El nacimiento del ciberactivismo pol¨ªtico
El auge del activismo digital y de la videopol¨ªtica contrasta con la languidez de las estructuras tradicionales de los partidos. Barack Obama lidera mundialmente un fen¨®meno que tambi¨¦n est¨¢ llegando a Espa?a
Existe una notable efervescencia digital en la preparaci¨®n de los congresos que la mayor¨ªa de las fuerzas pol¨ªticas espa?olas (ERC, PP, PSOE, CDC...) han celebrado, est¨¢n celebrando o van a celebrar antes de las vacaciones de verano. Se han llegado a debatir online diversas enmiendas de pol¨ªtica 2.0 a las ponencias oficiales. En la mayor¨ªa de los casos, estas enmiendas abordaban el uso de las nuevas tecnolog¨ªas en la acci¨®n pol¨ªtica. Pero algunas han ido incluso m¨¢s all¨¢ y, confiando en el potencial de cambio de las nuevas tecnolog¨ªas, han propuesto repensar tanto el modelo organizativo de los partidos como sus f¨®rmulas para el debate program¨¢tico y sus mecanismos de relaci¨®n con la ciudadan¨ªa.
Obama conversa con los sectores m¨¢s din¨¢micos con sus propios medios y sus propios c¨®digos
No hablamos de tecnolog¨ªa. Hablamos de la pol¨ªtica del futuro, de repensarla
Existe una fuerte convicci¨®n de oportunidad inaplazable. Las dificultades sociales y pol¨ªticas a las que todos debemos enfrentarnos, en lo local y global, exigen que el talento y la creatividad latentes en la Red penetren y revitalicen las estructuras de los partidos democr¨¢ticos para actualizar su concepci¨®n b¨¢sica: la de servicio p¨²blico. Hay hambre -y urgencia- de nuevas ideas para los nuevos desaf¨ªos. Y la Red palpita mientras las estructuras partidarias languidecen. Hay quien lo intuye y hay quien no quiere verlo aunque lo sabe.
El eco de la videopol¨ªtica y del activismo digital en la campa?a para las elecciones generales del pasado 9 de marzo est¨¢ muy presente en este contexto. Por primera vez, los partidos pol¨ªticos utilizaron en Espa?a de forma masiva, estrat¨¦gica y organizada diversas iniciativas en la Red para movilizar recursos humanos (descubrieron el potencial de los cibervoluntarios) y ensayaron acciones de comunicaci¨®n viral muy efectivas. Asimismo, los medios de comunicaci¨®n tradicionales, escritos o audiovisuales, experimentaron f¨®rmulas de participaci¨®n ciudadana basadas en el ciberespacio. Incluso se intent¨®, sin ¨¦xito, un debate digital entre los dos principales candidatos a la presidencia, Zapatero y Rajoy.
A esto se a?ade el que el apasionante duelo de las primarias dem¨®cratas norteamericanas ha impactado con fuerza en la pol¨ªtica espa?ola, que se interroga sobre el capital de energ¨ªa pol¨ªtica y organizativa que suponen los ciberactivistas y la posibilidad de enrolarlos como cibermilitantes. Hay un gran consenso en que buena parte del ¨¦xito de Barack Obama ha radicado en el uso inteligente de las herramientas de la cultura 2.0. Obama ha comprendido la capacidad pol¨ªtica de las redes sociales digitales, empezando por su capacidad para movilizar seguidores o para captar donaciones. ?l ve las nuevas tecnolog¨ªas no como un medio m¨¢s, sino como el reflejo organizativo de una nueva cultura pol¨ªtica. Y a ello se debe buena parte de la conexi¨®n del senador con los j¨®venes y los sectores m¨¢s din¨¢micos, que sienten que el candidato conversa con ellos a trav¨¦s de sus propios medios y sus propios c¨®digos.
El momento es apasionante y ser¨ªa imperdonable no aprovecharlo como palanca de renovaci¨®n de la pol¨ªtica espa?ola. Es una gran oportunidad para que los partidos acometan en profundidad un cambio de estilo y de cultura organizativa que sea capaz de hacerlos evolucionar hacia estructuras m¨¢s abiertas, flexibles e innovadoras, como ya lo han hecho gran parte de las empresas, universidades y otras organizaciones en el marco de la sociedad de la informaci¨®n y la comunicaci¨®n.
El anuncio, por ejemplo, del Plan de Modernizaci¨®n de las Agrupaciones con el que el PSOE est¨¢ estudiando una reforma de su organizaci¨®n interna, ha creado un marco adecuado, en el espacio socialista, para este debate sobre el modelo de militancia en el siglo XXI. Las Casas del Pueblo no ofrecen hoy para muchos ciudadanos ning¨²n atractivo, ni como espacio de socializaci¨®n, di¨¢logo o representaci¨®n, ni como espacio de activismo pol¨ªtico. Se han quedado casi sin pobladores y no reflejan la pluralidad sociol¨®gica y cultural de su entorno (especialmente en contextos urbanos). Mientras tanto, las causas y las ganas por comprometerse crecen en nuestra sociedad.
