Goya y la visi¨®n cr¨ªtica de la tauromaquia
Al final de su vida, durante el exilio en Burdeos, Goya manifest¨® a su amigo Leandro Fern¨¢ndez de Morat¨ªn que "hab¨ªa toreado en su tiempo". A partir de ¨¦sta y otras referencias, as¨ª como de sus pinturas y estampas, se ha ido configurando una imagen t¨®pica que ha convertido al artista en un incondicional aficionado a los toros. De entre toda su obra, la serie de 33 estampas de la Tauromaquia, publicada en 1816, constituye la mejor expresi¨®n de su visi¨®n del mundo taurino. Y lo hizo con una intensidad tal, que nos permite plantear numerosas dudas sobre sus verdaderos sentimientos hacia la fiesta tras la Guerra de la Independencia. Goya recurre a un tema que a primera vista puede parecer de recreo, pero una mirada atenta nos conduce a entenderlos bajo la perspectiva de la violencia, la crueldad y la muerte, situ¨¢ndolos en el ¨¢mbito cr¨ªtico y est¨¦tico de Los desastres de la guerra. De este modo Goya se hizo eco del debate que sobre la legitimidad de la tauromaquia exist¨ªa en el seno de la sociedad ilustrada, donde algunos de los m¨¢s prestigiosos intelectuales del momento, como Jovellanos o Vargas Ponce, la hab¨ªan puesto en tela de juicio, llegando a propiciar su prohibici¨®n.
En este contexto la Tauromaquia puede ser entendida como una muestra cr¨ªtica de la violencia consustancial al ser humano a trav¨¦s del enfrentamiento irracional con el toro, cuyo final aboca no a su muerte sino a la del torero. No en vano la serie finaliza con la tr¨¢gica muerte de Pepe-Hillo. Son antitaurinas no por conmiseraci¨®n con el toro, sino por respeto al hombre, que alejado del raciocinio, se enfrenta alocadamente al peligro.
La tensi¨®n dram¨¢tica de estas obras, unida a su excepcional desarrollo formal, las convierten en un icono del drama que constituye la esencia de las corridas de toros desde la mirada genial e independiente de Goya.
Jos¨¦ Manuel Matilla es jefe del Departamento de Dibujo y Estampas del Museo del Prado.
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