Un epitafio para Bush: Apocalipsis
Antes del fin, el miedo se convierte en la efigie de todos los rostros. Es un gesto que comprobamos ¨²ltimamente demasiado a menudo en las fotograf¨ªas, en las im¨¢genes en movimiento de las televisiones e Internet, pero tambi¨¦n en el cine y en los libros que salen del imaginario de los creadores norteamericanos. Lo hemos visto en las caras aterradas de las criaturas que concibieron Stephen King y Frank Darabont para La niebla; paseando junto a un padre y su hijo por las ruinas de la civilizaci¨®n en un carrito sobre La carretera, de Cormac McCarthy; advertidos por los monstruos del espacio desconocido en La guerra de los mundos que resucit¨® Steven Spielberg? Son ejemplos del epitafio que los artistas estadounidenses en todos los frentes han elegido para retratar la era Bush: ni m¨¢s ni menos que el Apocalipsis.
El miedo al castigo final ha sido sistem¨¢ticamente alentado desde que George W. Bush llegara a la presidencia de su pa¨ªs. Bajo su manto se han multiplicado, aparte de la guerra y el desprecio a la diplomacia como forma de civilizaci¨®n, los integrismos religiosos. Los cristianos dentro, como coraza propia, y los isl¨¢micos fuera, en respuesta a una pol¨ªtica que enfrenta civilizaciones. Ian McEwan lo ha explicado alarmado en El d¨ªa del juicio, un extenso y brillante art¨ªculo publicado por el escritor en el peri¨®dico The Guardian a finales de mayo.
En su reflexi¨®n, el escritor brit¨¢nico ofrece datos tremendos sobre un panorama que asusta. "El 90% de los americanos dice no haber dudado nunca de la existencia de Dios, y que ser¨¢n reclamados para responder por sus pecados. El 53% son creacionistas y sostienen que el cosmos fue creado no hace m¨¢s de 6.000 a?os. Un 44% cree que Jes¨²s regresar¨¢ a la Tierra para juzgar a los vivos y a los muertos en los pr¨®ximos 50 a?os. S¨®lo el 12% defiende que la vida ha sido creada por selecci¨®n natural sin intervenci¨®n de ninguna mano sobrenatural".
Con esas cifras no es dif¨ªcil proponer seg¨²n qu¨¦ caldos de cultivo. "Tanto Bush como el presidente de Ir¨¢n, Mahmud Ahmadineyad , creen en la llegada salvadora del fin del mundo, y eso es aterrador", cuenta Antonio Mu?oz Molina desde Nueva York, la ciudad en la que vive largas temporadas. Se ha forzado tanto la m¨¢quina del miedo que escritores, cineastas y artistas han desarrollado una obsesi¨®n por el nihilismo y la destrucci¨®n f¨ªsica y moral en sus personajes que quedan patentes en sus obras. La religi¨®n y el fanatismo son temas centrales. Las comunidades se re¨²nen en guetos ajenos al mundo y a su tiempo, como demostr¨® M. Night Shyamalan en la inquietante El bosque y ahora en El incidente. Los falsos profetas son bestias pujantes en todas las pantallas. El caso de la excelente Marcia Gay Harden en La niebla es significativo. Ella es uno de los motores principales de una historia que agita todos los fantasmas interiores de un pa¨ªs encerrado en un supermercado. Y como tambi¨¦n se vio en la brillante Pozos de ambici¨®n, de P. T. Anderson, que descend¨ªa al germen del fen¨®meno neocon a trav¨¦s de la lucha entre un salvaje empresario petrol¨ªfero (Daniel Day Lewis) y un sucio predicador al que daba vida ese joven prodigio de la interpretaci¨®n que se llama Paul Dano.
Son ellos quienes encarnan a todas aquellas legiones que anuncian las trompetas del Juicio Final. Pero esconden otras cosas, como se?ala el fil¨®sofo Jos¨¦ Luis Pardo, autor de Esto no es m¨²sica (C¨ªrculo de Lectores / Galaxia Gutenberg), un ensayo ya de referencia contempor¨¢nea sobre el malestar en la cultura de masas. Pardo conoce a fondo la cultura estadounidense: "En la pel¨ªcula de Darabont no es el factor clim¨¢tico el protagonista. Es el miedo difundido como una niebla por el fanatismo religioso lo que aterra", comenta Pardo. "Este Apocalipsis y esta producci¨®n de terror a gran escala no simboliza tanto las cat¨¢strofes ecol¨®gicas, la destrucci¨®n de la naturaleza, como la desvastaci¨®n de la ciudad. Sobre todo de la polis. Es el fin de la pol¨ªtica, la ausencia de Estado -patente de diferentes modos en Nueva Orleans despu¨¦s del Katrina y en Irak- que, como en Smallville, deja solamente a las familias y sus sentimientos b¨¢sicos de protecci¨®n -m¨¢s hermosos en La carretera; m¨¢s siniestros en Mystic river, de Clint Eastwood- a cargo de un tejido social desintegrado y de un urbanismo devastado".
