El t¨¦cnico que no supo cambiar
Frank Rijkaard abandona el Barcelona como un triunfador que fracas¨® cuando se le exig¨ªa variar el plan
Frank Rijkaard y su esposa cenaron el jueves pasado con Joan Laporta, el presidente de Barcelona, y la suya en un conocido restaurante barcelon¨¦s. Brindaron por el pasado, que les une de por vida, pensando que en el futuro, seguro, se van a seguir encontrando. Frank -pron¨²nciese Frenk, as¨ª le llaman todos en el club- pidi¨® jam¨®n, por supuesto. Ha ganado t¨ªtulos, dinero, amigos y prestigio en el Bar?a. Se lleva en su ba¨²l el afecto de los que han compartido el trabajo cotidiano en el vestuario del Camp Nou y, adem¨¢s, le acompa?a para siempre una completa devoci¨®n por la paletilla de Jabugo. Rijkaard (?msterdam, 1962) no se ha ido todav¨ªa y se le espera esta semana en el estadio.
"Vivi¨® en una burbuja de amor y buen rollo que le aplast¨®", afirma un colaborador suyo
"Hay un antes y un despu¨¦s de la final de la Intercontinental en Jap¨®n", apunta otro
"Nunca encar¨® los problemas. Esper¨® que se solucionaran solos", dicen en el club
"Su ruina ha sido Ronaldinho. Habr¨¢ tenido 50 charlas con ¨¦l este a?o", a?aden
"Se me est¨¢ haciendo muy larga esta despedida", ha dicho. Hay quien piensa que "est¨¢ intentando escapar de algunos abrazos que sabe que le van a emocionar". Por eso, en su despacho est¨¢ la foto saludando a Johan Cruyff durante un partido ben¨¦fico, una monta?a de discos compactos y muchas carpetas repletas de papeles, pero, de hecho, ya es historia del club. "Es la historia de un tipo que vivi¨® en una burbuja de amor y buen rollo que termin¨® por aplastarle", confiesa uno de sus m¨¢s cercanos colaboradores.
"Rijkaard nunca encar¨® los problemas. Los dej¨® fluir pretendiendo que se solucionaran solos", insisten en los despachos. "Fue tan honrado como Van Gaal. A los dos les avisamos de que iban por mal camino y no supieron, no quisieron, cambiar cuando la situaci¨®n lo requer¨ªa. Ninguno se pudo traicionar a s¨ª mismo. Ninguno acept¨® renunciar a sus m¨¢s firmes principios. A los dos se los llevo por delante la realidad", asegura un empleado que lleva media vida en el vestuario.
La historia de Rijkaard en el Barcelona empieza en el aeropuerto de Schipool, en ?msterdam, donde Sandro Rosell, entonces vicepresidente, y Txiki Begiristain, director deportivo, llegaron a un acuerdo con el t¨¦cnico holand¨¦s en cuesti¨®n de minutos y por muy poco dinero. "No ten¨ªamos dinero y firm¨® por un mill¨®n de euros, una cantidad absolutamente por debajo del mercado", ha recordado alguna vez Rosell. "Es bien persona", les hab¨ªa dicho Cruyff y eso era justo lo que necesitaba el Barcelona: un tipo que aceptara las leyes en un momento complicado. "En ese sentido", reconoce un directivo, "su comportamiento es de 10. Nunca nos ha puesto un pero, nunca ha sido un problema". La frase no es del todo cierta porque algunas decisiones han complicado la vida al club. Por ejemplo: Begiristain quer¨ªa fichar a Forl¨¢n. Estaba hecho. "Rijkaard insisti¨® tanto con Gudjohnsen que parec¨ªa imposible ganar otra Copa de Europa si no ven¨ªa el island¨¦s", recuerdan en el club. Al final, nunca le dio bola y Forl¨¢n sigue metiendo goles en el Atl¨¦tico de Madrid.
