La pasi¨®n de El Cid
El Cid es un torero apasionado, y goza y sufre su particular pasi¨®n. Una tarde m¨¢s, su espada err¨¢tica le cerr¨® la puerta grande; y un d¨ªa m¨¢s deleit¨® con su toreo aut¨¦ntico. Apasionado siempre ante la casta del toro sexto, vibr¨® como torero grande, y padeci¨®, despu¨¦s, su gran pecado de fallar a la hora de matar. La pasi¨®n gozosa y sufriente de una gran figura.
La codicia violenta de ese toro le oblig¨® a realizar un esfuerzo sobrehumano. No fue un torero templado porque no pudo serlo, pero asent¨® las zapatillas en el piso, someti¨® la velocidad de su oponente y brot¨® el toreo m¨¢s emocionante, sobre todo por el lado izquierdo. Toda la faena la realiz¨® en el centro del ruedo, y la plaza no tuvo empacho alguno en mostrarle desde el principio su afecto y reconocimiento.
Mart¨ªn / Ferrera, Chaves, El Cid.
Toros de Victorino Mart¨ªn, bien presentados, mansos y blandos; nobles los tres primeros; ¨¢spero el cuarto, aplomado el quinto y muy encastado el sexto.
Antonio Ferrera: pinchazo y media (silencio); media y tres descabellos (silencio).
L¨®pez Chaves: bajonazo (silencio); pinchazo, media y tres descabellos (silencio).
Manuel Jes¨²s El Cid: pinchazo, media ¡ªaviso¡ª y un descabello (ovaci¨®n); pinchazo ¡ªaviso¡ª y estocada tendida (oreja).
Plaza de las Ventas. 31 de mayo. 24? corrida de San Isidro. Lleno.
Todo eso ocurr¨ªa en el ¨²ltimo, pero la fiesta hab¨ªa comenzado en el tercero. Curiosamente, la inici¨® un subalterno, El Boni, que alegr¨® al toro en banderillas y ense?¨® al maestro sus bondades. Este mismo torero, capote en mano, dar¨ªa en el sexto una lecci¨®n magistral de lo que es la lidia de un toro. Brind¨® El Cid a la concurrencia, y desde el centro del ruedo, al que lleg¨® cojeando a causa de un pisot¨®n en los compases iniciales con el capote, cit¨® al toro de largo con la mano derecha, y sorprendi¨® a todos con un toreo reunido, ligado y alegre que surgi¨® desde la seguridad y la firmeza de un torero valiente y artista. La tercera tanda de derechazos, con la muleta arrastrando la arena, fue sencillamente extraordinaria, a pesar de que perdi¨® el enga?o y le dio tiempo de recuperarlo para cerrar con un largo pase de pecho. La faena baj¨® de intensidad por la izquierda por el menor recorrido del animal, y otra vez la espada le jug¨® una mala pasada. El Cid, un torero que sufre su particular pasi¨®n.
No fue brava la corrida de Victorino, pero s¨ª de juego variado. Blandos todos, tan nobles los dos primeros que parec¨ªan bobos, alegre el tercero, y los dos menos potables cuarto y quinto. Aunque mantuvo siempre la atenci¨®n, que no deja de tener importancia.
?Por qu¨¦, entonces, no triunfaron Ferrera y L¨®pez Chaves? A ver: si torear es tomar la embestida de largo, cargar la suerte y ligar los muletazos, el ¨²nico que tore¨® fue El Cid. Si la t¨¦cnica del pegapases es citar fuera de cacho, dar medio muletazo, rectificar terrenos despu¨¦s de perder varios pasos, alinearse con el pico y descargar la suerte... pues eso.
No tuvieron su tarde los dos toreros. Sus dos primeros toros derrocharon nobleza bobalicona y ¨¦se no es el tipo de toros con el que lucen toreros valientes y bullidores como Ferrera y Chaves. Pero no se pueden quejar de su mala suerte; mejor, de sus condiciones toreras.
De nuevo, el toreo apasionado y la pasi¨®n doliente de El Cid.
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