La indignidad
La corrida acab¨® con una ovaci¨®n de despedida a Castella tras una faena de quiero y no puedo a un buen toro de Pe?ajara; y la tarde estuvo salpicada, tambi¨¦n, con destellos de ese aroma torero que todav¨ªa desparrama Julio Aparicio, que tuvo y retuvo una est¨¦tica sin igual, pero a quien ha hecho presa la impotencia, al tiempo que su empaque se resiste a mantener el tipo cuando el toro galopa hacia los terrenos del torero.
Ha estado mucho tiempo sin torear, nunca fue un h¨¦roe, y la vida no pasa en balde. Mantiene el ¨¢ngel sevillano que le vio nacer, pero le fallan las fuerzas y el coraz¨®n late a otro ritmo. Pero es verdad, tambi¨¦n, que se mostr¨® ilusionado y con una entrega juvenil mientras sus piernas se lo permitieron. As¨ª, dibuj¨® tres naturales de embrujo a su noble primero, y otros tres, despu¨¦s, ligados con un largo de pecho, y la plaza entera record¨® las vibraciones art¨ªsticas de un Aparicio que deslumbr¨® cuando era joven. Recibi¨® al cuarto con un par de ver¨®nicas con las manos muy bajas, cimbreando la cintura, y cerr¨® con una media de aut¨¦ntico cartel, y otra m¨¢s en un quite, que supo a verdadera gloria. Comenz¨® el tercio final con un primoroso cambio de manos, sali¨® corriendo hacia el centro del ruedo y cit¨® a su oponente con la gallard¨ªa de los grandes toreros. Y el toro, noble y encastadito, acudi¨® con alegr¨ªa. Y cuando Julio lo vio venir (huy, madre m¨ªa...) encogi¨® la barriga, ense?¨® el trasero, se movieron las zapatillas y lo recibi¨® muy despegado y la figura descompuesta. Le hab¨ªa fallado el coraz¨®n, sin¨®nimo de valor y entereza; su ilusi¨®n fue mayor que su capacidad de decisi¨®n. Volvi¨® a citar, quer¨ªa, pero ya nada fue igual. Muy precavido ante los astifinos pitones del toro, decepcion¨® con una imagen de impotencia previsible, pero que la plaza entera se neg¨® a aceptar hasta que se dio de bruces con la realidad. Hab¨ªa sido un espejismo.
Garcigrande / Aparicio, El Juli, Castella
es toros de Garcigrande, muy mal presentados -indecoroso el primero-, inv¨¢lidos y descastados; y tres de Pe?ajara -cuarto, quinto y sexto-, de desigual presentaci¨®n, justos de fuerza y cumplidores en el caballo; noble el primero, manejable el segundo y con fijeza y recorrido el ¨²ltimo.
Julio Aparicio: pinchazo y estocada (ovaci¨®n); casi entera y descabello (silencio).
Juli¨¢n L¨®pez El Juli: bajonazo (pitos); estocada trasera y un descabello (silencio).
Sebasti¨¢n Castella: bajonazo (palmas); -aviso-, pinchazo, media baja y un descabello (ovaci¨®n).
Plaza de Las Ventas. 3 de junio. Primera corrida de la Feria del Aniversario. Lleno.
Se anunciaron seis toros de Garcigrande y s¨®lo fueron aprobados tres
El Juli y Castella tienen profesionales que eligen gatitos para sus faenas
Pero esto no fue m¨¢s que una peque?a parte de lo que sucedi¨®. Fue bonito mientras dur¨®, pero fue muy breve.
Lo ocurrido ayer no tiene nombre. O muchos, seg¨²n se mire: un espect¨¢culo indigno, un esc¨¢ndalo, un fraude, un petardo, una p¨¢gina negra, al fin, de la historia de esta fiesta.
Se anuncian seis toros de Garcigrande y s¨®lo son aprobados tres. Y ¨¦stos no eran toros, sino gatos indecorosos; sobre todo, el primero, que no hubiera pasado como novillo en cualquier plaza de primera. ?Qui¨¦n contrata estos toros? Atenci¨®n, en el cartel est¨¢n dos figuras, El Juli y Castella, que cuentan con veedores profesionales que van por esos campos eligiendo gatitos para sus toreros. ?Qu¨¦ poca verg¨¹enza torera venir con esas sardinas a Madrid! Y qui¨¦n es capaz de explicar el papel del presidente y los veterinarios que aprueban tres raspas. El conocimiento se les debe suponer, pero su prestigio ha quedado seriamente en entredicho.
Chiquit¨ªn, chiquit¨ªn, peludo y suave era el gatito que tuvo enfrente Aparicio en primer lugar; un toro, por llamarlo de alguna forma, que sali¨® del caballo con el pit¨®n izquierdo como una flor, lo que induce a la sospecha de posible manipulaci¨®n de las astas. Eso, para m¨¢s inri. Era un bondadoso de santoral, su docilidad era perruna, y muy indecente era el hecho de que se lidiara en Madrid. Lisiado y descoordinado fue el segundo gato, y all¨ª estaba El Juli -un torero que ayer dej¨® muy baja su cotizaci¨®n como figura- haciendo alardes ante un proyecto de cad¨¢ver. La gente protestaba, pero ¨¦l como si tal cosa, dando trapazos a diestro y siniestro como si el asunto fuera con otro. Ocurri¨® que en el quinto, de Pe?ajara, que se vino arriba en banderillas y persigui¨® la muleta, El Juli se comport¨® como un torero destemplado, se dej¨® enganchar el enga?o y, a excepci¨®n de dos buenos naturales, qued¨® la impresi¨®n de que est¨¢ lejos del torero poderoso del a?o pasado. Y, adem¨¢s de poco lucido, sordo. Pero estar¨¢ contento con sus veedores y los veterinarios, que pretenden mimarlo entre algodones, para enfado de la escas¨ªsima afici¨®n que acude a esta plaza.
Amuermado y aborregado fue el tercero, y tampoco se ruboriz¨® Castella, que quiso limpiar su imagen ante el encastado sexto y no lo consigui¨®. Fue la suya una faena larga, iniciada con dos pases cambiados por la espalda, destemplada por el lado derecho, en el que acompa?¨® la embestida y mand¨® poco, y mejor¨® con tres estimables naturales, aunque nada cruji¨® en la plaza. Al final, qued¨® la sensaci¨®n de que la pelea la hab¨ªa ganado el toro.
Indigna e infausta tarde de la que se acusa a las figuras de mentira y a una autoridad que se pliega a sus exigencias. Un fraude...
Babelia
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