Es el lugar por el que caminan los fantasmas que Philip Roth echa a andar por la ciudad en Sale el espectro, una novela de lo m¨¢s hiriente sobre la era Bush. O la descorazonadora radiograf¨ªa de la familia ofrecida por Sydney Lumet en Antes que el diablo sepa que has muerto. Por no hablar de la f¨¢brica de bestias ausentes de sentimientos que Paul Haggis pinta dentro del laberinto mort¨ªfero que dibuja en su pel¨ªcula En el valle de Elah. M¨¢quinas de matar que han puesto los valores de todo un pa¨ªs boca abajo, como Tommy Lee Jones decide colocar la bandera de su pueblo. Todo un s¨ªmbolo que pocos se han atrevido a plasmar en una pantalla.
Son ejemplos de visiones que crean los monstruos de la ficci¨®n aunque est¨¦n basados en la realidad. El tozudo percal que pintaba Al Gore en Una verdad inc¨®moda, su documental sobre el cambio clim¨¢tico, algo que Bush ha negado sistem¨¢ticamente hasta ahora para aplicar pol¨ªticas agresivas contra el medio ambiente. Son se?ales que llegan a desesperar el ¨¢nimo. Eduardo Lago, escritor y director del Instituto Cervantes de Nueva York, ha comprobado en conversaciones con escritores de la ciudad una moral tocada. Todo empez¨® el 11 de septiembre de 2001. "Se produjo el m¨¢s abyecto oscurantismo conocido por este pa¨ªs en mucho tiempo. Recuerdo conversaciones con Norman Mailer, Joan Didion, Janet Malcolm o Paul Auster. El ambiente era de simple desesperaci¨®n. Apocalipsis es la met¨¢fora perfecta. Mailer hablaba de que Estados Unidos viv¨ªa un r¨¦gimen prefascista y de que el mayor peligro era inventar excusas para socavar la democracia". No han llevado a cabo el derribo con medidas disimuladas. "Con la Patriot Act y la acci¨®n de lobbys fundamentalistas han apuntalado la devastaci¨®n de la pol¨ªtica", agrega Pardo.
En el fondo de todo tambi¨¦n subyace una oscura lucha entre el bien y el mal. Lo apunta Ray Loriga, que acaba de regresar de una larga temporada por el pa¨ªs. "En pel¨ªculas como La niebla queda patente que el miedo exterior se ha convertido ahora en miedo interior. Los americanos no saben ser malos mucho tiempo. Su arrogancia tiene m¨¢s que ver con la bondad que con la maldad. Les duele m¨¢s que les consideren villanos que otra cosa. Pas¨® con la guerra de Vietnam. No eran lo mismo los h¨¦roes de Normand¨ªa que las bestias de Abu Ghraib".
?sa es una de las claves del fen¨®meno Obama. No se trata tanto de que sea negro o de que Hillary Clinton sea mujer. "Es su buenismo", comenta Loriga. "?l recupera un discurso de esperanza, de di¨¢logo con las civilizaciones; algo que hace a?os ser¨ªa ins¨®lito, pero que ahora, con una moral aniquilada, funciona. Los valores de siempre siguen ah¨ª, y Obama los ha recuperado", a?ade el escritor y director de cine, que en oto?o publica una nueva novela: Ya s¨®lo habla de amor (Alfaguara).
Eduardo Lago tambi¨¦n se muestra seducido por el candidato dem¨®crata. "Que haya derrotado a un animal pol¨ªtico del calibre de Clinton es s¨ªntoma de que el pa¨ªs se asfixia en una falta de libertad, pero que sea posible que llegue a la presidencia indica que los principios est¨¢n firmemente asentados. Nunca desde hace d¨¦cadas se hab¨ªa vivido una situaci¨®n tan cargada de cambio hist¨®rico", comenta el escritor.
Aunque tambi¨¦n Barack Obama genera dudas. Jos¨¦ Luis Pardo las expone: "No s¨¦ si reinstaurar¨¢ la polis. Su discurso parece prometedor en el terreno de la pol¨ªtica social y en el de la pol¨ªtica exterior, pero, quiz¨¢ porque la diversidad del fen¨®meno religioso en Estados Unidos no es del todo comprensible vista desde Europa, me inquietan a veces su aire salido de la canci¨®n El hijo del predicador y sus alusiones a una regeneraci¨®n que vuelva a hacer de Estados Unidos la gran naci¨®n que fue en otros tiempos, porque s¨¦ demasiado bien lo que significa esta ret¨®rica". Con ¨¦l, dice Pardo, tampoco ser¨¢ f¨¢cil despejar la niebla.
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