecto festivo de la invenci¨®n, otro de experimentaci¨®n e intertextualismo, de reflexi¨®n cr¨ªtica de las ¨²ltimas dictaduras latinoamericanas. Novelas realistas (con el criterio tambi¨¦n huidizo e inaprehendible con que C¨¦sar Aira tonifica el concepto de realidad) que compiten con las que Roberto Bola?o llamaba novelas mutantes (mezcla, como las suyas, de novela y cuento). El compromiso pol¨ªtico, en esta ¨¦poca de inhibici¨®n ideol¨®gica, rivaliza con el m¨¢s exigente compromiso est¨¦tico. Y con una gran presencia del cuento, que all¨ª siempre ha tenido acogida por escritores y lectores".
Senderos que exploran autores como Guadalupe Nettel, Iv¨¢n Thays, Antonio Jos¨¦ Ponte, Juan Carlos Botero, Ronaldo Men¨¦ndez, Mart¨ªn Solares, In¨¦s Bortagaray, Jorge Eduardo Benavides, Florencia Abbate, Fabrizio Mej¨ªa, Pilar Quintana, John Jairo Junieles, Jos¨¦ P¨¦rez Reyes, Claudia Hern¨¢ndez...
Vocaci¨®n universal. Expedicionarios que crean un gran puzle con tonos transgresores o de renovada tradici¨®n. Julio Ortega, del Departamento de Estudios Hispanoamericanos de la Universidad de Brown, completa este presente aclarando que en la ¨²ltima narrativa latinoamericana "no hay parricidios, hay relevos, turnos y diversificaci¨®n. Y tambi¨¦n renovaci¨®n: los j¨®venes del crack cumplieron 40 a?os y escriben todav¨ªa mejor. Y hay narradores de veintipocos a?os que merecen atenci¨®n. Se debe a las demandas de esa extrema libertad recibida. No sorprende que sean parte de una conversaci¨®n m¨¢s amplia, donde se descubren como interlocutores de una charla que incluye a otros". Y cierra su retrato con un juego literario, como en un jard¨ªn de senderos que se bifurcan: "El jard¨ªn es una cita literaria, y los senderos se abren incesantes a nuevas lecturas. La ¨²ltima narrativa es una narrativa de narrativas".
Casi todos han renunciado al af¨¢n totalizador de construir novelas o proyectos literarios que explicaban una ¨¦poca y que ha caracterizado a la literatura latinoamericana, asegura el escritor peruano Diego Tr¨¦llez (El c¨ªrculo de los escritores asesinos), que publicar¨¢ en verano una antolog¨ªa con autores de la ¨²ltima generaci¨®n. Los nuevos narradores describen mundos m¨¢s cercanos, ¨ªntimos. Hacen de lo particular y singular lo universal. El amor, la soledad, el desconcierto, la muerte, la inmigraci¨®n, el ¨¦xito, la envidia, las repercusiones del 11-S, los nuevos miedos, el desamparo, las ilusiones, las dudas o las diferentes formas de violencia que van moldeando el mundo.
Su legado literario procede de todas partes y lo buscan en todos lados, recuerda el boliviano Edmundo Paz Sold¨¢n (R¨ªo fugitivo). "Mientras los escritores europeos o norteamericanos suelen leer s¨®lo literatura de sus propios pa¨ªses, en Am¨¦rica Latina se puede encontrar a mexicanos que leen a Kawabata, argentinos que apuestan por Janet Malcolm, colombianos que siguen a Conrad, peruanos aficionados a Modiano, puertorrique?os fan¨¢ticos de Ngugi Wa Thiongo, guatemaltecos fervorosos de Vila-Matas, chilenos obsesionados con Clarice Lispector". Lecturas universales combinadas con las de sus paisanos cl¨¢sicos, como Jos¨¦ Eustasio Rivera, Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo, R¨®mulo Gallegos, Mario Vargas Llosa, Julio Cort¨¢zar, Carlos Fuentes, Augusto Roa Bastos o Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez.
