El dilema nuclear
Los proyectos de nuevas centrales en Europa obligan a Espa?a a pronunciarse sobre la cuesti¨®n
Tras la firma de una alianza energ¨¦tica entre Francia y el Reino Unido el pasado mes de marzo, Italia ha venido a sumarse a los Estados europeos que proyectan construir nuevas centrales nucleares. Adem¨¢s de estos tres pa¨ªses, tambi¨¦n apuestan por esta fuente la Rep¨²blica Checa, Eslovaquia, Lituania y Bulgaria. Y en el II Foro Europeo de la Energ¨ªa At¨®mica, celebrado en Praga, el presidente de la Comisi¨®n, Dur?o Barroso, destac¨® sus eventuales beneficios en la lucha contra el cambio clim¨¢tico. Se asiste, pues, a una creciente rehabilitaci¨®n de los planes nucleares para uso civil, que sufrieron un frenazo a ra¨ªz de las dificultades financieras derivadas de la crisis de 1973 y de los temores suscitados por el accidente de Chern¨®bil. La propia Italia reaccion¨® entonces estableciendo una moratoria de cinco a?os que, de hecho, se convirti¨® en indefinida y que ahora pretende revisar el Gobierno de Berlusconi.
Los problemas que presenta la energ¨ªa nuclear est¨¢n sobradamente diagnosticados y se refieren, adem¨¢s de al factor pol¨ªtico -la opini¨®n p¨²blica mayoritaria es contraria a su uso-, a la seguridad de las instalaciones, el tratamiento de los residuos, la eventualidad de la proliferaci¨®n con fines militares y, por descontado, el coste. Los avances tecnol¨®gicos son el principal argumento esgrimido por los partidarios de esta energ¨ªa en materia de seguridad y, en cuanto al problema del coste, el incremento de la factura del petr¨®leo est¨¢ invitando a considerar la opci¨®n nuclear. Es mucho lo que est¨¢ en juego. La decidida incorporaci¨®n de China e India a un modelo de crecimiento intensivo en el uso de energ¨ªa evoca, en el fondo, la cuesti¨®n de los l¨ªmites: saber si para que unos crezcan m¨¢s otros habr¨¢n de hacerlo menos mientras no se encuentre una alternativa energ¨¦tica.
Hasta ahora, el Gobierno espa?ol se ha manifestado contra el recurso a la energ¨ªa nuclear. Pero lo ha hecho atendiendo a estrictas razones pol¨ªticas, en la convicci¨®n de que su electorado se opone al empleo de esta fuente. En un debate de esta naturaleza, recurrir a argumentos d¨¦biles o insuficientes es tanto como excluirse del debate, y hay factores que obligar¨ªan a una toma de posici¨®n m¨¢s razonada. Factores como, por ejemplo, la necesidad de garantizar el suministro energ¨¦tico o evitar que la factura del petr¨®leo, cuya evoluci¨®n es poco esperanzadora, comprometa gravemente la situaci¨®n econ¨®mica. O como la imposibilidad de asegurar Espa?a contra los accidentes en otros pa¨ªses europeos que hayan optado por construir nuevas centrales.
Lo quiera o no, el Gobierno no puede mantener Espa?a al margen de un trascendental debate energ¨¦tico que, hoy por hoy, se centra en adoptar una posici¨®n razonada sobre el dilema nuclear. Los motivos pol¨ªticos en los que el Gobierno ha apoyado hasta ahora su negativa no le eximen de considerar ni de dar una respuesta fundamentada a los motivos que abogan por el recurso a esta fuente.
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