Zaragoza l¨ªquida
Una expo es renovaci¨®n urbana, laboratorio de arquitecturas y fiesta ciudadana
Una expo es una expo es una expo es una expo. No puede juzgarse con los criterios de la construcci¨®n habitual, porque su ¨¦xito o su fracaso se dirimen en un territorio diferente.
Para comenzar, una expo es una operaci¨®n urbana que aspira a transformar una ciudad con inversiones excepcionales que se justifican, precisamente, por el evento; lo m¨¢s importante sucede fuera del recinto, y son las nuevas infraestructuras de movilidad -puentes, autopistas, estaciones o aeropuertos- el m¨¢s productivo legado de la celebraci¨®n.
En segundo lugar, una expo es un laboratorio de arquitecturas que no persiguen tanto la consistencia mutua como la innovaci¨®n t¨¦cnica y est¨¦tica; permanentes algunas y ef¨ªmeras muchas, la algarab¨ªa de construcciones pone a prueba la verosimilitud futura del emplazamiento como fragmento urbano.
Por ¨²ltimo, una expo es una reflexi¨®n colectiva y una fiesta ciudadana, que aspira a publicitar grandes temas sociales sin renunciar a su condici¨®n l¨²dica; los pabellones son escenarios de competencia simb¨®lica entre entidades pol¨ªticas o econ¨®micas que proponen sus prioridades al turbi¨®n de visitantes.
Hoy, en el umbral de su apertura, y en esos tres renglones, la expo de Zaragoza merece ser calificada con un notable urbano, un aprobado arquitect¨®nico y una inc¨®gnita festiva.
Dentro del cap¨ªtulo de infraestructuras del transporte, la llegada de la alta velocidad ferroviaria a la estaci¨®n dise?ada por Carlos Ferrater y Jos¨¦ Mar¨ªa Valero, el nuevo aeropuerto levantado por Luis Vidal y la mejora de la red viaria potencian el evidente protagonismo log¨ªstico que confiere a la ciudad su posici¨®n geogr¨¢fica, en el cruce del eje Madrid-Barcelona con el que une el Cant¨¢brico con el Mediterr¨¢neo, en el baricentro de la Espa?a m¨¢s pr¨®spera; por otra parte, los nuevos puentes sobre el Ebro -proyectados por los ingenieros Juan Jos¨¦ Arenas y Javier Manterola-, la peque?a dimensi¨®n del recinto expositivo y el acompa?amiento de la operaci¨®n con una acertada secuencia de parques fluviales -en los que han intervenido numerosos arquitectos paisajistas, desde Enric Batlle y Joan Roig hasta I?aki Alday y Margarita Jover con Christine Dalnoky- auguran una eficaz integraci¨®n de los nuevos espacios en el tejido urbano de la capital aragonesa.
En el terreno de la arquitectura, la decisi¨®n de albergar la mayor¨ªa de los pabellones bajo un mismo techo -un edificio horizontal y sinuoso realizado por la ingenier¨ªa Idom- limita la innovaci¨®n esperable, constre?ida a¨²n m¨¢s por los programas convencionales de obras excelentes como el vertiginoso Palacio de Congresos de los madrile?os Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano o el refinado Edificio Expo del aragon¨¦s Basilio Tob¨ªas, algo que tambi¨¦n ocurre en el hotel de los catalanes Jos¨¦ Antonio Mart¨ªnez Lape?a y El¨ªas Torres o en el acuario dise?ado por ?lvaro Planchuelo.
La actitud experimental -excluyendo las peque?as construcciones ef¨ªmeras- queda as¨ª reducida a la elegante Torre del Agua de Enrique de Teresa, el festivo Pabell¨®n de Arag¨®n de Daniel Olano y Alberto Mendo, el escult¨®rico gesto biomorfo del Pabell¨®n Puente de Zaha Hadid y Patrik Schumacher y, last but not least, el extraordinario Pabell¨®n de Espa?a del navarro Francisco Mangado, un l¨ªrico y riguroso bosque de columnas cer¨¢micas que salva la muestra.
Para terminar, y aunque el balance definitivo del evento deba esperar a la clausura, ya puede adelantarse que parece un acierto el tema seleccionado como hilo conductor de exposiciones y encuentros -el agua y el desarrollo sostenible-, aunque no es seguro si la imprescindible pedagog¨ªa se sabr¨¢ reconciliar con la inevitable diversi¨®n que estos grandes parques temporales de atracciones deben ofrecer.
Cien a?os despu¨¦s de la Exposici¨®n Hispano-Francesa, Zaragoza ha preferido eludir su protagonismo hist¨®rico en la m¨ªtica Guerra de la Independencia para centrarse en el gran tema de nuestro tiempo, la gesti¨®n de los recursos del planeta, fijando su atenci¨®n en el agua como corresponde a su parad¨®jica condici¨®n de ser a la vez la mayor ciudad que ba?a el m¨¢s caudaloso r¨ªo de la Pen¨ªnsula y la capital de una regi¨®n ¨¢rida, moteada por aut¨¦nticos desiertos, donde el agua es sue?o regeneracionista, emoci¨®n irredenta y n¨²cleo medular de la pol¨ªtica contempor¨¢nea.
Dejando a Madrid y a los Goyas del Prado el debate sobre la naci¨®n y sus met¨¢foras, indiferente ante las renovadas pol¨¦micas entre absolutistas y liberales, y sorda tambi¨¦n ante la discusi¨®n sobre si "la guerra del franc¨¦s" -que los brit¨¢nicos llaman the Peninsular War- fue o no una de las revoluciones que sacudieron Am¨¦rica y Europa en torno a 1800, Zaragoza celebra los dos siglos de su episodio b¨¦lico con una fiesta l¨ªquida -entre dos citas asi¨¢ticas, la de Aichi en 2005 y la de Shanghai en 2010-, que re¨²ne las urgencias de un globo apremiado por los millones de personas que carecen de agua potable o saneamiento y las demandas de una tierra seca que ha hecho del agua su patrimonio f¨ªsico y sentimental.
Luis Fern¨¢ndez-Galiano es arquitecto.
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