Es una generaci¨®n que vive y siente con naturalidad las tradiciones culturales y literarias de sus pa¨ªses de origen, su continente y el resto del mundo. Avanzan como alegres guaqueros. "Somos saqueadores de las tradiciones de todos lados", reconoce el mexicano Antonio Ortu?o (Recursos humanos). Por eso no es f¨¢cil hablar de literatura latinoamericana. Son 19 pa¨ªses y cada uno de ellos es un mundo. No son un grupo uniforme, ni existe un espa?ol latinoamericano, sino muchos, aclara Ena Luc¨ªa Portela. "Pero de ning¨²n modo debe hablarse de literatura latinoamericana vinculada a una ideolog¨ªa determinada y a motivos considerados ex¨®ticos seg¨²n una visi¨®n euroc¨¦ntrica", hace ¨¦nfasis la uruguaya Claudia Amengual (Desde las cenizas).
Tampoco se consideran una hermandad de literatos intentando preservar y legalizar para el mundo una herencia cultural milenaria e inmaculada, afirma Diego Tr¨¦llez. "El chovinismo en la literatura es un c¨¢ncer extirpable. Lo nacional tiende a ser un concepto desfasado para analizar nuestras correspondencias". Y si algo queda de esto, es por poco tiempo, vaticina el peruano Santiago Roncagliolo (Abril rojo). Recuerda que en pa¨ªses como el Reino Unidos y Estados Unidos la literatura ha incorporado miradas mestizas y el ¨ªndice de la ¨²ltima antolog¨ªa de j¨®venes narradores de la revista Granta "parece un listado de la oficina de migraciones. En Espa?a, la inmigraci¨®n es reciente, pero ya hay autoras como Najat el Hachmi que escribe en catal¨¢n. Pronto empezar¨¢n a hacerlo tambi¨¦n los hijos de los latinoamericanos y la pregunta por su identidad carece de sentido".
Se sienten orgullosos de tener deudores tan diferentes. No quieren que les sorprenda el olvido.
"Heredamos la literatura de los a?os sesenta de nuestros padres. Reconstruimos con nuestra 'filosof¨ªa barata y zapatos de goma' a los pensadores alemanes, a sabios del Oriente, a los cl¨¢sicos, los grafitos de los metros, la m¨ªtica popular. Cada quien se arma un puzle con sus referentes y necesidades", resume la cubana Wendy Guerra (Todos se van). Es una literatura en continuo devenir, que en cualquier momento puede engendrar algo que nunca fue le¨ªdo antes, est¨¢ convencido el argentino Oliverio Coelho (Promesas naturales).
Sobre estos predios vecinos exploran autores como William Ospina, ?lvaro Enrigue, Rodrigo Hasb¨²n, Ana Gabriela Alem¨¢n, Marcelo Birmajer, Eduardo Halfon, Jorge Franco, Marbel Sandoval, Mariana Enr¨ªquez, Ricardo Silva, Armando Luigi Casta?eda, Rodrigo Blanco, H¨¦ctor Abad, Dami¨¢n Tabarovsky...
Refundar con palabras. Ahora se vuelven a visitar
territorios conocidos. Autores que escriben sobre la historia de sus pa¨ªses o regiones, una especie de revisi¨®n de la historia para tratar de descifrar o interpretar el presente. Andr¨¦s Neuman cree que se trata de un doble desplazamiento: "Muchos escritores latinoamericanos (por ejemplo, los del crack) se han propuesto emigrar literariamente a escenarios que trasciendan sus fronteras nacionales, y otros (en general, influidos por una experiencia emigratoria) hemos revisitado la historia de nuestros pa¨ªses desde perspectivas oblicuas, conscientemente extranjeras (pienso en Juan Gabriel V¨¢squez, Fernando Iwasaki, ?lvaro Enrigue, Guadalupe Nettel o Juan Carlos M¨¦ndez Gu¨¦dez)". Un vistazo atr¨¢s muestra que el Boom, en palabras de Juan Gabriel V¨¢squez, se dedic¨® obsesivamente a dar su versi¨®n de la historia latinoamericana, a construir una nueva historia en la literatura. "Luego hubo una especie de reacci¨®n hacia otras maneras de contar la experiencia, menos p¨²blicas, m¨¢s intimistas. Ahora algunos novelistas se dan cuenta de que el Boom est¨¢ lejos de haber agotado los lugares oscuros de nuestra historia, y se han concentrado en iluminarlos".
