Simuladores de la realidad
No s¨¦ si calificarlos de graciosos o cretinos, pero lo cierto es que unos tipos la armaron hace d¨ªas en A Coru?a simulando el secuestro de un individuo, al que hab¨ªan abordado enmascarados, con armas y escenificaci¨®n de violencia. Muchas horas despu¨¦s se descubri¨® que en realidad eran todos amigos que celebraban la despedida de soltero del presunto secuestrado y que las armas eran juguetes adquiridos en un chino.
Todo ello no evit¨® una intensa investigaci¨®n policial que termin¨® con la detenci¨®n de los simuladores, que hab¨ªan sembrado pavor y tensi¨®n entre los vecinos, en medio de especulaciones sobre la marcha que daban por hecho de que se trataba del secuestro de un importante financiero. La resoluci¨®n del caso se sald¨® con la imposici¨®n de una sanci¨®n por haber generado una falsa alarma social.
Las alarmas pueden ser falsas, aunque no por ello dejan de producir alarma social
Sin embargo, dir¨ªa que todo es real como la vida misma. No puedo dejar de identificar la pedagog¨ªa que encierra la an¨¦cdota en s¨ª misma respecto a los titulares de la informaci¨®m verdadera que se generan y consumen a diario. Empezando por el terrorismo mismo. Si no fuese por los insoslayables tr¨¢gicos balances en vidas humanas de los atentados terroristas y lo que suponen de agresi¨®n a la libertad, los gamberros de A Coru?a nos servir¨ªan para poner de manifiesto la parte pueril que late en la mente de los terroristas y su paranoico intento de alterar la realidad.
Pero no hace falta sumergirnos en ¨¢mbitos tan macabros para seguir el hilo revelador del suceso. La propia crisis econ¨®mica es un ejemplo. El poder pol¨ªtico y econ¨®mico, adem¨¢s de debatir el nombre del fen¨®meno, que si crisis o desaceleraci¨®n, deber¨ªa explicarnos c¨®mo y por qu¨¦ hace apenas un a?o no era imaginable ni por asomo la actual situaci¨®n por mucho de que se hablase de "burbuja inmobiliaria". En la comprensi¨®n supersticiosamente entendida de la econom¨ªa capitalista como algo similar a los fen¨®menos atmosf¨¦ricos, s¨®lo predecibles con un m¨¢ximo de cinco d¨ªas de antelaci¨®n, hay demasiados datos que revelan mucho de simulaci¨®n. Y toda simulaci¨®n trata de ocultar algo.
En este caso, parece indudable que se quiere hacer opaca definitivamente la falta de transparencia del mercado bancario, que especula hasta el suicidio con esas llamadas hipotecas basura, y del que nos enteramos ahora de que sin orden ni control vive en un continuo flujo de pr¨¦stamos de unos bancos a otros, para lo que no se requieren m¨¢s que la confianza mutua, cuando su pr¨¢ctica habitual es s¨®lo prestar dinero a sus clientes si estos aportan garant¨ªas absolutas y totales.
Y no acaba ah¨ª la simulaci¨®n porque posiblemente la crisis consiste precisamente en que se imponga la percepci¨®n social de que se ha instalado entre nosotros, aunque para ello m¨¢s que indicadores econ¨®micos primen los simuladores financieros. Si fuesen ciertas y, sobre todo, reales algunas opiniones travestidas de informaciones, las consecuencias de la bajada del mercado inmobiliario en proporciones del 40% deber¨ªa sumir el d¨ªa a d¨ªa de la ciudadan¨ªa en un verdadero caos, pero no es as¨ª, igual que el positivo ciclo anterior no nos permit¨ªa suponer que viv¨ªamos en el para¨ªso.
La crisis y protestas del sector pesquero. Los titulares de la informaci¨®n circulante nos quieren hacer percibir las movilizaciones en curso como el af¨¢n de trabajadores y patronos en que se les subvencione el combustible. A nada que apliquemos la racionalidad es imposible que los actuales precios del petr¨®leo por mucho que hayan aumentado pongan la pesca al borde del desabastecimiento de los mercados y de la quiebra de las empresas.
La esencia de las reivindicaciones tiene que ver con la intermediaci¨®n comercial de los productos pesqueros que aumentan en varios cientos por cien su valor en origen. Y eso es lo que pide realmente la gente del mar que cambie y no simplemente que se les abarate el gas¨®leo.
Podr¨ªamos seguir hasta el infinito buscando simuladores que causen falsas alarmas sociales como la pintoresca despedida de soltero de A Coru?a, pero siempre nos encontrar¨ªamos con la misma conclusi¨®n. En este permanentemente c¨ªclico capitalismo en crisis, las alarmas pueden ser falsas, aunque no por ello dejan de producir precisamente eso, alarma social.
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