El exilio y el reino
"Las ra¨ªces de los hombres son los pies", escribi¨® Juan Goytisolo, "y los pies se mueven", y por eso echar ra¨ªces en el mundo es tambi¨¦n moverse por ¨¦l, establecerse aqu¨ª y all¨¢, rodar, abrir casas y volver a cerrarlas, cruzar oc¨¦anos con cajas llenas de libros, adaptarse a lugares fr¨ªos, ver caer la tarde sobre el Hudson o el B¨®sforo, desde la ventana de la cocina, mientras se prepara un caf¨¦ y piensa en lo que va a escribir, o en lo que hubiera querido que fuera su libro, o en algo que lo atormenta y que no lograr¨¢ hacer nunca, por m¨¢s que llegue al otro extremo del ¨²ltimo oc¨¦ano.
Hay un tipo de escritor que suele irse. ?Por qu¨¦ lo hace? Habr¨ªa que mirar caso por caso. Wilde y Joyce se fueron de Irlanda y nunca regresaron, pues en la cat¨®lica isla nadie entend¨ªa sus vidas y mucho menos sus escritos. Henry Miller tambi¨¦n opt¨® por alejarse de su ciudad, creyendo que as¨ª se acercaba a su obra, que por cierto a¨²n no hab¨ªa escrito. Sin embargo, Borges, uno de los autores m¨¢s cosmopolitas de la literatura, vivi¨® casi toda su vida en Buenos Aires, mientras que otros, como el guatemalteco Miguel ?ngel Asturias o el venezolano Arturo Uslar Pietri, descubrieron en Par¨ªs (en La Sorbona) su pasi¨®n indigenista, y entonces su obra, a partir de ah¨ª, se centr¨® en temas locales.
La literatura latinoamericana ha tenido varios hogares fuera de Am¨¦rica Latina. Uno de ellos fue la Barcelona de principios de los setenta, por all¨ª pasaron Mario Vargas Llosa, Garc¨ªa M¨¢rquez, Jos¨¦ Donoso, Jorge Edwards y otros m¨¢s. Pero sobre todo Par¨ªs, con Julio Cort¨¢zar como figura tutelar, acompa?ado en diferentes ¨¦pocas por Carlos Fuentes, Alfredo Bryce Echenique, Octavio Paz, Pablo Neruda, Alejo Carpentier y un largo etc¨¦tera. Cuando yo vine a Par¨ªs a principios de los noventa, atra¨ªdo por ese mito, ya todos se hab¨ªan ido. O casi todos, pues quedaba a¨²n el gran Julio Ram¨®n Ribeyro, en su apartamento del Parc Monceau, y Severo Sarduy, a quien jam¨¢s conoc¨ª, pues ya hab¨ªa iniciado el proceso de su enfermedad y se dejaba ver poco.
Estos escritores se mov¨ªan por el mundo, pero en sus libros hablaban sobre todo de sus propios pa¨ªses o comarcas, o de Par¨ªs, que era territorio conquistado y que con Cort¨¢zar ya era indefectiblemente "nuestro". En alguna ocasi¨®n hubo pol¨¦micas sobre si se deb¨ªa vivir "afuera" o "adentro", y algunas de ellas fueron encarnizadas. Recuerdo una entre Jos¨¦ Mar¨ªa Arguedas, Vargas Llosa y Cort¨¢zar. "No se puede escribir Latinoam¨¦rica desde Par¨ªs", dec¨ªa Arguedas. Pero Cort¨¢zar y Vargas Llosa s¨ª pudieron, con grandiosos resultados, pues al fin y al cabo escribir, lo que se dice escribir, se hace por lo general en un cuarto con una ventana, pero pocas veces se hace mirando por esa ventana, y entonces la ciudad o el mundo donde est¨¦ el cuarto puede ser, en muchos casos, irrelevante. Si Cabrera Infante hubiera mirado por la ventana nos habr¨ªa narrado el smog de Londres no la vida y los anhelos del malec¨®n habanero.
M¨¦xico ha sido otro de los grandes hogares. Los tres colombianos m¨¢s c¨¦lebres viven a¨²n hoy all¨¢; Garc¨ªa M¨¢rquez, Mutis y Vallejo. Tambi¨¦n fue casa del guatemalteco Augusto Monterroso y hogar adoptivo de Roberto Bola?o, siendo adem¨¢s su gran tema literario, aun a la distancia.
Hoy, con la velocidad a la que todo nos llega, impregna e influencia, es a¨²n menos relevante d¨®nde vive el escritor latinoamericano, si vive exiliado en su pa¨ªs o est¨¢ en Singapur. Lo importante es para qui¨¦n escribe. Si lo hace para sus lectores naturales, es decir, la comunidad que habla su lengua y de la cual emergi¨®, la hispano-americana, empezando por su propio pa¨ªs (aunque algunos editores dicen que Am¨¦rica Latina ya no interesa en Espa?a, o algo mucho peor: "Que ya no vende"), o si escribe para cosechar ¨¦xito en mundos m¨¢s ricos y opulentos, porque esto s¨ª que lo cambia todo, ya que para medrar en esos lugares lo m¨¢s a mano es repetir f¨®rmulas y satisfacer los estereotipos de nuestro continente al interior del imaginario europeo. ?Cu¨¢les son los estereotipos de Am¨¦rica Latina? Esto dar¨ªa para otro art¨ªculo, pero se pueden resumir inicialmente en tres palabras: exotismo, evasi¨®n y revoluci¨®n. Quien salga al ruedo con estos atributos y tenga cierta correcci¨®n en su prosa ganar¨¢ espacio en el coraz¨®n de la clase media europea, que es la que alimenta los grandes ¨¦xitos de ventas.
Por eso, m¨¢s que escritores de "adentro" o de "afuera", la verdadera diferencia, hoy, est¨¢ entre quienes se disfrazan de latinoamericanos y escriben novelas para turistas extranjeros, satisfaciendo los estereotipos, y los que no, los que escriben para los suyos o para s¨ª mismos, o para nadie, con sus experiencias y obsesiones, con su visi¨®n hipertrofiada o pesimista de ese reino que es la literatura y que cada vez parece tener menos lugar, por desgracia, en este mundo.
Santiago Gamboa (Bogot¨¢, 1965) es autor, entre otros libros, de Perder es cuesti¨®n de m¨¦todo (Mondadori) y El s¨ªndrome de Ulises (Seix Barral)
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