Otros partidos, como los catalanes PSC y CDC, tambi¨¦n viven con intensidad la efervescencia de sus bases y se encuentran en pleno debate precongresual pregunt¨¢ndose c¨®mo interpretar la pulsi¨®n de cambio y c¨®mo acogerla sin defraudarla. Hay demanda de otra -y nueva- pol¨ªtica. Hay urgencia de nuevas organizaciones.
Sin embargo, no todo el mundo participa de este ciberentusiasmo en el debate precongresual del PSOE. La enmienda 445 (impulsada por algunos socialistas valencianos) y la Facebook (animada por muchos activistas y recogida por varias federaciones) han recibido apoyos pero tambi¨¦n fuertes rechazos. Hay miedo a que lo digital desborde y contamine. Algunos dirigentes, incluso j¨®venes dirigentes, creen que los culos de hierro y los brazos de madera (en alusi¨®n al control org¨¢nico de las asambleas de discursos interminables y votaciones un¨¢nimes) son m¨¢s democr¨¢ticos, "porque la gente est¨¢ presente y da la cara". Y existe el recelo mal disimulado de que tanto hervor digital sea una moda, est¨¦ vac¨ªo de contenido pol¨ªtico y sea prisionero de nuevos y elitistas dogm¨¢ticos que acaben ampliando la brecha digital. Pero los riesgos, algunos de ellos muy reales, no pueden ni deben paralizar los cambios necesarios y urgentes. La pol¨ªtica formal puede llegar tarde y mal a lo emergente. Que no se extra?e entonces de ocupar el ¨²ltimo lugar en la valoraci¨®n social.
En este fuego cruzado, a algunos dirigentes tan s¨®lo les tienta canalizar la energ¨ªa de los activistas digitales para instrumentalizar su capacidad movilizadora, pero lateralizando su protagonismo y liderazgo. Creen que el espacio digital hay que colonizarlo, sin comprender que de lo que se trata es de influir y dejarse influir. Pretenden convertir lo digital en un nuevo espacio dogm¨¢tico o de reclutamiento, pero as¨ª s¨®lo se encontrar¨¢n con redes vac¨ªas de vitalidad. Otros identifican la Pol¨ªtica 2.0 con propuestas sobre las TIC o con expresar simpat¨ªa con los defensores del software libre. Pero aqu¨¦llos y ¨¦stos se equivocar¨¢n (o se quedar¨¢n cortos) si simplifican o reducen la intensidad de estos cambios pol¨ªticos a lo simplemente "tecnol¨®gico".
La cultura digital es una ola de regeneraci¨®n social (de ah¨ª su fuerza pol¨ªtica) que conecta con movimientos muy de fondo en nuestra sociedad: placer por el conocimiento compartido y por la creaci¨®n colectiva de contenidos; alergia al adoctrinamiento ideol¨®gico; rechazo a la verticalidad organizativa; f¨®rmulas m¨¢s abiertas y puntuales para la colaboraci¨®n; nuevos c¨®digos relacionales y de socializaci¨®n de intereses; reconocimiento a los liderazgos que crean valor; sensibilidad por los temas m¨¢s cotidianos y personales; visi¨®n global de la realidad local y creatividad permanente como motor de la innovaci¨®n. S¨ª, hay esperanza de nuevos liderazgos. Pero en la Red s¨®lo se reconoce la autoridad, no la jerarqu¨ªa. Mejor las causas que los dogmas.
As¨ª que no estamos hablando simplemente de nuevos militantes (cibermilitantes) o de un nuevo campo de batalla pol¨ªtica (la Red). Tampoco se trata tan s¨®lo de nuevas herramientas (blogs, wikis, twitter, redes, videopol¨ªtica...). Ni tampoco se resuelve esta cuesti¨®n con una nueva "sectorial" (la de la sociedad del conocimiento y la informaci¨®n). No, no hablamos s¨®lo de tecnolog¨ªa. Hablamos de la pol¨ªtica del futuro. De comprenderla nuevamente, de repensarla en la sociedad red.
Si se quiere, puede empezarse por el nombre de la cosa. ?Cibermilitantes? Ahora que estamos en pleno periodo de celebraci¨®n de congresos, ser¨ªa una gran contribuci¨®n hacer una peque?a renovaci¨®n sem¨¢ntica. ?Por qu¨¦ no abandonar definitivamente la palabra "militante" y reivindicar la de "socio" o "activista"? A pesar del valor emocional y pol¨ªtico que tuvo en el pasado, la palabra "militante" tiene hoy resonancias comunicativas de disciplina f¨¦rrea, excluyente y acr¨ªtica. Adem¨¢s, no aparece ni una sola vez en la Ley de Partidos, que utiliza siempre el t¨¦rmino "afiliados".
Ahora que est¨¢n a tiempo, pi¨¦nsenlo, por favor. Si quieren hacer ciberpol¨ªtica, no insistan en llamar cibermilitantes a los activistas. Empiecen por las palabras. No es un cambio menor. Y sigan luego con los otros. Ha llegado el momento.
Antoni Guti¨¦rrez-Rub¨ª es asesor de comunicaci¨®n.
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