Juan Costa se lo piensa (mucho)
El ex ministro es requerido para oponerse a Rajoy. Pero cada vez est¨¢ m¨¢s remiso
Un d¨ªa, hace a?os, en el Congreso de los Diputados, el portavoz de Econom¨ªa del PP, por entonces en la oposici¨®n, tuvo un contratiempo. Se necesitaba urgentemente un diputado que entendiera de legislaci¨®n fiscal para intervenir casi urgentemente como sustituto. Alguien pens¨® en un parlamentario joven -el m¨¢s joven de esa legislatura-, presumido, atildado y elegante, con fama de cerebro para las finanzas y los impuestos. Se llamaba Juan Costa, ten¨ªa 28 a?os y acept¨® de inmediato porque guardaba un as en la manga.
Por de pronto, ha conseguido destacarse. Dejar que le quieran
Tras estrenarse en el Congreso, Rato le dijo: "Sube a mi despacho"
No s¨®lo los suyos le animan; tambi¨¦n los seguidores de Rajoy
El 23-F le pill¨® en la discoteca -estaba en 2? de BUP-, y no se enter¨® de nada
Al d¨ªa siguiente subi¨® a la tribuna por primera vez en su vida. Lo primero que descubri¨® desde ah¨ª arriba es que los diputados veteranos, de uno y otro partido, le miraban con ganas de merend¨¢rselo. Nada mejor que un novato al que examinar desde la barrera para alegrar un d¨ªa aburrido. Al final de la disertaci¨®n, consigui¨® que los suyos al menos le aplaudieran. No era poca haza?a para una primera vez, en un d¨ªa corriente y con una materia tan poco animada como la legislaci¨®n fiscal. Alguien con peso en el PP que se encontraba presente en la sesi¨®n tambi¨¦n se fij¨® en ¨¦l:
-Ma?ana sube a mi despacho.
La orden part¨ªa de Rodrigo Rato, todopoderoso en el PP, por entonces portavoz de su partido en el Congreso: el que iba a convertirse en el mentor y aval de Costa. Corr¨ªa 1993 y la carrera pol¨ªtica de este diputado, uno de los actuales l¨ªderes emergentes del nuevo PP y, para muchos, candidato ideal a suceder a Rajoy, hab¨ªa comenzado.
En estos d¨ªas, Juan Costa se piensa si dar un paso definitivo sin vuelta atr¨¢s: presentarse como cabeza de lista alternativa a la de Mariano Rajoy en el pr¨®ximo congreso del PP. Pero a diferencia de cuando ten¨ªa 28 a?os y vio claro que hab¨ªa que moverse, ahora no est¨¢ nada convencido.
Costa naci¨® en Castell¨®n en 1965. Su madre fue concejal de Alianza Popular; su padre, interventor de Hacienda. Una compa?era que estudi¨® en su mismo instituto p¨²blico le recuerda lleno de diminutivos: "Pij¨ªn, guapete, ligoncete". Tambi¨¦n como un alumno brillante y estudioso. De entonces es su afici¨®n a la ropa de marca y a andar impecable y a la ¨²ltima. La tarde del 23-F le pill¨® en segundo de BUP, en una discoteca, sin enterarse de nada. Eso no le impidi¨® pedir al d¨ªa siguiente a la profesora que atrasara un examen para el que no hab¨ªa estudiado nada, improvisando la excusa falsa de que a todos les hab¨ªa afectado mucho la noticia del golpe de Estado.
La convenci¨®.
Estudi¨® Derecho en Navarra y un m¨¢ster internacional en Asesor¨ªa de Empresas. Trabaj¨® unos a?os en la consultora Ernst&Young. Afiliado a Nuevas Generaciones, al t¨¦rmino de una conferencia que dio a un grupo de militantes ¨¦stos le pidieron que entrara en las listas electorales. Acababa de descubrir que ten¨ªa capacidad de convicci¨®n: su as en la manga. Lo confirm¨® en su primer mitin, celebrado en la plaza de toros de Castell¨®n, delante de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar.
Aprendi¨® a fajarse en la oposici¨®n de la mano de Rato. Cuando el PP gan¨® las elecciones, en 1996, ¨¦ste se convirti¨® en vicepresidente y ministro de Econom¨ªa y nombr¨® a Costa, uno de sus ni?os bonitos, en secretario de Estado de Hacienda.
