La historia nos volver¨¢ a dar la raz¨®n
Cuando las mujeres luchamos por el voto, las voces de los ilustrados consideraron inconveniente que hubiera disputas matrimoniales por culpa de la pol¨ªtica. La decisi¨®n pol¨ªtica de un hombre era suficiente en la pareja, hasta tal punto de que, una vez "concedido", el derecho de voto se redujo a las mujeres solteras, la mayor¨ªa de edad se consigui¨® para la mujer con m¨¢s a?os que para el hombre y su capacidad jur¨ªdica se limit¨® en el matrimonio por la tutela del marido.
Cuando las mujeres luchamos por la democracia paritaria, algunos l¨ªderes de nuestros propios partidos pensaban que ellos nos proteg¨ªan lo suficientemente bien como para que no fuera necesario que las mujeres particip¨¢ramos en la pol¨ªtica, limitando nuestra presencia en porcentajes hist¨®ricamente conocidos. Hoy, el sistema de cuotas en la representaci¨®n pol¨ªtica ha sido validado por el Tribunal Constitucional, por considerarse una acci¨®n positiva de los poderes p¨²blicos tendente a crear las condiciones de igualdad real entre mujeres y hombres. La tipicidad del delito de violencia de g¨¦nero ha sido considerada conforme a la Constituci¨®n, por el criterio de proporcionalidad que guarda la estad¨ªstica de los delitos cometidos por hombres, en relaci¨®n con las mujeres, en el seno de la pareja.
Cuando las mujeres hemos accedido a un mundo tradicionalmente vivido por los hombres, Parlamentos, despachos oficiales, consejos de administraci¨®n, no hemos entrado en un mundo propio, sino que el derecho ha extendido a las mujeres un mundo de hombres. Si somos o no tan diferentes de ellos, que queremos cambiar algunas o muchas de esas instituciones, es algo que estamos empezando a ver desde hace relativamente poco tiempo. Pero, en todo caso, se comprender¨¢ que es necesaria una m¨ªnima adaptaci¨®n, siquiera sea en las formas.
Y la primera de estas formas es el lenguaje. N¨®tese lo inadecuado que resultaba hace pocos a?os llamar Presidente a una se?ora, o Diputado, o Catedr¨¢tico, lo que de manera natural deriv¨® a la feminizaci¨®n progresiva de esos t¨¦rminos, hoy de general aceptaci¨®n, no para las esposas de quienes est¨¢n en estos cargos, sino directamente para los cargos mismos.
Sin embargo, cuando las mujeres estamos empezando pac¨ªficamente a utilizar palabras que nos designen directamente, feminizando con car¨¢cter general el lenguaje, se nos declara una guerra sin cuartel, a veces desde nuestros propios compa?eros de pupitre.
La fundamental objeci¨®n que ahora se opone es la de siempre. El lenguaje masculino salvaguarda suficientemente todo lenguaje, de manera que el masculino gen¨¦rico nos comprende a todas las personas, como el voto de nuestro marido nos era suficiente en el pasado siglo, o la representaci¨®n pol¨ªtica de nuestros compa?eros hac¨ªa innecesaria la nuestra.
Cuando las mujeres luchamos ahora por el lenguaje, es porque sabemos, como dice Gadamer, que "el lenguaje es el medio universal de la experiencia", la representaci¨®n simb¨®lica de la realidad, la relaci¨®n entre cada cosa y su significaci¨®n.
Hay quienes piensan que la erradicaci¨®n del lenguaje sexista llegar¨¢ por inercia cuando las mujeres hayamos conseguido la igualdad. Y hay quienes pensamos que es un medio m¨¢s y muy importante para llegar a la igualdad real. El Estado ha legislado en la LO 3/2007, un precepto que obliga a los poderes p¨²blicos a utilizar un lenguaje apropiado de g¨¦nero, y en algunas Comunidades Aut¨®nomas existen normas para llegar a un lenguaje adecuado de g¨¦nero. Ciertamente no es f¨¢cil cambiar el lenguaje sin incurrir algunas veces en ciertos dualismos o t¨¦rminos gramaticalmente poco correctos, pero es necesario el esfuerzo, y las autoridades acad¨¦micas deb¨ªan colaborar en lugar de banalizar este tema.
El lenguaje nos nombra, nos identifica y las mujeres no nos sentimos identificadas cuando se nos nombra en masculino. El lenguaje como reivindicaci¨®n de g¨¦nero es la reivindicaci¨®n misma de nuestra identidad como mujeres, sujetos de la historia, que estamos llamadas, junto con los hombres, a transformarla. Y tambi¨¦n el lenguaje forma parte de esa transformaci¨®n.
Sabemos que, como siempre, la Historia nos dar¨¢ la raz¨®n. El feminismo es un humanismo, es una teor¨ªa de la igualdad, que pretende eliminar las discriminaciones creadas artificialmente en funci¨®n de la atribuci¨®n hist¨®rica de roles sociales. Y la igualdad es tambi¨¦n la igualdad en el lenguaje. Lo sabe cualquier mujer cuando se la nombra en masculino. Y muchos hombres que est¨¢n empezando a utilizar un adecuado lenguaje de g¨¦nero. Nuestra revoluci¨®n es pac¨ªfica, pero imparable. La Historia, una vez m¨¢s, nos dar¨¢ la raz¨®n.
Amparo Rubiales y Mar¨ªa Luisa Balaguer. Doctoras en Derecho.
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