"Los peores meses de Frank en el Barcelona fueron los del primer medio a?o", asegura Claudio Losardo, una suerte de amigo ¨ªntimo convertido en secretario personal que ha convivido a diario con Rijkaard en el Camp Nou y en los desplazamientos. Se conocieron en Mil¨¢n. Al poco de fichar por el Bar?a, Rijkaard supo que Claudio atravesaba un problema personal y le tendi¨® la mano. Fiel, discreto, atento siempre, Claudio, al que en el vestuario se se?ala como "un buen tipo", explica que a Frank le duele sobremanera no devolver la confianza que se le da: "Al principio, el equipo no funcionaba y no daba con la soluci¨®n. Eso le preocupaba mucho porque sent¨ªa que estaba fallando a mucha gente".
La tuerca que le faltaba apareci¨® con Davids y con una variante t¨¢ctica que mand¨® a Ronaldinho a la banda izquierda. Eso, la apuesta por un 4 f¨ªsico, m¨¢s defensivo que el de Cruyff o Van Gaal, y los apadrinamientos de Messi, Iniesta y Bojan son, adem¨¢s de los t¨ªtulos, su legado deportivo a un equipo en el que se sinti¨® muy c¨®modo manejando el ¨¦xito y fracas¨® tratando de corregirse en la derrota. "Siempre vivi¨® en una nube. Ya sabe, un campo lleno de margaritas, mucho amor a su alrededor, una Liga, dos Ligas, la Champions, la vida en color de rosa, el mundo de yuppi", resume un veterano del cuerpo t¨¦cnico. Claudio; Albert Roca, preparador f¨ªsico con el que jug¨® en el Zaragoza; la felicidad de sus hijos; los paseos con su perro... Hasta que la burbuja revent¨® en Jap¨®n.
La mayor¨ªa de sus colaboradores lo tienen claro. "Hay un antes y un despu¨¦s de aquel partido contra el Internacional de Porto Alegre". En noviembre de 2006, Begiristain ya detect¨® los primeros s¨ªntomas de que el vestuario se le empezaba a escapar de las manos. Alguno de los empleados m¨¢s veteranos tambi¨¦n lo ten¨ªan claro. "Rijkaard no se enteraba de nada. Estaba convencido de que lo que hab¨ªa funcionado funcionar¨ªa otra vez, pero era evidente que aquello se oxidaba". Y lleg¨® la derrota en la Intercontinental: "Nunca le hemos visto m¨¢s triste, con mayor sentimiento de culpa". Tres d¨ªas despu¨¦s, en la comida de Navidad celebrada en una discoteca, Rijkaard, que hab¨ªa llegado de Jap¨®n desmoralizado, recuper¨® la ilusi¨®n, se le apareci¨® la luz y el mundo volvi¨® a ser de color de rosa... Y los meses fueron pasando y los t¨ªtulos desapareciendo a la misma velocidad a la que se degradaba el vestuario, especialmente Ronaldinho. "La ruina de Rijkaard ha sido Ronnie", reconocen en el club; "habr¨¢ mantenido 50 charlas con ¨¦l en el ¨²ltimo a?o para nada".
"Cambiar¨¦. No volver¨¢ a suceder lo de este a?o", avis¨® Rijkaard a Laporta y Begiristain en junio pasado, antes de empezar el quinto y ¨²ltimo capitulo de una historia de amor que ha terminado en drama. "Seguramente quiso, pero no pudo o no supo. Lo que est¨¢ claro es que no cambi¨® nada", asumen sus ya ex colaboradores. Por eso, en enero de 2008, Laporta claudic¨® y le dio un ultim¨¢tum. Pero ya era tarde. El Bar?a ca¨ªa sin freno cuesta abajo y Rijkaard entendi¨® que ya no hab¨ªa remedio. El hombre que no supo cambiar se fue recibiendo cari?o y repartiendo amor. Y zamp¨¢ndose bocadillos de chorizo, otra de sus debilidades.
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