La ruina del jugador
Desde Adam Smith (1776) hasta 1950, los economistas han considerado que el capital es absolutamente esencial para el crecimiento econ¨®mico. Tambi¨¦n se necesitaban unas cuantas instituciones b¨¢sicas. "Seguridad de la propiedad y una administraci¨®n de la justicia tolerable", como dec¨ªa Smith.
Si estas instituciones b¨¢sicas funcionaban bien, los terratenientes, los comerciantes y los fabricantes pod¨ªan invertir y mejorar. Al invertir y mejorar, aumentar¨ªan las reservas de capital: "En todos los pa¨ªses en los que hay una seguridad tolerable (de la propiedad), todo hombre de entendederas normales se esforzar¨¢ por emplear todas las reservas (de capital) que pueda reunir para obtener disfrute presente o beneficios futuros... Debe de estar perfectamente loco aquel hombre que, habiendo una seguridad tolerable, no emplee todas las reservas de las que disponga, ya sean propias o prestadas por otros...".
Sustanciales flujos brutos de capital siguen saliendo del centro de la econom¨ªa mundial hacia su periferia
Unas reservas mayores de capital significar¨ªan mercados m¨¢s amplios, una mejor divisi¨®n del trabajo y una econom¨ªa m¨¢s productiva. Una sociedad muy productiva basada en una divisi¨®n compleja del trabajo era el modo de garantizar "la riqueza de las naciones".
Sin embargo, si invertimos el proceso, obtendremos la pobreza de las naciones, que Smith cre¨ªa percibir en el Asia de su ¨¦poca. Para Smith y sus sucesores, durante los primeros 175 a?os, cualquier episodio de crecimiento econ¨®mico sostenido exig¨ªa abrumadoramente capital inversor. Los economistas ¨¦ramos en general partidarios del capital, y nuestra f¨®rmula m¨¢gica para el desarrollo econ¨®mico era el ahorro, la inversi¨®n, la austeridad y la acumulaci¨®n de riqueza. La ¨²ltima y suprema expresi¨®n de esta l¨ªnea de pensamiento la proporciona en la d¨¦cada de 1950 W. W. Rostow en su libro Las etapas del crecimiento econ¨®mico.
Despu¨¦s, Robert Solow y Mos¨¦s Abramovitz pusieron en entredicho este consenso casi total. Calcularon que el 75%-80% del crecimiento no proced¨ªa de un aumento del ratio capital/producci¨®n, o por lo menos no si el producto marginal privado del capital se tomaba como indicador del producto marginal social. Por el contrario, las claves del crecimiento y el desarrollo parec¨ªan situarse m¨¢s all¨¢ de un aumento de la intensidad del capital medida por el ratio capital/producci¨®n: aptitudes, educaci¨®n, tecnolog¨ªa en sentido amplio y mejoras de la gesti¨®n organizativa.
Pero el capital segu¨ªa consider¨¢ndose necesario, si no suficiente. En el marco establecido por el economista del desarrollo Dani Rodrik, una escasez de capital puede ser una "limitaci¨®n del crecimiento" vinculante: el lugar en el que "se puede obtener el mayor golpe para el dinero de la reforma (pol¨ªtica)". Y aunque haya otros factores que limiten m¨¢s el crecimiento, no pueden modificarse sin cambiar la forma de las reservas de capital de la econom¨ªa. De hecho, una inversi¨®n elevada sirve para se?alar la ausencia de otras limitaciones del crecimiento, lo cual implica prosperidad y que las cosas van bien.
El problema es que a las econom¨ªas pobres les resulta dif¨ªcil reunir el capital necesario para relajar las limitaciones del crecimiento vinculantes. Por eso, el mundo asumi¨® la apuesta neoliberal en la d¨¦cada de 1990: la movilidad internacional del capital saldr¨ªa al rescate, relajando las restricciones al capital all¨ª donde eran vinculantes y reduciendo el espacio para la corrupci¨®n y la b¨²squeda de ingresos, que a menudo constitu¨ªa una limitaci¨®n del crecimiento m¨¢s vinculante.
Se esperaba que, al igual que en la era de inversi¨®n brit¨¢nica en el extranjero anterior a 1913, que financi¨® una enorme cantidad de industrializaci¨®n en la periferia rica y moderada de la econom¨ªa mundial, los flujos netos de capital procedentes del centro industrial financiar¨ªan buena parte de la industrializaci¨®n de finales del siglo XX y del siglo XXI.
Pero todos conocemos el resultado: mientras los flujos internacionales del capital se disparaban, el gran flujo de capital neto de los pa¨ªses ricos a los pobres sencillamente nunca se materializ¨®. De hecho, la principal consecuencia fue un enorme flujo de capital de la periferia al centro rico. Para la mayor parte de la ¨²ltima generaci¨®n, y mirando al futuro, el mensaje del mercado es que los beneficios de la movilidad internacional del capital no incluyen una relajaci¨®n de la restricci¨®n del capital, y por lo tanto, una aceleraci¨®n del crecimiento en la periferia global.
La raz¨®n no es que la periferia ofrezca una mano de obra atractiva de la que el capital se beneficia, sino por el contrario que el centro -en especial Estados Unidos- ofrece al capital una forma de protecci¨®n contra perturbaciones pol¨ªticas inesperadas.
Pero aunque los flujos netos de capital internacional avancen en el sentido equivocado, siguen saliendo del centro de la econom¨ªa mundial hacia su periferia sustanciales flujos de capital brutos. Y podemos esperar que estos flujos de capital lleven consigo las instituciones y la experiencia administrativa que tanto han enriquecido al centro.
No obstante, un observador imparcial podr¨ªa se?alar que el que alguien con recursos y oportunidades de reforma pol¨ªtica limitados siga apostando doble o nada al neoliberalismo es una estrategia con un nombre bien merecido: "La ruina del jugador".
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