Ten¨ªa 31 a?os. Casado, con un hijo. Brillante, exitoso, pertenec¨ªa a la ¨¦lite de los que mandaban en el pa¨ªs y el futuro se presentaba inagotable. Un dirigente del PP que le conoci¨® por esa ¨¦poca le recordaba como un jefe inteligente y r¨¢pido pero tambi¨¦n algo caprichoso, tal vez demasiado joven para el cargo, un tanto d¨¦spota a la hora de organizar reuniones a las diez de la noche, que desquiciaban a sus colaboradores, e impuntual hasta el punto de llegar a veces dos horas tarde a reuniones importantes. Le propina un adjetivo poco apropiado para todo un n¨²mero dos del Ministerio de Econom¨ªa: "Un poco ni?ato".
Con todo, el ni?ato fue capaz de convertir la Agencia Tributaria, por entonces casi una tortura burocr¨¢tica, en un organismo din¨¢mico y moderno, de f¨¢cil acceso para el contribuyente. Todo en una legislatura complicada desde el punto de vista econ¨®mico, con una reforma fiscal en marcha y la entrada en el euro como horizonte. Tambi¨¦n meti¨® la pata, como a la hora de denunciar una supuesta amnist¨ªa fiscal efectuada por el Gobierno socialista que result¨® ser falsa. Algunos creen que le toc¨® poner la cara para que no se la partieran a Rato y que ¨¦ste le devolvi¨® el favor m¨¢s adelante.
En 2000, esperaba ser nombrado ministro. No lo fue. Lo logr¨® en 2003 y por nueve meses: de Ciencia y Tecnolog¨ªa. Alguien que coincidi¨® con ¨¦l le recuerda como un dirigente "muy fr¨ªo, con un descomunal olfato pol¨ªtico, inmutable, ideol¨®gicamente poco definible, con ilimitada capacidad de trabajo y de gesti¨®n".
Poco despu¨¦s de que el PSOE ganara las elecciones de 2004, Costa se march¨® al Fondo Monetario Internacional, dirigido entonces por Rato. En 2005 regres¨® a Espa?a, volvi¨®, esta vez como presidente, a Ernst&Young con un sueldo de cerca de un mill¨®n de euros al a?o. Pero de nuevo renunci¨® a la asesor¨ªa por la pol¨ªtica: el candidato a presidente del Gobierno Mariano Rajoy le encarg¨® que coordinara el programa electoral del PP para las elecciones de marzo pasado.
Costa hab¨ªa cambiado. La misma persona que le hab¨ªa conocido de secretario de Estado lo reconoce: "Segu¨ªa siendo brillante y con una gran habilidad para trabajar en equipo, pero ya no hab¨ªa nada del ni?ato de entonces: hab¨ªa madurado completamente".
Tras la derrota de Rajoy, fue relegado a una funci¨®n oscura e inesperada de diputado raso. Es entonces cuando varios diputados y otros miembros del PP le animaron para que presentara una candidatura alternativa: ven en ¨¦l una suerte de Zapatero de la derecha, un diputado joven, de 43 a?os, sin hipotecas ni lastres que le unan a la generaci¨®n anterior. Desde entonces, ¨¦l sopesa despacio la jugada para no patinar en este delicado ajedrez a varias bandas.
Se lo piensa con la frialdad calculada que es su marca de la casa. Conversa y juguetea con la otra cabeza visible del sector cr¨ªtico, Esperanza Aguirre, que tambi¨¦n amag¨® con presentarse y al final dio un paso atr¨¢s (o al lado). Fuentes cercanas a Costa aseguran que ¨¦l no lo ve claro, que considera que acudir al congreso de junio como oponente de Rajoy es jugar una carta perdedora y que m¨¢s vale esperar o apartarse: "Cree que el partido deber¨ªa abrirse a los militantes, considera que el congreso ya est¨¢ decidido, que hay 2.000 compromisarios que van a avalar a Rajoy y que en esas condiciones vale m¨¢s quedarse como est¨¢".
Por lo pronto ha conseguido destacarse. Dejar que le quieran. Mientras, no s¨®lo le animan sus seguidores. Tambi¨¦n Rajoy y los suyos lo hacen, tratando de que alguien mueva pieza para forzar por fin la partida, hartos de dar manotazos est¨¦riles contra extenuantes candidaturas sin cuerpo.
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