Tres tristes bicis
He asistido con inter¨¦s al despliegue del Bicing en la ciudad de Barcelona. Desde el primer d¨ªa pens¨¦ que cada bici circulando era una moto menos y que cada moto menos era un coche menos, de modo que celebr¨¦ el ¨¦xito de la iniciativa. Lo ¨²nico que me ha preocupado al respecto es la actitud desabrida de algunos conductores de coches hacia esos d¨¦biles ocupantes de las calzadas que son los ciclistas, o la actitud desabrida de algunos ciclistas hacia esos d¨¦biles ocupantes de las aceras que somos los peatones, sobre todo debido a la acusada tendencia de los seres humanos al abuso de la fuerza. Las consecuencias pueden llegar a ser tr¨¢gicas y justifican el eslogan con el que vistieron su cuerpo desnudo algunos participantes en la fiesta de la bici de hace unos d¨ªas en Barcelona.
En efecto, los ciclistas son fr¨¢giles frente a motos y coches. Los peatones tambi¨¦n son fr¨¢giles frente a un ciclista lanzado a gran velocidad por el carril bici de la Diagonal, por ejemplo. Pero en general lo del Bicing me cay¨® muy bien. S¨®lo que desde el principio me pregunt¨¦ qu¨¦ pasar¨ªa con las bicis en las colinas que cierran la ciudad por el interior, con sus cuestas bastante pronunciadas a partir de ciertos puntos del Eixample. Viendo las bicicletas del sistema municipal, con mucho carenado y sin cambio de marchas, di por supuesto que hasta mi barrio no llegar¨ªan nunca.
No me preocupaba porque yo tuviera ni remota intenci¨®n de utilizar ese servicio, pues formo parte de los usuarios del transporte p¨²blico, sino por pura curiosidad. O tal vez por la cosa esa, tambi¨¦n tan humana, de no ser menos que los otros. Deb¨ªa de fastidiarme ver tantos bicings en el Eixample y pensar que en la frontera norte del barrio de Gr¨¤cia nunca ¨ªbamos a tener.
Por otro lado, me parec¨ªa dif¨ªcil, viendo el panorama de tripas y tripones con los que todos andamos por ah¨ª, que hubiera muchos atletas capaces de la proeza de subir pedaleando esa calle levemente empinada que alguna autoridad municipal muy remota decidi¨® dedicar a El Escorial. No ve¨ªa yo a mucha gente de la casta ni la figura flaca de Alberto Contador. No nos ve¨ªa escalando pendientes, ni siquiera leves, a lomos de una bicicleta blanca y roja. Pod¨ªa haber excepciones, como la que vi ayer mismo. Una mujer joven y muy bella que, con una m¨¢quina de ciclista profesional, realizaba la proeza de subir a muy buen ritmo Escorial arriba sin levantar el trasero del sill¨ªn ni una sola vez, se?al de que su coraz¨®n y sus piernas estaban muy entrenados.
As¨ª que fue una sorpresa comprobar hace unas semanas que tambi¨¦n a nosotros nos iban a poner un aparcamiento de bicis, el Bicing n¨²mero 357. "Bien", pens¨¦, "me he equivocado; ser¨¢ que entre los barceloneses hay much¨ªsimos atletas". Tanto mejor. El susodicho Bicing lleva, sin embargo, algunas semanas en funcionamiento y su aspecto no puede ser m¨¢s desolador. Es tan alargado como todos; pero, a diferencia de los situados en las zonas llanas de la ciudad, est¨¢ siempre vac¨ªo. Es un Bicing sin bicis. Tres tristes bicis no es s¨®lo una variaci¨®n del trabalenguas cubano que Guillermo Cabrera Infante inmortaliz¨® en su enorme novela de los a?os sesenta. Es el n¨²mero m¨¢ximo de bicis que he visto aparcadas en el Bicing de Cardener junto a Escorial. Casi siempre se encuentra totalmente vac¨ªo. De hecho, no he visto a un solo ciclista subir esta cuesta montado en una m¨¢quina municipal. El ¨²nico al que he visto con una de esas simp¨¢ticas m¨¢quinas sub¨ªa andando y la empujaba a su lado con sonoro jadeo. Ya tenemos Bicing, pero me temo que nos sobra m¨¢s de la mitad. La vida es injusta.
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