La religi¨®n de las mentes d¨¦biles
No soy supersticioso. Ninguna persona inteligente es supersticiosa. Como, adem¨¢s de ser una persona muy inteligente, estoy dotado de una fuerte personalidad, de una gran cultura y de una enorme potencia sexual (aunque hago lo posible por disimularlo), no soy supersticioso. Demasiadas legiones de hombres honorables han luchado heroicamente con las armas de la raz¨®n contra las tinieblas del oscurantismo, como para que ahora venga yo y, sin m¨¢s ni m¨¢s y porque me da la gana, ignore su ¨ªmproba tarea de titanes y me ponga a ser supersticioso. Ni hablar: ser¨ªa cruel, ser¨ªa indigno, ser¨ªa un acto de una cobard¨ªa sin l¨ªmites. Adem¨¢s, he le¨ªdo a Voltaire, que en su Diccionario filos¨®fico dice que la superstici¨®n prende fuego al mundo (mientras que la filosof¨ªa lo apaga), y a Edmund Burke, que en sus Reflexiones sobre la revoluci¨®n en Francia asegura que la superstici¨®n es la religi¨®n de las mentes d¨¦biles, mientras que dej¨¦ para siempre de leer a Goethe en cuanto le¨ª en sus M¨¢ximas y reflexiones que la religi¨®n es la poes¨ªa de la vida. La poes¨ªa de la vida; Dios santo: s¨®lo le falt¨® escribir, en un alarde de modestia, que ¨¦l no era omnisciente, sino que simplemente estaba bien informado; s¨®lo le falt¨® decir a la muerte de su hijo que no ignoraba que hab¨ªa engendrado a un mortal; s¨®lo le falt¨® gritar bien fuerte antes de morir, para que la posteridad se enterara: "?Luz, m¨¢s luz!". Como ustedes saben, las dos ¨²ltimas cosas las dijo de verdad Goethe; en cuanto a la primera, no la escribi¨®, pero la pens¨® y se la hizo decir a Mefist¨®feles, su verdadero ¨¢lter ego en Fausto. Francamente, a veces pienso que a este Goethe le faltaba un tornillo.
Pero a lo que iba: no soy supersticioso. Eso no significa, por supuesto, que no tome mis precauciones; soy valiente, pero no temerario. As¨ª que, antes de ponerme a escribir cada ma?ana, me santiguo cuatro veces y rezo cinco avemar¨ªas, seis padrenuestros, siete credos y ocho yo pecadores. No falla nunca. Siempre y cuando, claro est¨¢, a continuaci¨®n imite durante cinco minutos seguidos a Jake LaMotta. Todos ustedes recordar¨¢n el inicio (creo que es el inicio) de Toro salvaje, cuando Robert de Niro (o sea, Jake LaMotta), un boxeador viejo, gordo y acabado, vestido con un traje de fantas¨ªa, con un puro enorme en la boca y lanzando directos al aire, delante de un espejo, repite sin cesar una sola frase antes de subir al escenario del garito cochambroso donde se gana cochambrosamente la vida: "Soy el mejor, soy el mejor, soy el mejor, etc¨¦tera". Es un ejercicio largo y complicado, pero cuando llega la hora de escribir, estoy tan agotado que las frases salen solas.
Tambi¨¦n tomo otras precauciones. Pero, por una vez, no voy a aburrirles m¨¢s con mis cosas; mejor les cuento una historia. La protagonista de la historia es mi amiga Anna C., una mujer guapa, inteligente y separada, a quien una empresa coreana le propuso el verano pasado presentarse a unas pruebas para un trabajo muy bueno. Mi amiga no lo dud¨®: hab¨ªa muchos candidatos al puesto, pero ella super¨® todas las pruebas y lleg¨® al final como ¨²nica candidata. La cosa estaba hecha: s¨®lo faltaba una entrevista de tr¨¢mite con el jefe coreano de la empresa, en Madrid. El d¨ªa de la entrevista se encontr¨® en el aeropuerto a sus hermanas, que quer¨ªan darle una sorpresa acompa?¨¢ndola en su viaje triunfal y decirle que era la mejor, la mejor, la mejor, etc¨¦tera; al subir al avi¨®n, una azafata les dio La Vanguardia y mi amiga, que nunca lee el hor¨®scopo, aquel d¨ªa lo ley¨®: "Pueden darse tensiones con personas cercanas, tal vez con hermanas o t¨ªas". "No es d¨ªa proclive a los acuerdos. Evite entrevistas importantes". Ustedes nunca creen lo que les cuento, pero yo siempre digo la verdad: busquen La Vanguardia del martes 7 de agosto de 2007. Mi amiga solt¨® una carcajada que reson¨® en todo el avi¨®n; sus hermanas tambi¨¦n se rieron mucho; la entrevista con el coreano fue un ¨¦xito: congeniaron de inmediato, hablaron mucho m¨¢s de lo previsto, se entendieron en todo. Una semana m¨¢s tarde, mi amiga supo que le hab¨ªan denegado el trabajo.
Desde el verano pasado, leo todos los hor¨®scopos de todos los peri¨®dicos y revistas a fin de estar bien informado y obrar en consecuencia; a veces, es verdad, la cosa se complica un poco, sobre todo cuando un hor¨®scopo dice una cosa y el otro dice exactamente la contraria, lo que ocurre casi a diario y provoca unos cortocircuitos brutales que a su vez provocan unas ganas brutales de beberse un litro de aceite de ricino para salir del atasco. Pero, como tengo una personalidad muy fuerte, yo no me arredro y sigo a lo m¨ªo, plantando cara a la superstici¨®n con la valent¨ªa de la raz¨®n, aunque no sin tomar cada vez m¨¢s precauciones, porque cada vez soy menos incauto. Y en cuanto a ustedes, h¨¢ganme caso e imiten mi ejemplo en lo que puedan; ya s¨¦ que no es f¨¢cil, pero, tengan la potencia sexual que tengan, nadie ha dicho que vivir como hombres sea f¨¢cil, y cuando las fuerzas les flaqueen y sientan la tentaci¨®n de vivir como esclavos, piensen en Voltaire y en Burke, y en todas las legiones de hombres honorables que los precedieron, y no sean d¨¦biles: recen, imiten a Jake LaMotta, lean el hor¨®scopo, hagan lo que quieran, pero no sean d¨¦biles. Y, sobre todo: no dejen un solo domingo de leer esta columna. Trae mala suerte.
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