Recordando al general Batet en Burgos
Escribi¨®, hace ya algunos a?os, el prestigioso historiador y maestro de historiadores Carlos Seco Serrano que no se podr¨ªa dar por superada la Guerra Civil en Burgos hasta que se dedicara una calle al general Domingo Batet, como las que recuerdan a los grandes militares del bando vencedor. En esto est¨¢ ahora empe?ado un grupo que se designa con el elocuente nombre de Tender Puentes. Consecuentes con este proyecto, me invitaron a pronunciar el pasado 6 de junio una conferencia para explicar la tragedia de aquel honrado general. Hab¨ªan invitado tambi¨¦n a la familia del general: la viuda del nieto, un biznieto, la esposa de ¨¦ste y la de otro biznieto que no pudo participar. Para ellos el acto result¨® muy emotivo, porque durante muchos a?os tuvieron que soportar, sin poder replicar, los insultos y mentiras de uno y otro bando: para los nacionalistas catalanes Batet era el botifler (colaboracionista) que el 6 de octubre venci¨® y apres¨® a Llu¨ªs Companys; para los franquistas era un republicano, mas¨®n (?falso!) y opuesto al alzamiento. Fue uno de los m¨¢s claros ejemplos de la tercera Espa?a: por haberse mantenido fiel a la Rep¨²blica espa?ola en octubre de 1934 mereci¨® la laureada, y por hacer lo mismo en julio de 1936 fue fusilado.
Tras los actos de reivindicaci¨®n en Barcelona y Madrid, la ciudad de Burgos homenaje¨® a Batet
En Barcelona y varias localidades catalanas se hab¨ªan realizado ya bastantes actos de reivindicaci¨®n hist¨®rica, y tambi¨¦n en Madrid, pero Burgos ten¨ªa y tiene en el drama de Batet una resonancia especial. Nos result¨® muy significativa la visita a la Capitan¨ªa General. Era un viernes por la tarde y el palacio estaba cerrado. Las reformas organizativas del Ej¨¦rcito le han restado gran parte de su antigua importancia, pero para el dolor hist¨®rico de la familia Batet fue suave b¨¢lsamo que un coronel recibiera con la mayor deferencia a los descendientes del general que hab¨ªa mandado aquella Divisi¨®n Org¨¢nica (y que de all¨ª sali¨® detenido para la prisi¨®n y el pat¨ªbulo), les explicara la historia del edificio, los condujera por la soberbia escalinata y les mostrara el solemne sal¨®n del trono y el despacho desde donde telefoneaba a Casares Quiroga, a Mola y a otros jefes tratando de evitar el alzamiento y la guerra.
La conferencia se celebr¨® en el Sal¨®n Rojo, anexo al teatro Principal. Un local precioso art¨ªsticamente, por su lujoso estilo isabelino, y m¨¢s a¨²n hist¨®ricamente, porque all¨ª, adem¨¢s de grandes bailes y doctas conferencias, ten¨ªan sus concili¨¢bulos los pol¨ªticos y militares que cocinaban el alzamiento. El gran sal¨®n result¨® insuficiente, y tanto las palabras testimoniales del biznieto como mi explicaci¨®n hist¨®rica fueron seguidas con vivo inter¨¦s. "Personalmente", me escribe el organizador principal, don Luis Escribano, "no recuerdo ning¨²n otro acto en el que las palabras de los intervinientes produjeran un efecto tan hondo en sus oyentes. Creo poder asegurar que esto fue as¨ª no s¨®lo por mi apreciaci¨®n personal o la de los miembros de nuestra asociaci¨®n, sino por las muchas impresiones de asistentes que unos y otros hemos recibido. Sin duda, tambi¨¦n vosotros compartisteis estas vibraciones. Protagonizasteis en Burgos un acto c¨ªvico excepcional, con un valor a?adido de elemental justicia hist¨®rica".
A la conferencia asisti¨® el teniente coronel juez togado, ahora retirado, don Enrique Gonz¨¢lez Santos, que hace unos 20 a?os no s¨®lo me hab¨ªa facilitado la consulta del sumario, sino que, conoci¨¦ndolo perfectamente, me hab¨ªa hecho interesantes observaciones: que en Burgos todo el mundo conspiraba (las operarias de Telef¨®nica tomaban notas de las conferencias de Batet y las aportaron al proceso); que los que al principio se llamaban rebeldes a los pocos d¨ªas calificaban de rebeldes a los que no se quisieron sublevar; que nadie quer¨ªa actuar de defensor del general; que la firma de ¨¦ste, cuando lo despertaron de noche para comunicarle que aquella madrugada se cumplir¨ªa la pena capital, era tan firme como las de todas las diligencias judiciales anteriores...
Mi primer inter¨¦s por Batet se despert¨® en unas conferencias que en el verano de 1949 dieron Joan Sales y Raimon Gal¨ª, en el jard¨ªn de la torre de Joan Revent¨®s de la calle de Angl¨ª, a un reducido grupo de universitarios, con una visi¨®n de nuestra historia reciente que superaba los mitos opuestos de una y otra Espa?a. Nos dijeron, entre otras afirmaciones para nosotros sorprendentes, que el h¨¦roe del 6 de octubre no hab¨ªa sido Companys, como no cesaba de afirmar la historiograf¨ªa nacionalista, sino Batet, que resolvi¨® con el m¨ªnimo de sangre aquel grave error del presidente. La segunda llamada de atenci¨®n me vino en una reuni¨®n de los colaboradores de una colecci¨®n de obras de divulgaci¨®n de la historia contempor¨¢nea de Espa?a que editaba Bruguera. Luis Romero, que dirig¨ªa la colecci¨®n, dijo, no recuerdo a prop¨®sito de qu¨¦, que en la muerte de Batet hab¨ªa un misterio; el misterio no era que lo hubieran fusilado, pues esto fue regla general para todos los militares que no se quisieron sublevar (as¨ª ocurri¨®, entre otros muchos casos, con el comandante Seco, padre del profesor Seco Serrano, fusilado en Marruecos), sino que se tardaran siete meses. Cuando conoc¨ª a don Francisco Carb¨® Batet, nieto del general, y me dej¨® ver la documentaci¨®n que conservaba, el misterio se desvel¨®, y me lo confirmar¨ªa m¨¢s tarde la visi¨®n del sumario. Mola admiraba a Batet, le estaba agradecido, quer¨ªa que se sumara al alzamiento y lo encabezara en Burgos, y al principio lo protegi¨®, pero no pudo impedir que Franco, que le envidiaba la laureada, cuando asumi¨® el mando supremo, lo hiciera procesar, condenar y fusilar.
En la presentaci¨®n de mi biograf¨ªa de Batet en Madrid en 1996, a cargo del prologuista Paul Preston, alguien del p¨²blico me pregunt¨® c¨®mo, dada mi condici¨®n eclesi¨¢stica, me hab¨ªa ocupado de un militar. Le contest¨¦ que tambi¨¦n yo hab¨ªa sido militar, alf¨¦rez de complemento, aunque expulsado del Ej¨¦rcito (como Batet) a ra¨ªz de la huelga de tranv¨ªas de 1951, pero que en los cursos de las Milicias Universitarias hab¨ªa obtenido muy buenas calificaciones, de modo que el segundo a?o me nombraron sargento instructor, y hasta me apreciaron dotes de mando, si bien en mi comunidad mon¨¢stica no me las han dejado ejercer.
Hilari Raguer es historiador y monje de Montserrat
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