Drama en la alfombra rosa
En la adaptaci¨®n al cine de la serie Sexo en Nueva York, Sarah Jessica Parker se cambia de ropa 81 veces. Es un dato que ilustra bien lo que de verdad importa en la pel¨ªcula. Algunos de los modelitos son imposibles, como corresponde al personaje (se tiende a olvidar que su encanto se forj¨® tanto a base de manolos como de pantalones de ciclista). Pero pese a ello, el gran drama fashion del evento no sucedi¨® en la pantalla, sino en el estreno en Nueva York, el 27 de mayo.
Para tan fundamental ocasi¨®n, Parker eligi¨® un vestido metalizado de Nina Ricci (por cierto, propiedad del grupo espa?ol Puig). Le recordaba a Manhattan, dijo al llegar a la alfombra fucsia. En ese momento, todav¨ªa miraba la pieza con simpat¨ªa. Poco despu¨¦s, alguien le inform¨® de que el vestido lo hab¨ªa llevado pocos d¨ªas antes a una gala Lauren Santo Domingo, celebridad local. Se masca la tragedia.
Vaya un problema, dir¨¢. Ya resultaba risible que llegara la sangre al r¨ªo cuando se coincid¨ªa con el mismo trapo en una fiesta, pero hoy las actrices van m¨¢s all¨¢ y exigen llevar vestidos sin pasado para evitar comparaciones. Y Parker hab¨ªa preguntado al dise?ador de la marca, el belga Oliver Theyskens, si la prenda estaba limpia. As¨ª que, claro, la actriz se sinti¨® estafada. M¨¢s, teniendo en cuenta la publicidad gratuita que iba a proporcionar a la marca con su aparici¨®n.
La empresa argumenta que la mujer que lo llev¨® primera no era tan famosa, pero lo cierto es que a la gala acudi¨® del brazo de Theyskens. "?Es que todo el mundo lee style.com?", se preguntaba el presidente de Nina Ricci en The New York Times, en referencia a la web de Vogue, donde Santo Domingo es una presencia inevitable. Es un conflicto francamente rid¨ªculo, pero altamente ilustrativo de una psicosis colectiva a la que no escapan ni los que miran ni los admirados. Una locura a la que ha contribuido, como pocos, la serie de Parker.
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