Son las luci¨¦rnagas perpetuas en la historia de la literatura. Lo que cambia son las miradas, insiste Santiago Roncagliolo. "Siempre tratamos de darnos sentido a nosotros mismos hurgando en nuestro pasado". Y a?ade que de la misma manera que se han vuelto a escribir novelas sobre historia, tambi¨¦n lo hacen sobre guerrilleros, s¨®lo que su figura ya no es ¨¦pica ni ideal. "En Latinoam¨¦rica, nuestras heridas no han cicatrizado", afirm¨® el poeta argentino Juan Gelman el 23 de abril durante su discurso por el Premio Cervantes, en Madrid. Una aseveraci¨®n que Wendy Guerra complementa diciendo que en el caso de su generaci¨®n las heridas no han sido nombradas. "Mi diferencia con los colegas latinoamericanos es que estamos en un punto donde nombrar las heridas ya es ganancia, nos reconcilia con la conciencia de los personajes que narramos, nos vuelve persona y personaje en el propio acto de la narraci¨®n transitoria y la vida dilatada por el texto. La revisi¨®n hist¨®rica se inicia, en mi caso, en el minuto en que decido decir la parte de la historia que he vivido y necesita ser nombrada, aunque duela en mi entorno".
Pero la br¨²jula no siempre funciona bien por este trayecto. "Se corre el riesgo de la tipificaci¨®n editorial. Se empiezan a ver repeticiones de lo mismo con novelas dom¨¦sticas", advierte el ecuatoriano Leonardo Valencia (El libro flotante de Caytran D?lphin). "Ocurre ahora con la novela hist¨®rica o pol¨ªtica del pa¨ªs de origen del autor, con temas interesantes pero que no aportan ni avanzan en la forma novel¨ªstica ni en el lenguaje, y con gui?os evidentes para reforzar el t¨®pico o el tr¨®pico. Son correctas, pero siguen sin superar a las grandes novelas hist¨®ricas y pol¨ªticas de los setenta y ochenta. Esa revisi¨®n del pasado puede ser provechosa, si es una relectura formalmente arriesgada, pero me temo que no es as¨ª".
Todos tratan de volver a fundar con palabras Am¨¦rica Latina. De desandar con las palabras ese atlas de sus vidas hechas de historias o¨ªdas, le¨ªdas, vistas, imaginadas, intuidas, vividas. V¨ªvidas.
Los desencantos han dado paso a la ilusi¨®n por contarlo. Quiz¨¢s lo que ha cambiado, reflexiona Andr¨¦s Neuman, es el abandono del prop¨®sito de encarnar determinados esencialismos nacionales y pol¨ªticos, que no se han perdido, sino reformulado. De opini¨®n parecida es Claudia Amengual. Recuerda que sus predecesores ten¨ªan un compromiso ideol¨®gico fuerte que se correspond¨ªa con la efervescencia de la d¨¦cada de los sesenta y la resistencia a las dictaduras que oprimieron la sociedad latinoamericana en los a?os siguientes. "Nuestra generaci¨®n -me refiero a la de los escritores que estamos entre los treinta y cuarenta a?os- ha sufrido no s¨®lo esas dictaduras sino tambi¨¦n los efectos posteriores. Es una generaci¨®n quiz¨¢ algo desilusionada con el nuevo orden mundial, con menos utop¨ªas, pero no con menor compromiso. Nuestra literatura no siente que deba cumplir, necesariamente, con una funci¨®n social, sino que tiene un valor intr¨ªnseco en tanto arte. Sin embargo, si bien la obra vale por s¨ª, siento que s¨ª existe un compromiso ¨¦tico del autor con la coyuntura que le ha tocado vivir".
