Pirater¨ªa
El pasado domingo apareci¨® en el suplemento de econom¨ªa de EL PA?S un art¨ªculo titulado La pirater¨ªa, un problema de educaci¨®n. Su autor, Jos¨¦ Mar¨ªa Irisarri, insiste en llorar por el da?o que hace la pirater¨ªa y lo mal que hacemos en no tratar como delincuentes a quienes descargan pel¨ªculas y m¨²sica de la Red si pagar derechos de autor.
Despu¨¦s habla de la educaci¨®n, citando el potencial educativo del cine, para luego referirse a la pel¨ªcula Rambo IV y clamar contra el da?o hecho al sector por el visionado de la misma por 50.000 personas antes de su estreno. Uno se pregunta qu¨¦ tiene que ver Rambo IV con la educaci¨®n. Como siempre, aquellos que se quejan amargamente de la pirater¨ªa se llenan la boca con grandes conceptos como la educaci¨®n, la cultura, el arte... para defender un negocio. Insisto, un negocio.
?Y qu¨¦ esperan? Durante d¨¦cadas han creado la demanda de sus productos sin importarles la calidad, controlando f¨¦rreamente los canales de distribuci¨®n. ?Y pretenden ahora que de la noche a la ma?ana ese sector de la sociedad cambie sus h¨¢bitos? ?No ser¨ªa mejor que la industria audiovisual fuese menos voraz y pusiese sus productos al alcance de la demanda? Se ha hecho en el pasado. A principios de los a?os ochenta, los juegos de ordenador pasaron de 2.000 pesetas a 100 pesetas y se acab¨® con el tr¨¢fico de los mismos entre los usuarios.
Pueden cortar las descargas por Internet, pero inmediatamente surgir¨¢ una forma de distribuci¨®n alternativa para las copias ilegales. No sean tercos, bajen los precios. Piensen que la capacidad para escuchar m¨²sica o ver cine es limitada, y llega un umbral de precio en el que el com¨²n de los mortales ya no se lo piensa y compra el original.
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