La ruina del Casco Vello avanza m¨¢s que la rehabilitaci¨®n
El Casco Vello, germen de la ciudad post romana, est¨¢ hecho una ruina que parece avanzar m¨¢s deprisa que los buenos prop¨®sitos y obras del BNG, que ha acometido su rehabilitaci¨®n desde la Tenencia de Alcald¨ªa y la Conseller¨ªa de Vivenda. Va para largo porque el deterioro es profundo y crece a diario. Nadie lo incluir¨ªa hoy en la dimensi¨®n positiva de la marca Vigo.
Un turista pudo grabar las pasadas Navidades, sin propon¨¦rselo, el desplome de una fachada de la anteriormente emblem¨¢tica Praza do Berb¨¦s, donde ahora se acomete el derribo simult¨¢neo de tres edificios para evitar que pueda repetirse el incidente, acaso con peores consecuencias. Por ah¨ª pasan, mal que bien, miles de turistas, muchos de cruceros, con gu¨ªas que pintan la ruta de los or¨ªgenes urbanos y cuyo paseo eleva los rubores ciudadanos, como la marginalidad del barrio que recientemente retrat¨® el programa Callejeros provocando una conmoci¨®n y respuestas que parec¨ªan darse a un agravio.
Este deterioro urban¨ªstico y social se prolonga en el contiguo Barrio do Cura, que tambi¨¦n suscita expectativas de nuevo espacio simb¨®lico de la nueva ciudad, aunque los promotores, Karpin & Asociados, a¨²n no han dicho la ¨²ltima palabra.
El abandono del Casco Vello dice poco bueno del respeto que la ciudad ha prestado a su historia, pese a que unos metros m¨¢s all¨¢, entre Areal e Isaac Peral, se paralicen importantes actuaciones para rescatar los restos del Vicus romano. Ese mismo patrimonio podr¨ªa recibirse ahora como un contratiempo. En la marca Vigo la imagen dominante que se busca es la de modernidad, de regeneraci¨®n en la pujanza, no la de yacimiento arqueol¨®gico. La ciudad encarga sus activos de futuro, antes que a investigadores de ra¨ªces, a arquitectos de renombre, aunque la experiencia ense?a que tampoco garantizan mucho.
Gamelas-maceta
La misma Praza do Berb¨¦s, por volver al emblema, fue reformada por el arquitecto V¨¢zquez Consuegra para acomodarla a la cubierta de un aparcamiento subterr¨¢neo. En ella luc¨ªa un estanque que, finalmente, y despu¨¦s de mucha bulla vecinal, fue reemplazado, a falta de otras soluciones, por una suerte de jardincillo cursi, con gamelas reconvertidas a macetas...
Los arquitectos se echaron manos a la cabeza, el mismo V¨¢zquez Consuegra reaccion¨® como un J¨²piter tronante, pero los vecinos respiran m¨¢s tranquilos con el cambio: el estanque, al lado de un parque infantil, lo sufr¨ªan como una charca permanente e insalubre, con restos de botell¨®n y chapoteo de gaviotas. Tampoco eso era modernidad.
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