Sin miedo. Con descaro y m¨¢s conciencia del oficio de escribir. Una metamorfosis literaria que Tr¨¦llez reconoce a trav¨¦s de "la alegor¨ªa, de la parodia, de la digresi¨®n, del secreto, y de todo lo que tenga relaci¨®n con el juego y con el contrabando literario (el plagio, la cita ap¨®crifa, el gui?o, la deformada noci¨®n de autor¨ªa)". Un legado, agrega, que proviene de autores como Borges, Monterroso, Piglia, Bola?o, Pauls, Bellatin o Aira. En el mundo de los nuevos narradores no se teme a los dioses. "Es un placer escribir porque se hace sin la sombra de escritores paradigm¨¢ticos", confiesa el colombiano Antonio ?ngar (Las orejas del lobo). Sobre todo en su pa¨ªs, porque si en Am¨¦rica Latina la sombra de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez es fuerte, en Colombia lo es mucho m¨¢s. "La generaci¨®n anterior a la m¨ªa sufri¨® el paradigma: se pod¨ªa escribir con o contra Garc¨ªa M¨¢rquez, no hab¨ªa muchas m¨¢s opciones. En mi generaci¨®n, el vac¨ªo de referentes inmediatos es absoluto, lo que da mucho v¨¦rtigo pero tambi¨¦n una gran sensaci¨®n de libertad".
Como se percibe en las p¨¢ginas de Vivian Abenshuhan, Mart¨ªn Kohan, Karla Su¨¢rez, Giovanna Rivero, Carlos Labb¨¦, Susana Haug, Sergio Vilela, Juan Pablo Meneses, Efra¨ªn Medina, Gonzalo Garc¨¦s, Mar¨ªa Fasce, Ariel Magnus, Luigi Amara, Alonso S¨¢nchez Baute, Antonio Garc¨ªa, ?lvaro Bisama, Andrea Jeftanovic, Mario Mendoza, Jaime Alejandro Rodr¨ªguez, Wynter Melo, Yolanda Arroyo...
"Hacia all¨¢". Es la era de los nichos,
como la define el chileno Alberto Fuguet. La de aventuras individuales. Tras el hallazgo de Pablo Casacuberta (La parte de debajo de las cosas y Una l¨ªnea m¨¢s o menos recta), muchos son los que tambi¨¦n se?alan que el destino est¨¢ en "hacia all¨¢". ?l lo mencion¨® cuando en Bogot¨¢ emboscaron a los escritores invitados con la pregunta: ?hacia d¨®nde va la literatura latinoamericana? "Fueron tantas veces, con tal esperanza acerca de nuestras habilidades para conocer el presente y predecir el futuro, que merec¨ªa ser contestada con el mismo entusiasmo visionario. Ese "hacia all¨¢" no se?alaba estrictamente hacia adelante, sino hacia adelante y a un costado. Se me ocurri¨® que tratar ese destino como si fuera un punto preciso en el espacio era la mejor manera de manifestar nuestra incapacidad para abordar la pregunta. Despu¨¦s, en la foto, todos se?alamos el mismo punto, como si fu¨¦ramos un excitado corrillo de cient¨ªficos apuntando hacia un meteorito".
Y los escritores se dirigen hacia ese destino desde m¨²ltiples y variadas rutas. A la chilena Lina Meruane (Fruta podrida y Cercada) lo que le resulta llamativo es "la aparente renuncia a construir una literatura que exprese la complejidad del mundo contempor¨¢neo desde la ficci¨®n (la llamada no-ficci¨®n est¨¢ en auge)". Destaca que se ha producido una esqueletizaci¨®n del entorno y del relato: de su imaginario, de su estructura, de su lenguaje. "Algo muy visible en la microficci¨®n, en el acortamiento del cuento y en la creciente brevedad de la novela. Esta literatura 'anor¨¦xica' (as¨ª describ¨ªa Alan Pauls la obra reciente de Mario Bellatin) insiste en sembrar agujeros en la trama: la idea de que el texto s¨®lo muestre la punta del iceberg se ha transformado en la noci¨®n del relato-gruy¨¨re".
