Trescientas veces con cari?o
Autores, lectores y otros fen¨®menos editoriales en un d¨ªa de firmas en la feria
17.15. Faltan 45 minutos para la llegada de Carlos Ruiz Zaf¨®n, millonario autor de best sellers, y ya hay m¨¢s personas haciendo cola para pasar un minuto en su presencia de las humanamente posibles. 18.02. Charo y Carmen, las primeras afortunadas, que llevan tres horas al sol del Retiro, salen triunfantes con sendos libracos firmados por el escritor barcelon¨¦s. A su lado, una se?ora posa para la c¨¢mara como si a sus espaldas se levantara la Fontana di Trevi en lugar de la carpa que para la ocasi¨®n ha colocado Planeta en la Feria del Libro de Madrid. Tras el cord¨®n de seguridad, dos azafatas de id¨¦nticas mechas rubias se reparten el trabajo de un modo que har¨ªa sentirse orgulloso a Henry Ford. Una toma el libro de manos de lector y lo abre por esa p¨¢gina que las convenciones han reservado para las dedicatorias. La otra lo coge, estampa un sello y lo deposita sobre el escritorio, estrella de la escenograf¨ªa kitsch que rodea a Ruiz Zaf¨®n. Escribe: "Para...". Y firma. Trescientas veces en tres horas. Con cinco bolis de distinto grosor para evitar la tendinitis.
El 'show Zaf¨®n' tuvo la misma nula emoci¨®n de las victorias aplastantes
"Para el autor grande bastan 150 libros; para el peque?o, 50", dice un editor
Pese a que el show Zaf¨®n tuvo la misma nula emoci¨®n que cualquier victoria aplastante, su presencia ayer en el Retiro fue m¨¢s que suficiente para alterar la tranquilidad del peque?o ecosistema de los firmantes, esa especie atribulada de escritores que surge en la Feria del Libro. Dej¨® en juego de ni?os las colas de Eduardo Mendoza (45 minutos por una r¨²brica en su novela La asombrosa historia de Pomponio Flato) y ensombreci¨® haza?as como la de los S¨¢nchez, que por la ma?ana pudieron convencer a sus tres hijos de la conveniencia de esperar durante una hora para que un se?or mayor (Ib¨¢?ez, padre de Mortadelo y Filem¨®n) les garabatease un libro.
Y eso que el dibujante era el ¨²nico llamado ayer, primer d¨ªa verdaderamente veraniego de la feria, a hacer sombra al viento. No en vano pertenece, junto con Ruiz Zaf¨®n, a la aristocracia de los autores con carpa propia, ante la que desfilan los lectores ordenadamente, en una puesta en escena que pudo recorda a los Reyes Magos de El Corte Ingl¨¦s de no haber sido por los 25 grados a la sombra.
Pero no todos son reyes, ni mucho menos, magos. En efecto, en el mundo de las firmas tambi¨¦n hay clases. Est¨¢n los escritores-pez, modestos novelistas, poetas o autores de manuales para la buena marcha de la empresa que se sientan bajo un cartel con su nombre para ser observados por los paseantes con el descaro escrutinio de quien mira en el interior un acuario. De cuando en cuando, por cierto, firman un ejemplar.
Los autores-tumulto, un escal¨®n por encima, cuentan con suficiente presencia como para atraer a un desordenado grupo de lectores y curiosos que los mantienen ocupados durante el tiempo de una sesi¨®n (entre 150 y 180 minutos). Tal era el caso ayer por la ma?ana de Rosa Montero, que firm¨® a buen ritmo con su brazo derecho remangado, sobre el que luc¨ªa el tatuaje de una salamandra, animal que adorna la portada de su ¨²ltima novela, Instrucciones para salvar el mundo.
Y por ¨²ltimo est¨¢n los autores-valla. Esos que obligan a la organizaci¨®n a colocar un par de guardas para ordenar el tr¨¢fico. "Estamos aqu¨ª para que nadie se cuele", hab¨ªa advertido muy serio el muchachote encargado de la seguridad literaria en la firma de Almudena Grandes, verdadera estajanovista del "contacto con los lectores" (que, por cierto, es la raz¨®n de todo esto, preguntes a quien preguntes).
Grandes, una de las m¨¢s exitosas de la feria incluso aunque no medie novedad editorial, firma los tres fines de semana de la feria (en d¨ªas laborables, los autores descansan). Y calcul¨® al t¨¦rmino de la "sorprendente, emocionante y a ratos agobiante" sesi¨®n matinal de ayer que hab¨ªa rubricado, a libro por minuto, unos 150 ejemplares de toda su obra.
Un c¨¢lculo que, en la caseta de la librer¨ªa-editorial-distribuidora Antonio Machado habr¨ªa firmado Aldo Garc¨ªa. "Para una firma de un autor grande, encargamos 150 libros, 100 para los medianos y 50 para los peque?os. Nadie desea quedarse sin existencias por razones obvias", explic¨® sobre la insistente megafon¨ªa que, con voz met¨¢lica, repasaba el orden del d¨ªa: "Carlos Abad firmar¨¢ en la caseta 164 ejemplares de Caso gato, una historia de la noche digital... ?ngeles Amor¨®s, en la 151, de toda su obra...", repiti¨® durante toda la jornada una locutora que bien podr¨ªa haberse puesto a lanzar mensajes tipo "Dios es negra" o "Franz Kafka firmar¨¢ La metamorfosis en la caseta 22" y nadie lo hubiese advertido en el runr¨²n de las casetas.
Y mucho menos los lectores, que con cara satisfecha y pasado el trago de estar ante el famoso autor comprobaban las dedicatorias. Ya fuesen iguales que las del vecino ("Para Mercedes con mis mejores deseos. Juan Jos¨¦ Mill¨¢s") o ¨²nicas como los dibujos de Mingote.
Porque s¨ª, en esto tambi¨¦n hay escuelas. Los de la pluma y los del bol¨ªgrafo. La de los resolutivos y la de los que se eternizan en cada firma y obligan a sus fieles a guardarse el sitio para excusarse en los ba?os, que alg¨²n genio de la se?al¨¦ctica, esa ciencia de nuevo cu?o, ha decidido distinguir en lugar de con el cl¨¢sico Se?oras y Caballeros con Lectoras y Lectores.
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