?Existen de verdad cl¨ªnicas abortistas?
Siempre me ha sorprendido ver escrita, incluso en las p¨¢ginas de EL PA?S, la expresi¨®n "cl¨ªnicas abortistas" u o¨ªrla en medios de comunicaci¨®n nada sospechosos de fundamentalismo cat¨®lico. De hecho, cualquiera puede constatar que esta manera de denominar a los centros m¨¦dicos que practican interrupciones voluntarias del embarazo (IVE) est¨¢ m¨¢s que generalizada en Espa?a, pese a ser una denominaci¨®n incorrecta, no usada por los profesionales de estas cl¨ªnicas, que se agrupan en la Asociaci¨®n de Cl¨ªnicas Acreditadas para la Interrupci¨®n del Embarazo, y a que con su utilizaci¨®n estemos prestando espacio discursivo, quiz¨¢ sin advertirlo, a ideolog¨ªas ultraconservadoras. Nunca se nos ocurrir¨ªa mencionar en un peri¨®dico o en las noticias de televisi¨®n a un servicio hospitalario de oncolog¨ªa como un servicio "quimioterapista", o a un servicio de digestivo como "ulcerista", ni llamar "cl¨ªnica almorranista" a un servicio de proctolog¨ªa. Pero lo hacemos con las cl¨ªnicas de IVE.
El abortismo no existe como ideolog¨ªa porque nadie cree en el aborto ni se llama abortista
Ya sabemos que se puede herir con la lengua, y mucho, pero quiz¨¢ las peores de estas heridas son las que se realizan de manera inconsciente, repitiendo autom¨¢ticamente mensajes en millones de actos de comunicaci¨®n sin prestar atenci¨®n a su verdadero significado, a su origen y efecto en la creaci¨®n de opini¨®n. Cuando era peque?o, en el colegio estaba altamente reprimido el uso de lenguaje soez, de manera que se hab¨ªan desarrollado versiones euf¨®nicas alternativas de la mayor¨ªa de los tacos. Era fascinante aquello de "?c¨®rcholis!". Pero no resulta tan agradable recordar las veces que us¨¢bamos como variante aceptable de imprecaci¨®n "me cachis en los moros" o la naturalidad con que se llamaba "?jud¨ªo!" a otro ni?o cuando escup¨ªa.
Pero ya no somos ni?os, y el uso de la lengua y en especial la elecci¨®n de las palabras deber¨ªa ser un ejercicio consciente de libertad, precisi¨®n y posicionamiento. Es odioso que el antisemitismo y la islamofobia est¨¦n en boca de los ni?os, como tambi¨¦n lo es que demos p¨¢bulo y espacio de propaganda gratuito al fundamentalismo cristiano al propagar la noci¨®n falsa de que existe algo a lo que podemos caracterizar y darle entidad llam¨¢ndole abortismo.
En castellano usamos la terminaci¨®n de las palabras en -ismo para denominar b¨¢sicamente creencias que agrupan a personas que usan su autodenominaci¨®n con cierto ¨¢nimo de proselitismo identitario. As¨ª, es aceptable hablar de cristianismo o evangelismo para referirse a los fieles de estas iglesias. Cuando estas creencias no se refieren a la metaf¨ªsica, sino a nuestra creencia de c¨®mo deber¨ªa ser la sociedad, hablamos de ideolog¨ªas, como el socialismo, el fascismo o el ecologismo. A¨²n hay otros que creen que su equipo de f¨²tbol es el mejor, aunque sea err¨®neamente, y con cierto ¨¢nimo pros¨¦lito hablan de beticismo. Sin embargo, el abortismo no existe como ideolog¨ªa porque nadie cree en el aborto y nadie, ni las mujeres que se ven en la necesidad de sufrir interrupciones de embarazo ni los profesionales que ofertan estos servicios, ni los ciudadanos que aprueban el actual statu quo legal del aborto en Espa?a, ni los que apoyamos una despenalizaci¨®n real, se definir¨ªa a s¨ª mismo como abortista. ?De d¨®nde viene esta palabra?
La pr¨¢ctica de abortos entr¨® en los c¨®digos penales en los siglos XVIII y XIX al regularse como pr¨¢ctica profesional lo que antes hab¨ªa estado en la esfera dom¨¦stica y de c¨ªrculos de solidaridad entre mujeres. Al profesionalizarse su pr¨¢ctica y hacerse formal, el Estado entr¨® a opinar en una materia en la que nunca antes hab¨ªa entrado. Desde entonces, varias ideolog¨ªas han luchado por la despenalizaci¨®n, notablemente el feminismo, aunque tambi¨¦n el liberalismo y los socialismos marxista y libertario, pero no ha existido una creencia autoidentificada u objetivamente identificable como abortismo. La noci¨®n es sencillamente un invento del fundamentalismo cristiano, que para darle entidad a su propia posici¨®n ideol¨®gica inventa un enemigo al que batir: el abortismo.
Las cl¨ªnicas acreditadas para la interrupci¨®n del embarazo en Espa?a en su inmensa mayor¨ªa realizan, adem¨¢s de abortos, otras intervenciones terap¨¦uticas, primordialmente de ginecolog¨ªa y obstetricia, y otros servicios de salud de la mujer. Muchas atienden tambi¨¦n a varones con problemas urol¨®gicos o de cirug¨ªa general. Resulta inexacto denominar al todo por una de sus partes, y adem¨¢s de inexacto, es injusto que las denominemos con un nombre de algo que s¨®lo existe como herramienta de propaganda de las asociaciones "pro vida". Fuera de Espa?a este abuso no se produce; incluso la prensa m¨¢s reaccionaria de EE UU o el Reino Unido a lo m¨¢s que llega es a hablar de cl¨ªnicas de abortos (abortion clinics), pero nunca de cl¨ªnicas abortistas.
En Espa?a estamos viviendo en los ¨²ltimos meses una campa?a minuciosamente organizada para limitar e incluso revertir la situaci¨®n de despenalizaci¨®n parcial del aborto que tenemos -que comporta la presentaci¨®n de querellas en juzgados sensibles a argumentaciones "pro vida"-, que ha sido exitosa erosionando la credibilidad de las cl¨ªnicas, encarcelando a sanitarios y lesionando gravemente la dignidad de muchas mujeres. Es una campa?a bien organizada. Encima no les ayudemos propalando la idea de que el abortismo existe.
Carlos ?lvarez-Dardet es catedr¨¢tico de Salud P¨²blica en la Universidad de Alicante.
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