Otras bifurcaciones relevantes son las novelas de g¨¦nero, la hibridaci¨®n de ¨¦stos a veces desencadena en la llamada no ficci¨®n citada por Meruane, al tiempo que coge fuerza el periodismo literario. Al argentino Pablo de Santis (El enigma de Par¨ªs) siempre le ha interesado la cuesti¨®n de los g¨¦neros: "Creo que nos conectan con lo m¨¢s puro que hay en el hecho de narrar y por eso el encanto del policial, la ciencia-ficci¨®n y lo fant¨¢stico. Muchos autores se han inclinado por tomar a los g¨¦neros como inspiraci¨®n; Guillermo Mart¨ªnez, Edmundo Paz Sold¨¢n, Jorge Franco y Mario Mendoza, con el policial; Marcelo Birmajer, con el humor y la s¨¢tira, y Leopoldo Brizuela, con la novela de aventuras".
Una de las rutas m¨¢s arriesgadas la ha encontrado Diego Tr¨¦llez en el mestizaje de g¨¦neros, con autores como Alejandro Zambra, Oliverio Coelho, Tryno Maldonado, Guadalupe Nettel o In¨¦s Bortagaray. Sus obras, cuenta, "pueden ubicarse en esa zona indeterminada donde, de manera oscilante y a menudo indiscernible, se cruzan el ensayo y la novela, la verdad y la ficci¨®n, el cr¨ªtico y el escritor".
La tercera gran ruta no es nueva, pero se refuerza. Se mueve en las fronteras entre periodismo y literatura, coinciden Santiago Roncagliolo y Edmundo Paz Sold¨¢n. "Hemos tenido una tradici¨®n interesante de cronistas desde la segunda mitad del siglo XIX, pero nunca, como ahora, tantos y de tanta calidad". El retrato de esta p¨¢gina literaria la completa Roncagliolo al decir que "el narrador se ha bajado del pedestal del sabio para sentarse en el banquillo de los testigos, y el periodista ha abandonado su complejo de inferioridad".
Y a este rumor alegre de la renovaci¨®n literaria han contribuido m¨¢s que nunca las mujeres. Algo muy significativo en un continente con poca tradici¨®n narrativa femenina. A diferencia de la poes¨ªa donde hay referencias que van desde sor Juana In¨¦s de la Cruz pasando por Gabriela Mistral y Alejandra Pizarnik hasta Olga Orozco y Blanca Varela. Entre las debutantes de esta ¨²ltima d¨¦cada, cuenta Ena Luc¨ªa Portela, hay alrededor de una decena de narradoras que han alcanzado cierta visibilidad m¨¢s all¨¢ de las fronteras de sus respectivos pa¨ªses.
Mujeres y hombres que Piedad Bonnett, poeta y narradora colombiana, ha le¨ªdo en su mayor¨ªa porque fue una de las responsables de seleccionar a los escritores convocados en Bogot¨¢ 39. Para ella, "el panorama de la joven narrativa latinoamericana est¨¢ lleno de sorpresas y diversidad de nombres ya bien conocidos y de otros que a¨²n circulan poco y que el continente tiene que descubrir. Abarca desde obras como las de Jorge Volpi o Juan Gabriel V¨¢zquez, que fabulan la historia universal o local en novelas de largo aliento, hasta las nouvelles de Alejandro Zambra, construidas sobre poderosos silencios y con personajes y argumentos que se niegan a consolidarse, y que implican una propuesta muy novedosa sobre el g¨¦nero. Por el camino encontramos obras interesant¨ªsimas, como la de Junot D¨ªaz o Daniel Alarc¨®n -el uno dominicano, el otro peruano- que escriben en ingl¨¦s pero desde su condici¨®n de latinoamericanos, y con gran conciencia de la dureza de la vida en sus pa¨ªses pero tambi¨¦n -sobre todo Junot- de la discriminaci¨®n que padecen en el extranjero, de su condena a ser ciudadanos de segunda. Son inquietantes tambi¨¦n las obras del prol¨ªfico y vers¨¢til Andr¨¦s Neuman, o la de mujeres con voces muy sugerentes y poderosas, como las de Guadalupe Nettel y Enna Luc¨ªa Portela. Pero no todo queda enmarcado en Bogot¨¢ 39. Escritores como Paz Sold¨¢n, Alan Pauls y otros que superan los cuarenta a?os se est¨¢n ocupando de una renovaci¨®n de la novela y el cuento que nos permite hablar de una muy din¨¢mica b¨²squeda de nuevos lenguajes".
