Conflictos morales
Es triste llegar a mi edad sin un criterio moral m¨¢s o menos claro. No me refiero a la moral grande, la que a veces se escribe con may¨²scula. Ah¨ª me defiendo. No dudo sobre el bien y el mal, sino sobre algo mucho m¨¢s engorroso: ?c¨®mo hay que manejarse en la vida cotidiana? Hablo de c¨®mo se administra uno, c¨®mo trata a los dem¨¢s, c¨®mo jerarquiza su entorno. Ese tipo de cosas. Creo que, con el tiempo, me he habituado a un comportamiento de tipo esquizofr¨¦nico: pienso como un saltimbanqui, act¨²o como un contable. Me muevo dentro de lo que llaman moral peque?oburguesa, que consiste, b¨¢sicamente, en hacer lo mismo que la mayor¨ªa. No es para andar orgulloso.
Mis dudas arrancan de la infancia. Una de las primeras personas a las que, al margen del ambiente dom¨¦stico, atribu¨ª la consideraci¨®n de genio fue el historietista Manuel V¨¢zquez. Mi padre tra¨ªa a casa, cada s¨¢bado, todos los tebeos de Bruguera; era el mejor momento de la semana, y el momento cumbre, el "minuto de oro", llegaba con los personajes de V¨¢zquez. La familia Churumbel, las hermanas Gilda, Anacleto, etc¨¦tera. Mi padre trabajaba en la editorial Bruguera, y de vez en cuando contaba alguna haza?a de V¨¢zquez: las colas de acreedores a la puerta de la oficina, los encarcelamientos, los sablazos, las turbulencias sentimentales. Las aventuras de V¨¢zquez (a quien no vi jam¨¢s), unidas a la ligera extravagancia de mi idolatrado abuelo Enric, me inculcaron un rechazo instintivo hacia la rutina.
Manuel V¨¢zquez fue un genio, sin duda el mejor dibujante espa?ol de historietas del siglo XX
Manuel V¨¢zquez (Madrid, 1930-Barcelona, 1995) fue un genio. El mejor historietista espa?ol del siglo XX, sin ninguna duda, y uno de los m¨¢s grandes del mundo. Su abuelo trabaj¨® como sastre de la familia real. Su padre, alcoh¨®lico, frecuentaba a personajes como Jardiel Poncela y Wenceslao Fern¨¢ndez Fl¨®rez, a los que el peque?o V¨¢zquez admiraba. Trat¨® muy poco a su madre. A los nueve a?os public¨® su primer dibujo y se escap¨® a Barcelona. A los 14, diciendo que ten¨ªa 18, empez¨® a dibujar para Bruguera.
En una entrevista que hace a?os le hizo Soledad Alameda, en este mismo peri¨®dico, contaba algunos episodios de su leyenda: el prost¨ªbulo que mont¨® en Madrid y su afici¨®n al proxenetismo, sus tres estancias en la c¨¢rcel Modelo, sus trucos para cobrar por adelantado (enviaba a la editorial un paquete de hojas en las que s¨®lo la primera y los m¨¢rgenes de las otras estaban dibujadas), su morosidad sistem¨¢tica. Hasta donde s¨¦, fue mal amigo y mal compa?ero. Pero tambi¨¦n fue una persona irrepetible y un bohemio enternecedor, siempre en busca de afecto.
En la citada entrevista dec¨ªa lo siguiente: "Quiz¨¢ no encuentres a nadie que sea m¨¢s amoral que yo. Lo que me molesta es la mezquindad, eso s¨ª. Porque a m¨ª me gustar¨ªa marcharme sin pagar de un hotel de Acapulco, como me gustar¨ªa estar con Bo Derek y largarme sin pagar. Pero hac¨¦rselo a una viuda de 50 a?os me parece criminal. O sea, que no es la moralidad, sino la calidad de la empresa".
El n¨¦mesis de Manuel V¨¢zquez fue Rafael Gonz¨¢lez, director de la editorial Bruguera. Rafael Gonz¨¢lez, inventor de muchos de los personajes de aquellos tebeos, era un hombre duro y amargo. Su misi¨®n consist¨ªa en explotar a los dibujantes y los guionistas, en censurar cualquier detalle potencialmente problem¨¢tico (ah¨ª se llegaba a extremos delirantes; las hermanas Gilda, por ejemplo, no pod¨ªan tener novio) y, en definitiva, en asegurar los beneficios de los se?ores Bruguera. V¨¢zquez contaba pestes de Gonz¨¢lez, y viceversa. En realidad, Gonz¨¢lez admiraba profundamente a V¨¢zquez. Eso lo s¨¦ porque le conoc¨ª: Rafael Gonz¨¢lez era mi t¨ªo-abuelo. Quiero pensar que tambi¨¦n V¨¢zquez, que le sacaba a Gonz¨¢lez lo que quer¨ªa, sent¨ªa un cierto respeto por su jefe-enemigo.
Rafael Gonz¨¢lez tuvo muy mala fama. Suele ocurrir con los sicarios de la patronal. Por razones diversas, incluso su familia le dio la espalda. Yo conoc¨ªa su pasado. Fue periodista pobre y bohemio (casi tan saltimbanqui como V¨¢zquez) durante la Rep¨²blica, y al final de la guerra tuvo que huir a Francia. A su regreso fue condenado y represaliado. Se gan¨® la vida vendiendo carb¨®n. Cuando los Bruguera le dieron una nueva oportunidad, como editor de tebeos, se aferr¨® a ella como si no existiera otra cosa en el mundo. Creo que realmente, para ¨¦l, no exist¨ªa otra cosa. Qued¨® psicol¨®gicamente atrapado en una especie de clandestinidad vital. Le recuerdo encorvado, con la vista clavada en el suelo, pregunt¨¢ndole a mi padre, en voz muy baja, que cu¨¢ntos a?os m¨¢s iba a vivir Franco.
Manuel V¨¢zquez y Rafael Gonz¨¢lez murieron casi al mismo tiempo, en 1995. Ambos, en sentidos muy diversos, formaron parte de mis referencias educativas. Por eso hablaba antes de mis conflictos con la moralidad. -
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.