A ellos se han unido C¨¦sar Guti¨¦rrez, Rafael Baena, Alejandro Parisi, Andrea Maturana, Maximiliano Barrientos, Tryno Maldonado, Mauricio Bernal, Javier Ponce, Margarita Borrero, Fernando Quiroz, Washington Cucurto, Sergio Bizzio, Slavko Zupcic, Romina Paula...
Sobre el futuro de todos ellos, uno de los m¨¢s citados por los propios entrevistados, aunque empez¨® su andadura en los a?os noventa, es el peruano-mexicano Mario Bellatin, quien expresa su fe "en que autores que han nacido, viven, provienen por lazos de familia, o sienten que poseen alguna afinidad con la parte de Am¨¦rica que utiliza alguna lengua latina -o una mezcla que incluya a una de ellas- como herramienta de trabajo no caigan en la soberbia de sentirse parte de un todo narrativo. Curiosamente, las veces que esto ha ocurrido marc¨® el declive en la obra de autores que hubieran podido ser clave, quiz¨¢, en la literatura universal".
Es el alba de una di¨¢spora de creadores y creaciones de gran diversidad y vigor que han empezado a ser traducidos a varios idiomas. Algunos m¨¢s conocidos fuera que en su propio continente. Transgresores autores del siglo XXI, que avanzan bajo la invocaci¨®n de Sherezade hacia ese lugar se?alado. "No me extra?ar¨ªa que, dado ese inesperado consenso, la literatura latinoamericana termine yendo 'hacia all¨¢' un d¨ªa", reconoce Pablo Casacuberta. Y da m¨¢s detalles de su ubicaci¨®n para los que requieran coordenadas espec¨ªficas: "El punto puede hallarse estirando el brazo en forma exactamente perpendicular a la l¨ªnea trazada entre los hombros. Una vez all¨ª, se desplaza el brazo una vez y media el ancho de la mano extendida hacia la derecha. Y luego se estira el ¨ªndice y se se?ala levemente hacia abajo, como si una l¨ªnea casi paralela al piso fuera a encontrarse con el horizonte. El lugar es exactamente ah¨ª".
La feria madrile?a es tambi¨¦n este a?o americana. Quince escritores trazan el rumbo de un puzle literario que se ha liberado de ataduras y busca nuevos lenguajes.
P¨¢ginas latinoamericanas en Espa?a
H¨¦ctor Abad, El olvido que seremos (Seix Barral); Jorge Eduardo Benavides, Un mill¨®n de soles (Alfaguara); Marcelo Birmajer, Historia de una mujer (Seix Barral); Pablo de Santis, El enigma de Par¨ªs (Planeta); Wendy Guerra, Todos se van (Bruguera); Mart¨ªn Kohan, Ciencias morales (Anagrama); Guillermo Mart¨ªnez, La muerte lenta de Luciana B (Destino); Andrea Maturana, El da?o (Alfaguara); Guadalupe Nettel, P¨¦talos (Anagrama); Andr¨¦s Neuman, El ¨²ltimo minuto (P¨¢ginas de Espuma); William Ospina, Urs¨²a (Alfaguara); Edmundo Paz Sold¨¢n, El delirio de Turing (Alfaguara); Ena Luc¨ªa Portela, Djuna y Daniel (Mondadori); Ronaldo Men¨¦ndez, R¨ªo Quib¨² (Lengua de Trapo); Santiago Roncagliolo, La cuarta espada (Debate); Mart¨ªn Solares, Los minutos negros (Mondadori); Leonardo Valencia, El libro flotante de Caytran D?lphin (Funambulista); Juan Gabriel V¨¢squez, Los amantes de todos los santos (Alfaguara); Alejandro Zambra, La vida privada de los ¨¢rboles (Anagrama).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.